LA CIUDAD COMO “VITRINA”, ESTRATEGIA DEL IMPERIALISMO SIMBÓLICO: CALI Y LA ALIANZA DEL PACÍFICO
Por:
Hernando Uribe Castro
Magíster en Sociología
Tal
como lo afirme anteriormente en columna de opinión[1],
Santiago de Cali se ha venido construyendo en el contexto dominado por el
modelo neoliberal capitalista, donde su función es convertirse en un sumidero
para la inversión y la reproducción de los excedentes de capital. Para llevar a
cabo esta tarea, la estrategia es hacer de ella un importante centro urbano de
negocios, atractiva para cautivar a viajeros, grupos de inversionistas y
monopolios globales. En esta ciudad, el
gobierno local desempeña una tarea importante como la de “buen
negociador y administrador”. El geógrafo David Harvey había sentenciado que
“Los gobiernos locales se han visto obligados en diverso grado a asumir
iniciativas más propias de empresas privadas –en particular, por lo que toca a
la creación de un entorno favorable para el capital privado a costa, si es
necesario, de la población urbana–, un proceso que fomenta la competencia entre
las regiones metropolitanas.”[2]
Por tanto, entre las fuerzas de la economía global
(grupos económicos y financieros multinacionales) y la ciudad se encuentra el
gobierno, liderado, regularmente por el Presidente de la República y el Alcalde
de la ciudad. El escenario urbano se convierte, entonces, en una mezcla entre mercancía, marca y vitrina. En
este juego, el gobierno, los grupos financieros y los inversionistas, utilizan los
medios masivos de comunicación como herramientas ideológicas de difusión,
mediante los cuales, hacen uso de un conjunto de términos como
“mundialización”, “desarrollo”, “progreso” para convencer y a la vez dominar.
Bourdieu expresaría que estamos ante una forma de imperialismo simbólico guiado
por estos grupos globales, los gobiernos y los productores culturales para
profundizar y hacer rentable las inversiones, a la vez que “desactivan el
compromiso económico del Estado”[3].
Unir presidentes en una ciudad bajo el lema de la necesidad de integración ante
los retos de la “mundialización”, no es otra cosa que disfrazar de unidad los
efectos del neoliberalismo desbastador en las particularidades de cada país.
Así,
se hacen de modo frecuente encuentros hemisféricos o internacionales promovidos
desde las empresas globales y los gobiernos. Efectivamente, el más reciente se
presenció entre el 22 y el 24 de mayo de 2013 en Cali, sede de la VII Cumbre de
la Alianza del Pacífico. El gobierno colombiano
calificó esta cumbre como el proceso de integración “más importante que
ha tenido América Latina en toda su historia”, con la que se busca construir un
área de integración profunda para avanzar progresivamente hacia la libre
circulación de bienes, servicios, capitales y personas, así como impulsar un
mayor crecimiento, desarrollo y competitividad de las economías de los países
que la integran: “asimismo, la Alianza del Pacífico busca convertirse en una
plataforma de integración económica y comercial, y de proyección al mundo, con
especial énfasis en el Asia Pacífico. Como bloque económico, Colombia, Chile,
México y Perú suman una población superior a los 210 millones de habitantes
–cerca del 35 por ciento del total de América Latina y el Caribe–, con un
Producto Interno Bruto por habitante cercano a los USD 13 mil”[4].
Para
este evento, autoridades locales y fuerzas del orden, ejecutaron la militarización
de toda la ciudad, así como el control y vigilancia de cada centímetro y de
cada ciudadano. Incluso, la Universidad del Valle, principal Centro de Educación
Superior de la Región, decretó cierre durante toda la semana. Los resultados de
todo esto es congestión vehicular en las principales avenidas, retenes de
policía, vigilancia por aire, suelo y subsuelo. Una comunidad inconforme y unos
estudiantes universitarios que se sienten maltratados y estigmatizados.
La
ciudad fue extraña para sus habitantes, se maquilló, se perfumó y se puso lista
para recibir a los mandatarios y empresarios. En esta ciudad, que precisamente
acababa de inaugurar el túnel urbano más largo en Colombia, cada individuo se convirtió
en sospechoso, en un potencial delincuente que no puede transitar con tranquilidad
por la urbe. Donde la comunidad estudiantil de la universidad pública se mandó
a vacaciones y las personas en situación de indigencia y en situación de calle,
desaparecieron por arte de magia. ¿Es esto democrático?
Como
lo había expresado en mi columna de opinión citada al inicio, si los gobiernos
son elegidos por voto popular, es porque deben representar y responder al
conjunto de necesidades de su comunidad, más que ser un gobierno interesado en
favorecer las buenas relaciones y los negocios con las fuerzas del capital
privado. ¿Es posible hallar formas para poder responder al desafío de lograr un
gobierno local más interesado por el bienestar de sus ciudadanos en estas
ciudades neoliberales? ¿Podría hacer algo los movimientos sociales y la
sociedad civil? ¿Qué tipo de desarrollo tienen en mente estos agentes de los
gobiernos locales?
22 de mayo de 2013
[1] Uribe Castro,
Hernando. Gobierno locales en ciudades
neoliberales. 12 de marzo de 2012, en:
http://hernandouribecastro.blogspot.com/2012/03/gobiernos-locales-en-ciudades.html
[2] Entrevista a David
Harvey. Las grietas de la ciudad capitalista. Entrevista archipiélago. Por:
Carolina del Olmo / César Rendueles. CUADERNOS DEL CENDES, AÑO 24. N° 65. Tercera época, mayo-agosto
2007. Página 132.
[3] Bourdieu, Pierre. La
nueva vulgata planetaria. Artículo publicado en el dossier “L.Amérique dans les
tetes”, en Le Monde, Mayo de 2000. Traducción: Fabian Sanabria y Guillermo
Vargas.