Este es un espacio que propone reflexiones y debates sobre la inter-retro-conexión sociedad en la Naturaleza y la Naturaleza en la sociedad.

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sábado, 30 de abril de 2016

UN CIELO LLENO DE ESTRELLAS

UN CIELO LLENO DE ESTRELLAS

Por:
Hernando Uribe Castro
Magíster en Sociología y Candidato a Doctor en Ciencias Ambientales
Universidad del Valle
Profesor Universidad Autónoma de Occidente


Alzar nuestra tímida mirada al infinito firmamento y tener la posibilidad de ver un cielo cargado de estrellas es algo que, desafortunadamente, ya no podemos hacer quienes vivimos atrapados, presos y enjaulados de la dinámica y siempre cargada vida urbana. En ella predomina la intensa y enceguecedora luz que impide que nuestros ojos y todos los sentidos, tengan un contacto directo con las maravillas del cosmos.  

Nos dejamos atrapar por un estilo de vida de consumo impuesto por el sistema que agarra nuestras miradas y las pone fijas en las pantallas de los aparatos celulares, los PC y los televisores. Esas pantallas que absorben la mirada y cada segundo de nuestras cortas vidas. Olvidamos por completo que nuestra casa común, esa a la que llamamos Tierra, flota sobre esa sorprendente espesura cósmica, llena de misterios y bellezas.

El estilo de vida consumista y lleno de las mil y una banalidad, hace que pasemos más tiempo esclavizados del trabajo, el empleo y las actividades “productivas” cotidianas para hacernos a ellas, y que no “tengamos el tiempo” necesario para hacer, ni siquiera, una pausa. Una pausa que nos recupere la propiedad de controlar nuestro tiempo y que nos conduzca a volver a sorprendernos por los maravillosos y despampanantes espectáculos que existen en el cielo y en cada uno de los elementos que conforman la Naturaleza.

Ya no se escuchan los grillos, los chapules y las ranas, pues fueron desplazadas por el cemento y por el sonido aturdidor de los autos, los teclados y los televisores. Mantenemos nuestra mirada y nuestra vida siempre pegada al piso y olvidamos que podemos volar hacia los confines y los más inimaginables horizontes.

Se nos olvidó la grandeza de mundo y de todos los fenómenos que a simple vista nos ofrece nuestro entorno. El atardecer, el amanecer, la estructura del árbol, el sonido de las aves, el correr de las aguas, el volar de las nubes, el caer de las gotas de lluvia, la caída de las hojas y las mil tonalidades del cielo, del mar y del planeta.

Nuestra sensibilidad por las cosas simples, por lo encantador que es vivir, por la simetría-asimétrica de la “realidad” parece estar perdiéndose. La felicidad no está en los centros comerciales, tampoco está en los objetos. La felicidad está en la posibilidad y la oportunidad que nos damos de vivir en inter-retro-conexión con nosotros mismos, con los seres a quienes amamos y con el planeta de que se hace parte; con las verdaderas grandezas del mundo que, sencillamente, siempre han estado ahí. Estamos perdiendo el brillo del sol, el encantador esplendor de la luna, el fascinante titilar de los astros, así como también nos hemos vueltos sordos ante el silencioso silbido del viento.

Como lo dice la frase Zen  “Todo está ligado. Todo se une en universo”. Nosotros somos parte de eses universo y por tanto, hacemos parte de ese todo, juntos, integrados, complementados. Por más nubosidad que haya, siempre tendremos un cielo lleno de estrellas.


viernes, 22 de abril de 2016

CONTRA LOS ALBAÑILES DE UN PLANETA INSUSTENTABLE

Contra los albañiles de un planeta insustentable

Por:
Hernando Uribe Castro
MSc. en Sociología y Candidato a Doctor en Ciencias Ambientales, Universidad del Valle
Prof. Universidad Autónoma de Occidente

Pareciera que uno de los objetivos que se han propuesto las Corporaciones Globales es la de imponer la idea aquella de que la humanidad no forma parte de la compleja y sistémica red o trama de la vida planetaria. Incluso, se perciben intentos de convencernos, por todos los medios, de que los seres humanos no hacemos parte de la naturaleza y que ni siquiera necesitamos de ella porque con nuestros avances técnicos y tecnológicos es suficiente para alcanzar el desarrollo humano y para lograr la realización total de la vida.

