LAS
CIENCIAS SOCIALES Y EL SISTEMA MUNDO MODERNO
Reseña
del texto: Autor Boron Atilio A[1]. “Las
Ciencias Sociales en la era neoliberal: entre la academia y el pensamiento
crítico”[2]. En:
publicación: Tareas No 122. CELA, Centro de Estudios Latinoamericanos “Justo
Arosemena”. Enero-Abril de 2006. ISSN: 0494-7061
Presentación
El siguiente documento se ha preparado como insumo
de discusión para las jornadas del Seminario Permanente de la Facultad de Humanidades
en el proceso de construcción del Proyecto Académico de Facultad. En esta
ocasión, los profesores presentamos la reseña del texto del investigador
argentino Atilio A. Borón, que tiene por objetivo indagar sobre las
repercusiones que ha tenido en las ciencias sociales el desarrollo de las
políticas neoliberales y los procesos del postmodernismo, elementos que parten
del análisis que hace el Borón del informe GULBENKIAN
en cabeza de Inmanuel Wallerstein.
Para ello, este documento se encuentra
estructurado en tres partes: una primera parte en la que se presenta la reseña del
texto titulado Las Ciencias Sociales en
la era neoliberal: entre la academia y el pensamiento crítico. Una segunda
parte en la que los profesores presentan algunos puntos de análisis con
respecto a las particularidades y aproximaciones que se presentan entre las
ciencias sociales y las humanidades. Finalmente, como resultado de un análisis
detenido, los profesores ponen en discusión una propuesta a modo de gráfico de
lo que podrían ser los elementos integradores del Proyecto Académico de
Facultad.
- Las
ciencias sociales desde la perspectiva de Atilio A. Borón
- La
tesis central del autor:
“Las ciencias sociales – de ninguna manera la sociología es una excepción-
enfrentan una serie de retos de crucial importancia no sólo en América Latina
sino también en el resto del mundo”.
Para desarrollar su tesis, el autor retoma
planteamientos del informe de Gulbenkian, trabajo que produjo un equipo de
eminentes científicos coordinado por Immanuel Wallerstein, en el cual se invita
e “impensar” las ciencias sociales, es decir a repensarlas a partir de premisas
radicalmente distintas a las convencionales: “no se trata de volver a recorrer
con el pensamiento el mismo camino ya trillado. Repensar en este caso, y ante
la gravedad de la crisis que afecta a todo ese conjunto de disciplinas,
significa “impensar” las ciencias sociales”.
Para analizar lo anterior en el contexto nuestro
(entiéndase América Latina), Boron destaca que a las causas que alimentan la
crisis de las ciencias sociales en los países más avanzados debemos agregarles
dos factores que merecen una consideración especial: el triunfo del
neoliberalismo y el auge del postmodernismo.
- Dos
nefastas tradiciones intelectuales:
a. El
triunfo ideológico del neoliberalismo: “es el de una concepción holista de la sociedad,
de su naturaleza, de sus leyes de movimiento –explicadas desde las antípodas de
las que postula el marxismo- y de un modelo normativo de organización social”.
Para Boron, el neoliberalismo se constituye hoy día como una corriente teórica
específica del capitalismo en su fase actual. En esta perspectiva, ha tenido
una gravitación extraordinaria en América Latina y ha ejercido una profunda
influencia sobre la sociología y las ciencias sociales.
b. El
auge del postmodernismo:
definido por el autor como un pensamiento propio de la derrota, o tal vez un
pensamiento de la frustración. Es decir, “es el resignado reconocimiento de que
ya no hay transformación social posible, de que la historia ha concluido y que
lo que hay es lo único que puede haber. El postmodernismo como actitud
filosófica refleja el fracaso de las tentativas de transformación social en los
capitalismos metropolitanos de los años de postguerra” (tentativas
revolucionarias de 1968 en Europa).
