Las frágiles relaciones humanas (familiares y amorosas) en un mundo en movimiento: los migrantes.
Por
Hernando Uribe Castro
Magíster en Sociología
Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística DANE en Colombia, de 117377 emigrantes en 1960 se pasó a 3378375 en el 2005. Los principales destinos elegidos por los colombianos han sido Estados Unidos (34%), España (23%), Venezuela (20%), Ecuador (3%), Canadá (2%). Algunas causas del proceso migratorio según los datos oficiales son: búsqueda de oportunidades laborales, asilados políticos, reunificación familiar, mejora de calidad de vida y oferta de estudios en educación superior. Los movimientos y flujos a través de los canales migratorios construidos a lo largo de los años, ha dado por resultado, un efecto en los hogares y relaciones familiares, de modo particular para muchos latinoamericanos(as).
Mientras que el Estado receptor es cada vez más insuficiente y precario para garantizar todas las necesidades de los extranjeros, el capital utiliza esta mano de obra para su reproducción y acumulación. El capital a través del Mercado y todo su equipamiento cada día se da el lujo de controlar aquí y allá los destinos de los individuos, las naciones y los espacios.
Los individuos (diversos en género, clase social, nacionalidad, étnia, orientación sexual y religiosa) llegan a estos nuevos espacios, extraños y diferentes a sus lugares de origen donde se aglomeran junto a otros miles. La experiencia de vida que experimentan en países totalmente diversos y, en algunos casos, con un diferente idioma va a influir el proceso de adaptación. Se insertan en estos nuevos espacios donde no sólo deben afrontar un nuevo proceso de socialización (pues tendrán que aprender los elementos de esa cultura), sino donde seguramente encontrarán otras personas que ocuparán un nuevo espacio en sus vida. En algunos casos, estos procesos pueden tardar varios años que ponen en riesgo la desintegración de las relaciones y los grupos familiares en el lugar de origen. En algunos casos, los migrantes logran llevar a buena parte de su familia y ubicarlos en el nuevo país, pero en otros casos, este proceso se complejiza y las relaciones se vuelven demasiado frágiles, a veces sólo unidas a través de llamadas telefónicas o mensajes de correo. Incluso, por mensajes con personas que viajan entre un lugar y otro en algunas temporadas.
Muchas hogares ven cómo sus integrantes se alejan y con el tiempo esas relaciones son más frágiles y distantes. Los embates de la vida cotidiana y todo el cúmulo de necesidades que se deben afrontar en el diario vivir para poder subsistir hacen más débiles estas relaciones. Hijos con diez y más años sin ver a sus padres, hijos y demás familiares. Incluso, algunas personas deciden casarse con extraños como estrategia para alcanzar la nacionalidad. Sus amores iniciales solo quedarán en el recuerdo.
Un migrante colombiano en España considerará que su estancia en este país surge de su intenciones personales para progresar y ayudar a su familia, pero lo que no verá este migrante son las estructuras y las fuerzas de poder que están más allá de su alcance y percepción, y que su situación no es personal sino que es un fenómeno que abarca millones de personas en todo el mundo. Lo que debe tenerse claro es que, ésta dinámica, no se hace por decisión del migrante de manera individual, sino por la forma como el Sistema Mundo ha venido influyendo en la sociedad, conllevando a que millones y millones de ciudadanos de un área geográfica se muevan hacia otros lugres en el mundo. No es el problema de un individuo, sino que además es un fenómeno social que caracteriza de manera particular este momento histórico.
Un mundo en el que sólo con dar una vuelta a las calles de Nueva York en Estados Unidos o Madrid en España, se experimentará el encuentro con disímiles individuos pertenecientes a diferentes rincones del mundo, enfrentando estas situaciones.
huribe@uao.edu.co
25 de agosto de 2011