Este es un espacio que propone reflexiones y debates sobre la inter-retro-conexión sociedad en la Naturaleza y la Naturaleza en la sociedad.

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sábado, 27 de febrero de 2016

HACIA EL ESTRÉS AMBIENTAL E HÍDRICO

Hacia el estrés ambiental e hídrico*

Por Hernando Uribe Castro
Integrante del Centro Interdisciplinario de Estudios de la Región Pacífico Colombiana, CIER
Universidad Autónoma de Occidente
Magíster en Sociología y Candidato a Doctor en Ciencias Ambientales

En uno de los pasajes más bellos del libro La ciudad de las bestias de la escritora Isabel Allende -historia que se centra en los riesgos que corren los indígenas del Amazonas y sus saberes ancestrales por la incursión de las empresas explotadoras y extractivas-, aparece una sabia frase: “la experiencia es lo que se obtiene justo después que uno la necesita”. Frase que cobra todo el sentido al observar los acontecimientos actuales de nuestra crítica realidad ambiental local-global.

La sociedad parece estar anestesiada, autista, e indiferente frente a la gravedad que reviste la situación ambiental planetaria, resultado de las acciones humanas. Se está ante un modelo que acrecienta los monocultivos, produce montañas de basura en tierra y mar, que emite gases de efecto de invernadero que ferozmente siguen hiriendo a la Madre Tierra. Acciones humanas que explotaron, esclavizaron y extinguieron comunidades ancestrales. Este efecto de exterminio sobre el sistema viviente, actúan como boomerang sobre la misma humanidad, pues el planeta está pasando ya su cuenta de cobro.

En Colombia, por ejemplo, 140.356 has de bosque fueron desforestadas (IDEAM); hay 359 especies silvestres en peligro de extinción (UINC); De los 48.437 humedales registrados, solo el 7% de humedales están protegidos (Instituto Humboldt); Existen 5,5 millones de has sembradas y se espera llegar a 6.5 en el 2018 (MINAGRICULTURA); 39,2 millones de has ocupa la industria del ganado y existen 22.593.283 cabezas (FEDEGAN); según el Censo Ganadero, el 0.4 % de propietarios tienen el 41 % de los 113 millones de hectáreas de uso agrícola.

Vamos cada día hacia un estrés ambiental e hídrico. Presenciamos los bruscos cambios y variabilidades climáticas: desesperante ola de calor y/o frío, carestía del agua, deshielo de los polos, cuyos efectos son claramente visibles en el planeta; efectos que en buena medida son resultado del modelo de desarrollo social y económico extractivo; de la negligencia e indiferencias de unas instituciones del Estado que no han garantizado una vida sustentable y responsable con la naturaleza y una sociedad civil maniatada-paralizada y silenciosa. Los acuerdos sobre Cambio Climático Global lo hacen los Estados, pero no las Corporaciones que son las que en últimas las que imponen y ejercen, verdaderamente, el poder del modelo de sociedad contemporánea consumista, con una capacidad de persuasión publicitaria.

El estrés ambiental se refiere aquella situación de alteración y tensión emocional en el sistema viviente y que es provocada por el agotamiento y el exterminio de los elementos básicos ofrecidos por la naturaleza –como la tierra, el agua, el aire y los alimentos necesarios para la sustentabilidad de la vida– debido a las irresponsables, destructoras y egoístas acciones humanas. Hace parte de ese estrés ambiental, el estrés hídrico que se refiere, precisamente, aquella situación de alteración y tensión caracterizada por una alta demanda de agua y poca cantidad disponible durante un periodo y espacio determinado, debido al deterioro en términos de su cantidad (número de fuentes de agua y ríos secos) y de su calidad (contaminación, salinización, presencia de químicos y venenos, etc.).

Una ciudad como Cali, con siete cuencas hidrográficas, con unas montañas favorables para la inversión térmica, con un Parque Nacional Natural sobre los Farallones con alta diversidad de especies, asentada sobre un valle geográfico con las tierras más fértiles del país para la producción de alimento, tendría que ser la urbe mejor preparada para afrontar los efectos de la variabilidad y el cambio climático. Pero no lo es. Por ejemplo, el 24 de enero de 2016, el río Cali había bajado su caudal a 300 litros por segundo de los 1800 litros por segundo que es el promedio histórico y el río Cauca pasó de tener un caudal de 200.000 litros por segundo, a 85.690 litros por segundo, un bajo nivel récord (El País, 24-01-2016).

En otros lugares de la región se denunciaron múltiples abusos: por ejemplo, ingenios azucareros que captaban agua de forma ilegal en los ríos Frayle y Amaime para sus cultivos mientras las poblaciones aguantaban sed; propietarios privados daban muerte a la Laguna de Sonso para cultivar caña de azúcar; la extrema sequía del río Sambingo en el Cauca y el río Cabí en el Chocó afectados también por actividades mineras, entre otros desafortunados casos.