Dentro de la primera nefasta tradición intelectual,
que el autor denominó el triunfo
ideológico del neoliberalismo, “se ha instaurado la barbarie del
reduccionismo economicista que hoy nos aqueja. Su impacto se corrobora en la
exaltación del influjo de los elementos económicos en todo el conjunto de la
vida social”. Cuando el autor habla de barbarie, se refiere por ejemplo, al
individualismo metodológico que pesa sobre algunas teorías y ciertos supuestos
epistemológicos, que entre otras cosas consagran –no por casualidad- la
desaparición de los actores colectivos (las clases sociales, los sindicatos,
las organizaciones populares etc.) y la exaltación del formalismo matemático
como inapelable criterio de validez de los argumentos sociológicos, lo que en
el mejor de los casos no es otra cosa que una hoja de parra pseudo-científica
bajo la cual se pretende ocultar que el rey –es decir, el pensamiento
convencional de las ciencias sociales- está desnudo. Los supuestos del
pensamiento neoliberal que vertebran la teoría neoclásica han colonizado buena
parte de las ciencias sociales.
Añade el autor frente a esta primera tradición
intelectual que “otro de los impactos
del neoliberalismo sobre la sociología y las ciencias sociales se puede
sintetizar en la desconcertante premisa, sobre todo para un sociólogo, que
afirmaba que en realidad la sociedad no existe. La añeja idea del
contractualismo del siglo dieciocho que postulaba que la sociedad no era otra
cosa que la suma de los individuos retorna triunfalmente en el neoliberalismo.
Esto se puede ver en los planteamientos teóricos pero también en los argumentos
políticos que se nutren de esta tradición”.
Dentro de la segunda nefasta tradición intelectual
denominada el auge del postmodernismo,
el autor plantea que “el postmodernismo ha justificado una indiferencia radical
ante cuestiones relacionadas con la estructura de la sociedad y con su
historia. Plantea en consecuencia, el carácter fútil, absurdo, innecesario,
irrelevante de toda pretensión de conocer la historia y la estructura de
nuestras sociedades. Es más: en su superficial e inofensiva irreverencia, más
animada por su afán de despertar la admiración de sus contertulios por la
osadía retórica de sus propuestas que por la profundidad filosófica de las
mismas, el postmodernismo destierra de las ciencias sociales cuestiones tales
como “verdad” o “falsedad”. En su visión se trata de meros asuntos
terminológicos carentes de toda sustancia real. El neoliberalismo polariza a la
sociedad, empobrece a las mayorías y erosiona la legitimidad democrática, nada
de esto podrá ser considerado como una verdad sociológica. El postmodernismo
remata, en consecuencia, en una concepción de la sociedad profundamente
reaccionaria y congruente con la que propone el neoliberalismo ¿por qué? Porque
si para éste la sociedad no es otra cosa que la sumatoria de infinitos átomos
individuales pre-sociales, para los postmodernos aquella no es más que un
conjunto heteróclito e indeterminado de actores, contingencias y
acontecimientos fugases y efímeros”.
Concluye esta primera parte del documento
refiriendo que:
“bajo ambas
perspectivas teóricas, la sociedad, su estructura e historia desaparecen por
completo como objeto de reflexión crítica, para no hablar de cualquier
pretensión de promover su transformación”. Agrega: ninguna de estos tradiciones
teóricas que tanto impacto han tenido en América Latina nos habilitan para
pensar la vida social y para practicar con rigurosidad lo que algunos llaman
“el oficio del sociólogo”.
El influjo de estas dos corrientes sobre la
cultura latinoamericana, y no sólo sobre las ciencias sociales, se tradujo en
un verdadero asalto en contra del pensamiento crítico. Bajo su égida no hay
pensamiento crítico posible. Más bien lo que se impone es una oportuna
resignación política; en lugar de pensamiento crítico, pensamiento único, o la
dura pero realista admisión de que no existen alternativas, de que este es el
único mundo posible y todo lo demás son melancólicas ilusiones. Hemos sido
derrotados, hemos perdido, el capitalismo ha triunfado definitivamente.
- La
crisis del modelo clásico de investigación sociológica:
Como resultado de lo anterior, en el caso de la
sociología, la principal consecuencia ha sido el abandono del modelo clásico de
investigación que durante un cierto tiempo tuvo vigencia en América Latina
(equipos de investigación, jóvenes estudiantes, plan de largo aliento,
universidades o instituciones públicas). Este andamiaje institucional fue
barrido, con diferentes grados de radicalidad según los países, por las
políticas neoliberales del Consenso de Washington aplicadas a nuestra región;
su lugar fue ocupado por lo que se denomina el modelo de consultoría; lo que
ahora se ha institucionalizado es un nuevo modelo de investigación que en poco responde a los cánones más elementales de una metodología científica.
