Cali, agonía de su
naturaleza
Por:
Hernando Uribe
Castro
Magíster en Sociología
Estudiante del doctorado en Ciencias Ambientales de la
Universidad del Valle
Profesor e Integrante del Centro Interdisciplinario de
Estudios de la Región Pacífico Colombiana, CIER
La
construcción de la ciudad de Cali, así como la de cualquier otra en el mundo,
tiene efectos destructivos sobre la naturaleza. En tiempos pasados esto no se
consideraba de importancia, como sí lo es hoy en día.
Cuando
se observa al Municipio de Cali, es claramente visible que lo ambiental sigue
siendo y considerándose como un elemento muy marginal, porque los primeros
elementos de preocupación para sus gobernantes como para la mayor parte de la
población son: el desarrollo, el progreso y el crecimiento económico.
La
ciudad y sus pobladores se han convertido en mercancía y consumidores,
respectivamente, por ese reduccionismo económico con el que se asume la vida.
Incluso, se plantea abiertamente, “ingenuamente”, que con más desarrollo y
crecimiento se pueden resolver los problemas sociales y ambientales.
La
ciudad de Cali cuenta con problemas y conflictos ambientales complejos y
estructurales a los que al parecer, aun no se les ha plantado solución alguna,
así como tampoco se vislumbran soluciones a futuro, a pesar de que su Plan de
Ordenamiento Territorial (POT) sea considerado como un POT ambiental:
consideración ésta que es verdaderamente falsa.
Uno
de esos problemas tiene que ver con el lugar que ocupan sus ríos y los usos en
sus respectivas cuencas. Nada más perverso que una ciudad que tapizó sus
afluentes y que los convirtió en canales residuales. Los ríos Cañaveralejo,
Meléndez y Lilí, terminan en el canal CVC Sur, como afluentes de las aguas
servidas de la ciudad. Depositadas luego, como aguas contaminadas, en el río
Cauca.
La
sobre explotación que tiene el río Cali a lo largo de todo su trayecto; la
presión increíble que por procesos de urbanización y del turismo (“ecoturismo”)
presenta el río Pance; la canalización del río Cañaveralejo que desapareció
totalmente del paisaje urbano, son solo algunos casos.
Otro
de los problemas, tremendamente complejos, es la pérdida de la cobertura
vegetal y la constante erosión de las montañas. Es visible la explotación de
recursos minerales sobre las faldas de la cordillera. Solo basta dar un vistazo
desde cualquier lugar de la ciudad hacia la cordillera, para observar el
avanzado estado de deterioro de las laderas, causadas por la incesante
urbanización legal e informal que va, desde asentamientos ilegales, hasta la
construcción de edificios de apartamentos para clases sociales adineradas,
expansión de las casas de campo o de descanso (fincas turísticas), la tala del
bosque, los incendios y la pérdida de suelo sobre las pendientes.
Increíblemente
y frente a las narices de toda la comunidad y las autoridades, el Cerro de las
Tres Cruces -ícono histórico, simbólico y atractivo-, se ha ido tajando poco a
poco por la extracción de material de la roca de la montaña que se realiza en
uno de sus lados. El efecto causado en este Cerro es irreparable, sobre todo,
porque la actividad extractiva que se realiza ahí, está incidiendo tanto en la
ladera como en el río Cali. Volquetadas de material de roca son extraídas
incesantemente. El Cerro muere poco a poco por mutilación y erosión.
Las
contaminaciones atmosférica, por ruido y paisajística tanto en el norte de la
ciudad -causada por las actividades constantes del sector industrial- como en
el sur -por la alta concentración de autos generando polución, quema de caña,
presencia de lo que un pasado fue el basuro de Navarro y la transformación del
paisaje por la expansión de las empresas urbanizadoras-, han hecho de estos
sectores puntos críticos ambientales.
Además
de que existen problemas y conflictos ambientales -por áreas atestadas de
basuras por comercio o falta de recolección, zonas de escombros sin control,
puntos de concentración de calor urbano, tala de árboles y disminución de fauna
urbana, olores por industria urbana, la disminución de los parques
arbolizados-, existen otros graves
problemas que están relacionados con la historia de la ciudad. Más de la mitad
de Cali está asentada y fue construida sobre zonas de humedal, lagos y madres viejas que fueron exterminadas en
nombre del progreso y el desarrollo urbano y regional. Humedales que fueron
desecados, rellenados y urbanizados, eliminando la dinámica del río Cauca y
toda la biodiversidad existente en ellos.
Las
políticas ambientales no solo son insuficientes, sino que parecen no ponerse en
funcionamiento para disminuir estos irreversibles impactos. La sociedad aun no
parece reconocer estos graves problemas pues de reconocerlos, no harían espera
las protestas y movilizaciones en contra de la muerte de la naturaleza local.
El
miedo a la ciudad se sigue percibiendo en términos de criminalidad, seguridad e
inseguridad, pero la sociedad aun no percibe el miedo ecológico y ambiental
frente a la increíble amenaza ambiental a la que se ha expuesto esta ciudad.
Como
lo he planteado insistentemente, se está ante Administraciones locales
impotentes, congeladas, indolentes y negligentes frente al deterioro ambiental
y el riesgo al que se expone la ciudad al haber destruido su plataforma
estructural ambiental, entre ellas, sus cuencas hidrográficas, en nombre del
desarrollo y progreso. Una sociedad adormecida que poco percibe y poco le
interesa el riesgo ambiental al que se expone por la destrucción de la
naturaleza local.
Todo
ello, porque las problemáticas ambientales urbanas y rurales del Municipio,
aquellas que nos afectan, todavía se perciben como hechos secundarios, cuando
deberían estar en el primer lugar y como eje central de nuestras
preocupaciones.