La solución del gobierno de turno y de sus agencias responsables de la dimensión ambiental del territorio es el mismo repertorio: razonamiento y cortes de agua, amenazas de la actuación de la justicia, multas, etc. Nunca se plantea una solución estructural que confronte directamente el modelo de desarrollo impuesto por las Corporaciones globales y el Estado que tiene repercusiones de gravedad sobre la salud del planeta.

Transgredimos el límite dado por la Naturaleza y ahora pagamos las consecuencias, responsabilizando de esta situación al fenómeno del Niño y ocultando-negando la responsabilidad que recae sobre las Corporaciones, los gobiernos, las empresas y la sociedad civil. Al parecer, será en un escenario en donde ya no haya nada que hacer por cambiar nuestro rumbo de colisión y destrucción, cuando justo adquiriremos la experiencia de respetar y conservar la Madre Tierra.

* Columna de opinión publicada por El Pueblo, 27 de febrero de 2016.

miércoles, 3 de febrero de 2016

¿JARILLÓN SIN SALIDA?

¿Jarillón sin salida?[1]

Por: Hernando Uribe Castro
Magíster en Sociología
Candidato a Doctor en Ciencias Ambientales
Profesor Universidad Autónoma de Occidente

La constante expansión de Cali, desborda continuamente el perímetro urbano reconocido oficialmente, este proceso expansivo, a veces incesante y descontrolado, se lleva a cabo sobre áreas inapropiadas para la urbanización. Las administraciones municipales de los últimos 25 años, se han comprometido con atender este fenómeno, pero ninguna de ellas ha logrado darle una solución estructural.

La más reciente propuesta liderada por el exalcalde Rodrigo Guerrero frente al jarillón del río Cauca no cumplió con su meta. Y no lo  logró porque la propuesta fue formulada desde el escritorio por tecnócratas y no se hizo en el terreno, de la mano con las propias comunidades. Eso puede sucederle al actual alcalde Maurice Armitage, si toma la postura del “alcalde autista” que no escucha las propuestas que hace la comunidad, e incluso la academia.

La solución integral al fenómeno del jarillón debe superar la visión tecnocráctica de los funcionarios que creen que ofreciendo casas subsidiadas (nunca gratis) van a solucionar esta situación. ´Urbanizar´ los hogares campesinos que han sido víctimas del modelo de desarrollo, del desplazamiento por conflicto armado, megaproyectos o bandas criminales, entregándoles casas de 28m2, como aconteció con la urbanización Potrero Grande, no es la solución. Así como tampoco el uso de la fuerza pública como aconteció en el sector Las Vegas y Venecia en febrero y junio de 2015.

La Alcaldía de Cali en el 2005 había identificado en el jarillón del río Cauca 10 asentamientos informales, con 5.925 viviendas y con una población de 35.778 (promedio de personas por vivienda 6)[2], hoy en día, 10 años después, el Informe Seguimiento al Plan Jarillón de Cali PJC, de la Procuraduría General de la Nación y de la Personería Municipal de Santiago de Cali, señala que existen 26 asentamientos informales con aproximadamente 8.777 viviendas. Es decir,  hoy hay más del doble de asentamientos y un 48%  más  de viviendas, que de mantenerse el promedio de 6 personas por hogar, el número de habitantes se aproximaría a 52.662 habitantes. En 10 años han llegado, por lo menos 16.884 nuevos habitantes, es decir 2.814 hogares.

Esta simple operación mental matemática, nos pone a pensar que contrario a lo esperado, el fenómeno de expansión se complejiza porque faltan  soluciones estructurales de parte del gobierno municipal. Y sobre todo, porque  las pocas acciones de reasentamientos, como por ejemplo el caso de la urbanización Potrero Grande, han sido infructuosas como solución de parte del Estado, y lo que han producido ha sido más problemáticas sociales, principalmente porque no se ha involucrado la participación de la comunidad.

Se requieren de soluciones creativas, inteligentes y participativas que den respuesta a las necesidades de los habitantes, que se respete, por un lado la vida y la dignidad de los hogares asentados en el jarillón (puesto que son familias revictimizadas por la sociedad),  y por otro lado, que se logre la seguridad ambiental de la ciudad. En estos casos, son importantes los diálogos directos entre el señor Alcalde con las comunidades y la participación de la Academia y demás actores de la sociedad civil sensibles a la problemática.
[1] Publicado por El País, 3 de febrero de 2016.
[2] ALCALDIA DE CALI. Boletín Informe especial. 15 de diciembre de 2005.