Este estilo de investigación ha logrado introducirse dentro de las
universidades e instituciones públicas, aquejadas por un fuerte déficit de
financiamiento y que por lo tanto fueron cortésmente invitadas por las
autoridades a autofinanciarse, a recurrir a fuentes externas para sufragar –con
proyectos específicos de investigación que obviamente deberán responder a los
intereses de los nuevos financistas- una parte creciente de su presupuesto y,
dentro del mismo, las remuneraciones de los docentes. Por lo tanto ante la
crisis de lo público y de lo estatal en America Latina, esos organismos de
financiamiento terminan por definir una parte importante y creciente de la
agenda de investigación sociológica de nuestros países (BM, BID).
Ejemplo de lo anterior se sintetiza en lo
expresado por el autor: “los modelos teóricos que guían la mayoría de las
investigaciones que vemos sobre pobreza (y las políticas sociales que ejecutan
los gobiernos “democráticos” de la región) asumen que el enfoque del BM (Banco Mundial) es correcto y el único
que debe implementarse. Por su puesto se excluye de estas investigaciones
auspiciadas por dichas instituciones cualquier reflexión rigurosa acerca de las
causas que generan esa pobreza, de por qué el capitalismo latinoamericano se ha
convertido en una fabrica impresionante de producir pobres e indigentes, y por
qué la desigualdad económica y social se acrecienta aún aquellos países en
donde aparentemente el modelo neoliberal ha producido sus mejores frutos (…)”.
Todo lo anterior, refiere el autor, ha ido
configurando el difícil panorama por el cual transita las ciencias sociales, en
especial la sociología; dicho panorama se complejiza cuando se analiza la
“contrarreforma universitaria” puesta en marcha en América Latina en las
décadas de 1980 y 1990; ésta ha consistido en limitar la autonomía y los
recursos financieros de que disponen las universidades.
Como consecuencia de lo anterior, la agenda de
investigación de las ciencia sociales en América Latina, y fundamentalmente de
la sociología, no solamente está controlada por las agencias de financiamiento
–cada vez más escasas, concentradas, y con un control ideológico muy fuerte-
sino también por los comités editoriales de los journals norteamericanos y en menor medida europeos, que son
quienes dictaminan si un artículo de un latinoamericano es pertinente por su
objeto de estudio y correcto en su formulación teórica y metodológica.
- La
necesidad de un pensamiento crítico y radical
¿Por qué América Latina requiere de un pensamiento
radical? Ante esta pregunta el autor plantea: “porque la situación de América
Latina es tan radicalmente injusta, tan absolutamente injusta, y se ha visto
tan agravada en los últimos años, que si queremos hacer alguna contribución a
la vida social de nuestros países, al bienestar de nuestros pueblos, no tenemos
otra alternativa que la de repensar críticamente nuestra sociedad, explorar los
“otros mundos posibles” que nos permitirían salir de la crisis, y comunicarlos
con un lenguaje llano, sencillo y comprensible a los sujetos reales, hacedores
de nuestra historia”
La
academia y el pensamiento crítico
¿Será posible concretar este proyecto de
renovación del pensamiento crítico en el seno de la academia? En opinión del
autor no. La academia -es decir las universidades y los centros de
investigación regidos por el código de la academia- ha sufrido un proceso
involutivo que la tornado sumamente refractaria a todo pensamiento crítico, a
toda heterodoxia, y que solo le permite asimilar y aceptar a quienes, con razón
y mucha ironía, Alfonso Sastre denomina “intelectuales bienpensantes”. Es
decir, gentes a las que jamás se les pasaría por la cabeza tener el
atrevimiento de desafiar los saberes establecidos y los poderes que sobre ellos
se levantan. “El mundo de la academia –y las universidades son sus principales
bastiones- es un mundo de “disciplinas” rígida y artificialmente separadas; de
carreras que ofrecen conocimientos fragmentados y, por lo tanto, inútiles; de
interminables evaluaciones de informes y proyectos a cargo de “pares” que
valoran la tarea de sus colegas en función de estrechísimos criterios
disciplinarios y burocráticos, y en no pocos casos esgrimiendo el instrumental
del análisis “costo-beneficio” como si este fuera un método adecuado para
apreciar la fecundidad del pensamiento (…) la academia rechaza, por lo tanto,
al intelectual, es decir, a quién traspasa con su pensamiento universal las
absurdas y caprichosas fronteras disciplinarias que separan a la sociología, la
ciencia política, la antropología, la economía y la historia como si en la vida
real de los pueblos y las naciones de la sociedad, la política, la cultura, la
economía y la historia fueses “cosas” separadas o compartimientos estancos que
pudieran ser inteligibles en su espléndido aislamiento. Desoyen, de este modo,
el consejo de Gramsci cuando advertía sobre los riesgos de hipostasiar lo que
no son, ni pueden ser, otra cosa que distinciones meramente metodológicas. ¿Qué
más artificial y artificioso que la separación en “departamentos”
disciplinarios que terminan por des-educar a nuestros estudiantes,
convirtiéndolos en nuevos bárbaros del conocimiento?