Nos hacen creer también que nuestro planeta Tierra es ilimitado y que por tanto, se tiene que explotar sin ningún tipo de obstáculo, porque de esa explotación incesante y continua depende el bienestar, el progreso y el desarrollo civilizatorio. Que éste es el único camino para encontrar la tan anhelada felicidad, expresión máxima de que somos una especie inteligente. Por ello, no es raro que los gobiernos que son los administradores del Estado, autoricen en sus territorios prácticas como el “fracking”, la exploración petrolera en zonas de reserva y conservación forestal, la minería a cielo abierto, la explotación maderera, la construcción de hidroeléctricas, la ganadería extensiva y la pesca industrial, entre otras actividades nocivas para el equilibrio ecológico del planeta.

Nos enseñan a creer que una vida exitosa es aquella que está llena de bienes materiales, lujos, acumulación de dinero, estatus y prestigio social. No poseer esto es reflejo del fracaso, la desdicha, el atraso y la pobreza. Por ello, la construcción de nuevos estereotipos a seguir como los  actores del espectáculo, del deporte, los famosos, las estrellas y las divas.

Las Corporaciones propugnan por el valor económico del individuo y el valor del individuo en su estrategia económica acumulativa. Entre más individuos masificados, más dinámica será la economía. Por ello, hacen del individuo una unidad productiva, rentable y consumista. Desligan al individuo del entretejido y de su interdependencia con respecto a todos los fenómenos naturales para encadenarlo al sistema y los flujos del Mercado. Individualizan al individuo, para homogenizarlo y masificarlo como código de compra- venta en la sociedad del consumismo.

Al tiempo que hacen esto con el individuo, acrecientan las divisiones del mundo en partes nacionales, Estados, grupos y guetos. El poder de fragmentar social, académica, religiosa y étnicamente es el poder para confundirnos y hacernos olvidar de que somos una especie humana planetaria y diversa. Nos ocultan la compleja trama de la vida para encadenarnos al sistema del mercado: este es el gran y rentable negocio de las Corporaciones.

Son las Corporaciones las que tienen el poder de hacer de algunos países pobres, paraísos de las transnacionales, en donde intervienen sin ningún tipo de control porque lograron cooptar a los agentes que hacen parte de los gobiernos corruptos que administran estos Estados. Una vez en el territorio, imponen su lógica extractivista bajo lemas de seguridad, de progreso y de bienestar para las comunidades.

Y el hecho de que Corporaciones, en colaboración con el Estado, se propongan llevar a cabo este enérgico ataque contra los lazos que nos unen al planeta, está en el hecho de que una sociedad desligada de sus raíces, es una sociedad desinteresada por lo que pueda suceder al sistema de la vida. Una sociedad desinteresada es una sociedad que se considerará altamente artificializada. Y una sociedad artificiosa es una sociedad que termina creyendo que su verdadero nicho de vida es la plataforma de vida material y construida que le ofrecen las Corporaciones. Y que la máxima expresión de esa plataforma es la ciudad como expresión de desarrollo y de civilización. La ciudad como el templo del prometedor capitalismo global. La ciudad como el lugar para la realización de la vida.

Frente a este fuerte discurso que ha logrado penetrar la estructura social, la estructura mental  y las estructuras cognitivas de los individuos, no se puede esperar que sean los Estados, las Corporaciones y los organismos globales -como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio- los albañiles y diseñadores del mundo sustentable pues de entrada sabremos que estos construirán sobre cimientos de cal y de arena. Harán un ecologismo-ambientalismo superficial y mentiroso, cuyos discursos los sitúan en las principales y más sensibles instituciones de la sociedad, como la familia, la religión, la escuela y los medios de comunicación.

Ese es el peligro del ambientalismo corporativo que aún, hablando en nombre de la importancia de lo ambiental, despliega todas las fuerzas para imponer el orden del Mercado como un imperativo categórico para una exitosa vida humana. Un éxito que, además de hacer fortuna y tener abundancia, desplegará la admiración y la envidia de los otros seres humanos.