Para concluir el autor retoma la pregunta ¿se
puede recuperar el pensamiento crítico en el enrarecido ámbito de la academia?
Su respuesta es no por una razón, a su juicio, simple: “su estructura y su
lógica de funcionamiento la llevan a abjurar no sólo de la célebre Tesis XI de
Marx que nos convocaba a transformar el mundo sino que, con su fanática
adhesión al conocimiento fragmentado y a su intransigente defensa de los
estrechos campos disciplinarios, también ha renunciado a toda pretensión de
interpretar al mundo correctamente. En suma: no quiere cambiar el mundo ni
puede cambiarlo adecuadamente”.
“Para que el pensamiento crítico pueda hacer pie
en la academia, primero habrá que revolucionar a las universidades (...) Es
necesario, por lo tanto, abrir de par en par las ventanas del mundo académico,
depurando su enrarecida y estéril atmósfera, y vincular estrechamente nuestra
agenda de trabajo intelectual con las prácticas emancipatorias de las fuerzas
sociales que luchan por construir un orden social más justo con nuestros
países. Se trata de un compromiso ineludible e impostergable”.
- Convergencias
y divergencias entre ciencias sociales y humanidades.
En vista de todo lo anterior, pasamos a considerar
dos elementos centrales: a) elementos diferenciadores entre las ciencias
sociales y humanas; y b) elementos convergentes. Entonces,
a. Posibles
elementos diferenciadores:
-. Las ciencias sociales a diferencia de las
humanidades son un conjunto de conocimientos recientes en el desarrollo y
proceso de construcción del conocimiento social como ciencia positiva, es decir
centradas sólo en entidades observables que se conocen de manera directa a
partir de la experiencia. Este campo aparece debido a fuerzas sociales e
intelectuales que venían formándose desde tiempo atrás pero que sólo se
manifestaron de manera particular durante el siglo XIX, (las revoluciones
sociales y políticas del siglo XVIII, el cambio de paradigmas ideológicos y
rupturas con las explicaciones celestiales, desarrollo de las ciencias
naturales, procesos de transformación social a partir de la revolución
industrial y la creciente urbanización
europea, las confrontaciones políticas y la construcción de estados) pero de
manera especial por el papel central que va a expresar del desarrollo del
Sistema Mundo Moderno o capitalismo.
“La ciencia
social es una empresa del mundo moderno; sus raíces se encuentran en el
intento, plenamente desarrollado desde el siglo XVI y que es parte inseparable
de la construcción de nuestro mundo moderno, por desarrollar un conocimiento
secular sistemático sobre la realidad que tenga algún tipo de validación
empírica”. (Wallerstein, 2006, p. 4)
Como campo de conocimiento, la ciencia social es
un campo de conflicto que conlleva a que esté en permanente proceso de
construcción y resignificación. Por
ejemplo la sociología surge como parte de la preocupación de intelectuales por
el orden social y el progreso, para tratar de comprender y entender los cambios trascendentales dados en la
sociedad moderna europea. Augusto Comte se preocupó por mostrar el proceso
gradual de cambio de estadio de la sociedad: estadio teológico, metafísico y
positivo. En Herbert Spencer esta misma preocupación la mostraba en su teoría
sobre las transformaciones de las sociedades simples y compuestas a sociedades militares e industriales y
Durkheim trataba de comprender las transformaciones de una sociedad que se
caracterizaba por una solidaridad mecánica hacia una solidaridad orgánica.
En tanto, la antropología surge como necesidad de
conocimiento de otras sociedades no europeas, salvajes y externas a las
realidades de los centros de poder. La antropología moderna del siglo XIX se
contrapone a las antiguas formas rudimentarias de antropología basada en
narraciones de exploradores, comerciantes, misiones y viajeros que salían de
Europa hacia otros lugares del mundo. Es el Darwinismo social y su incidencia
en la perspectivas evolucionistas que van a proveer a los antropólogos modernos
de un nuevo paradigma analítico que perdurará hasta mediados del siglo XX, no
obstante hoy se ha configurado como un neoevolucionismo. Para autores como
Gerar Leclerc.
La antropología
se presenta como un instrumento al servicio, primero, de la sociedad del siglo
XIX que busca cimentar su estatuto civilizador distinguido entre hombres y
“salvajes”, la polaridad del “nosotros” – “ellos” que se sistematiza en las
teorías evolucionistas (Tylor, Morgan, Frazer, etc.), y otorga “razón
histórica” a la colonización. (1973, p. 274)
La necesidad de conocer el “otro externo” y
“extraño” impone una perspectiva diferencial del mundo donde es EUROPA el lugar
donde se concreta la verdadera civilización. Serán las grandes trasformaciones
de la primera mitad del siglo XX que pondrán en cuestión esta idea de mundo
civilizado, pues los intelectuales antropólogos no comprenderán la paradoja de
cómo en ese mundo desarrollado se presentaron las grandes guerras y
confrontaciones que atentaron contra la dignidad de ser humano.
Por su parte, la geografía moderna (no la antigua
geografía de exploradores) inicia como parte de los andamiajes construidos por
una nueva lógica de comprender el mundo sobre su superficie terrestre. Durante el desarrollo de la geografía moderna, que se corresponde con
una etapa especial de las transformaciones sociales del siglo XIX, junto a
procesos de institucionalización como disciplina científica, más los aportes de
A. Humboldt, generan en su conjunto los primeros avances significativos en la
definición de región. El aporte de Humboldt está encaminado a redefinir la
geografía como el estudio de las interrelaciones entre el hombre-medio. Estos
hechos modificaron de manera sustancial la visión y el oficio del geógrafo.
La fuerte
influencia de las ciencias naturales desde Humboldt, que apunta hacia una
redefinición de la geografía como estudio de las interrelaciones hombre-medio,
junto al deseo de afirmar el carácter científico y a la vez específico de los
estudios geográficos, se plasman en la búsqueda de criterios de regionalización
diferentes a los históricos o a la artificialidad de los políticos, que
presentan además un mayor valor didáctico. (Méndez-Molinero, 1998, p. 19)
Los aportes geográficos proveerá a las lógicas
capitalistas dueñas de empresas coloniales, que van a tomar estos aportes
descriptivos y narrativos y sobre ello construirán las bases teóricas para
legitimar científicamente las ideologías de expansión y colonialismo de sus Estados
como por ejemplo el determinismo de Ratzel que fundamentó el nazismo Hitleriano
y el Posibilismo de Vidal de la
Blache (Vargas, 2006, p. 27) y la empresa maquiladora de
principios de siglo XX.