De este modo, difícilmente podremos construir respeto por la Naturaleza, con una sociedad profundamente consumista y esclavizada a recibir órdenes de las Corporaciones. El impulso hacia una sociedad responsable con la Naturaleza se logra cuando lo individual, lo colectivo y lo global no se vean como escalas opuestas, sino contenidas y complementarias. Y cuando las estrategias para difundir un discurso ambiental y saludable deben ser tan efectivas en sus mensajes por la imperiosa necesidad de cambiar los estilos de vida, como agrestes y efectivas son las estrategias publicitarias corporativas que incitan a los individuos a lanzarse de lleno a adquirir banalidades.

La lucha de quienes somos sensibles por una Ética de la Tierra, de la Responsabilidad y del Respeto por la Naturaleza y de una Ecología Profunda, tenemos la imperiosa tarea de continuar demostrando que es urgente: romper con los discursos manipuladores, amañados y falsos que hacen ver la vida como campo de entretenimiento; comprender cómo es que funciona el discurso y las estrategias que hacen del desarrollo, un motor de vida, para salir, justamente de ese desarrollo; encauzarnos con nuestras acciones cotidianas hacia un mundo distinto con menos consumismo; y, no desechar de entrada, aquella idea de que un mundo  diferente es posible, para recuperar la creatividad y la iniciativa hacia una sociedad con prácticas sustentables. Y la más importante, la necesidad imperiosa de ser insumisos ante las demandas de las Corporaciones globales, para recuperar el control de nuestras vidas comunitarias locales.

Los individuos somos una unidad armoniosa, que como parte de un Todo se inter-retro-conecta con esa otra totalidad que es el sistema viviente y el mundo natural del sistema cósmico.



viernes, 8 de abril de 2016

DESTRUCCIÓN DEL CAPITAL SIMBÓLICO EN CALI

Destrucción del Capital Simbólico en Cali, Colombia*

Por
Hernando Uribe Castro
Prof. Universidad Autónoma de Occidente
Magíster en Sociología. Candidato a Doctor en Ciencias Ambientales
Universidad del Valle

En Cali, a medida que se destruye el capital simbólico urbano heredado de su largo proceso histórico, los agentes del capital comercial global van imponiendo su propio modelo de ciudad. Este hecho se ve reflejado a partir de varias situaciones.

Primero, cuando se destruye su centro histórico -aquel que poseía expresiones arquitectónicas y vestigios de su época indígena, colonial y republicana-, para imponer en el paisaje urbano las construcciones “modernas” que funcionan como sedes de entidades financieras, bancarias y una que otra institución del Estado. De su escenario histórico y herencia cultural tan solo quedan relictos en el “diminuto centro histórico”, monumentos religiosos y en barrios como San Antonio y San Cayetano. Hoy, el espacio social y de socialibilidad se teje en la caótica ciudad entre los centros comerciales conectados por la ineficaz red de transporte público masivo.

Segundo, cuando al ser atrapada por la lógica de la rentabilidad de la tierra acaparada por unas elites políticas y económicas locales, terminó desbordada, y sin ningún tipo de planeamiento, control o visión futura. Las obras de jarillón construidas sobre el curso del río Cauca, beneficiaron a terratenientes que dinamizaron el mercado de tierra en el oriente, produciendo una ciudad tan grande, como grandes sus actuales problemas socioespaciales. Un oriente de Cali, que confinó a familias que fueron empobrecidas y que las resignó a vivir en esas condiciones de necesidades insatisfechas. El mercado de tierras se extiende hoy hacia el sur, por ello el gran afán de expandir e integrar zonas ejidales al mercado del suelo.

Tercero, cuando con los discursos modernizadores promovidos mediante los eventos globales, como por ejemplo, los juegos panamericanos de 1971 y otros más recientes, se construyen e invierten sumas grandes de dinero para construir o remodelar infraestructuras apropiadas para estos eventos, los cuales se consideran como claves para la “modernización” urbana y el “progreso” de la ciudad, pero a los que casi nunca se les menciona sus efectos que en términos del incremento de la calidad de vida, el acaparamiento de tierras, las plusvalías esfumadas por la corrupción y los impactos ambientales que tienen estas obras.

Cuarto, cuando pone en crisis y en detrimento sus favorables condiciones ambientales por el negocio rentable de la Tierra, la expansión urbana y el turismo, como por ejemplo: la urbanización en el río Pance y en las zonas de laderas, la propuesta de desecación de humedales (La Babilla o Panamericano) para construir o ampliar carreteras,  la canalización del río Cañaveralejo, las urbanizaciones en el sector del Valle del Lili sobre antiguas zonas de inundación y próximas al antiguo basuro de Navarro con efectos para la vida de quienes residen en esos lugares.

Quinto, cuando privatizó el espacio para incorporar zonas residenciales en conjuntos cerrados de bloques de apartamentos de cinco y veinte pisos. Conjuntos cerrados al modo de encarcelamientos con rejas, mallas, tapias y sistemas de seguridad en detrimento de los barrios con antejardines y solares. Urbanizaciones y conjuntos cerrados rentables cuyos promotores reproducen el discurso de que la ciudad es peligrosa y el conjunto cerrado seguro, como principal argumento para incrementar el negocio. Conjuntos cerrados, amontonados, en una ciudad con temperaturas promedio a los 28 grados centígrados.

Sexto, cuando no volvió a construir museos, parques, zonas de bosque y plazas públicas. Monumentos y obras de arte se encuentran desgastados y olvidados. Solo basta ver los monumentos y obras de arte que están debajo del terrible y mal hecho puente de la calle 26 con autopista. O por ejemplo, el debate que hubo sobre el monumento a Jovita Feijoo en la estación Santa Librada.

Una ciudad que para realizar eventos como la Feria de Cali que era la fiesta del pueblo desde los años cincuenta, donde todos participaban, ahora está privatizada. Esta es una feria que para poder realizarse, las autoridades tienen que cerrar y encerrar vías públicas y montar tarimas junto a los canales de aguas residuales de la principal “autopista” para las caravanas y desfiles. Y todo ello para cobrar, pues la feria ahora es para los privados y no para la comunidad. El cerramiento y encerramiento producen más congestión que se suma a la congestión continua de todos los días a todas horas del año.

Una ciudad donde las autoridades y los inversionistas privados, aniquilaron el transporte público de buses para construir un sistema de transporte masivo, modelo que también se replicó en otros lugares del país y de américa latina, con el argumento de que este tipo de transporte resolvería el problema de movilidad. Hoy los ciudadanos no solo deben dedicar más tiempo para movilizarse de un lugar a otro, haciendo transbordos, sino también de caminar largos y enredados trayectos para acceder a alguna de las estaciones. Muchos ciudadanos para evitarse estos problemas, optaron por el transporte pirata: taxis, autos particulares y los famosos “motoratones” (que es el transporte pirata en motocicletas). Cali era de las pocas ciudades en Colombia, donde el transporte pirata no tenía fuerza,  pero hoy esta ciudad se ve el aumento de este tipo de servicio.

Pareciera que todos estos esfuerzos de destrucción del capital simbólico urbano caleño se hicieran con la firme intención de fortalecer el capital financiero y comercial. Es decir, hacer difícil, caótica, peligrosa, insegura y detestable la ciudad, para que los ciudadanos se refugien en sus casas y los centros comerciales, templos del capital financiero y del consumo. El miedo es muy rentable en la sociedad de consumo.


En general, Cali es un claro ejemplo de extractivismo urbano que implica hacer de la expansión y del crecimiento de la ciudad fuente de plusvalía urbana, apropiadas por las elites de poder e inversionistas, que no solo se adueñan de esta plusvalía sino que además mercantilizan con el capital físico y simbólico urbano, aquel capital del que ha participado los habitantes urbanos sin recibir ninguna retribución. Una inequidad e irracionalidad del modo como se da la participación de plusvalía urbana donde toda la ventaja es para los privados en detrimento de la participación del Estado. Se destruye su capital simbólico heredado para imponer el capital del mercado global urbano.

*Publicado por El Pueblo, 9 de abril de 2016.