Y para el caso de la psicología tal como lo
expresan Papalia y Wendkos
“En cierto
sentido la historia de la psicología data de la antigüedad, de cuando filósofos
y líderes religiosos se preguntaban sobre la naturaleza humana e intentaban
explicar el comportamiento humano. Sin embargo, la psicología como ciencia es
una disciplina mucha más joven, tiene poco más de cien años”. (1988, p. 6)
-. Las ciencias sociales a diferencia de las
humanidades se construyeron como campos de conocimiento empíricos. La
sociología, la psicología, la antropología, la historia y la geografía humana
son disciplinas empíricas. Están detrás de los datos, los documentos, las
pistas y los hallazgos físicos y materiales. Y por tanto, van a prestar
destacada importancia y atención a los métodos y metodologías científicas. Sus
ejercicios investigativos se sustentan bajo enfoques (por ejemplo enfoques
cualitativos o enfoques cuantitativos) o en la combinación de ambos que se
ponen en movimiento a través de sus diferentes métodos y procedimientos para la
captura de la información. Como campos empíricos le van a prestar muchísima
atención a la construcción de los conceptos y las nociones. Pero siempre
conllevan a que se debe demostrar los planteamientos, sus tesis centrales o
hipótesis. Por ello el juego de variables e indicadores son centrales para la
producción intelectual de las ciencias sociales. Y esos elementos son
acompañados de análisis claros y concretos que pueden conllevar a reflexiones y
propuestas. La reflexión sólo hace parte de un proceso más amplio de
producción.
-. Las ciencias sociales empezarán a configurarse
en la dinámica del orden social establecido en un momento particular donde las
capacidades de la lógica del capital y del Mercado habían comenzado a impregnar
las formas intelectuales y de la producción científica. Recuérdese que como lo
plantea Wallerstein, el desarrollo del capitalismo necesitaba de un conjunto de
fuerzas intelectuales que le garantizara la efectividad de su inversiones, y
para ello, esas únicas fuerzas sólo las proporcionaría la ciencia más que la
religión, en tanto la ciencia posee un método efectivo a través del cual no
solo se garantizaba la precisión sino que se podía conocer mejor la realidad de
los hechos y de los elementos. Creer que DIOS era la respuesta a todo no era
criterio confiable para los grandes empresarios interesados en invertir sus
capitales. El análisis de los territorios, de los pobladores y su capacidad de
entablar relaciones fueron centrales para el desarrollo del capital del siglo
XIX e inicios del siglo XX que estaba en su apogeo expansionista. Esta nueva
forma de colonización ya no era como el periodo de colonización en América
latina dada a través del dominio religioso, sino que esta nueva forma de
colonización conllevó a un colonialismo que se insertó y se impuso sobre las
bases de las prácticas, las dinámicas, la economía y las políticas locales de
los lugares objeto y foco de atención. Así el capitalismo creció en la medida
de que la ciencia lo hizo también.
La
ciencia moderna se convirtió en el mecanismo a través del cual el sistema, por
un lado, lograba enfrentar las incertidumbres del medio, la sociedad y las
tecnologías, y por otro, accedía a mayores niveles de probabilidad y/o de
exactitud para la tomas de decisiones y precisión de pronósticos para saber qué,
dónde, cómo y cuándo hacer. En otras palabras, la ciencia moderna es parte
central del desarrollo y progreso del sistema que requería con pruebas, datos
empíricos, cifras exactas y toda elaboración precisa de las condiciones para
poder realizar las inversiones que son las que permitirán la expansión del
capitalismo sobre grandes áreas en el mundo. (Holguín, Ayala y Uribe, 2010, p.
17)
El sistema-mundo moderno, la economía-mundo
capitalistas, requería una mayor precisión en los pronósticos para poder funcionar
con eficiencia, ya que sin eso el proceso de inversiones, que es central para
su funcionamiento, no podría haberse extendido jamás como lo hizo, ni haber
asumido los altísimos riesgos que asumió, factores que permitieron su expansión
y auge. En consecuencia, fue necesario respaldar y sancionar socialmente un
nuevo modelo de certificación de la verdad, y ese modelo es la modalidad que
hemos dado en llamar ciencia, o para ser más precisos, ciencia moderna
(Wallerstein, 2004, p. 38).
De este modo sería ingenuo
el investigador que pretendió y que pretende negar cualquier valor político a
su trabajo o cualquier valor no científico, dentro de los marcos de la sociedad
en que se desenvuelve.
Este hecho sin duda va a afectar más a las
humanidades que van a ser desplazadas por estas lógicas de conocimiento, en
tanto el capitalismo conllevará a que las universidades y los centros de
formación escolar privilegien la formación de individuos centrados para la
producción y la fuerza del trabajo y no para la reflexión y el análisis. El
derecho, la filosofía y la historia quedarán atrapados frente a nuevas
profesiones técnicas, tecnológicas y de ingeniería. Hecho que se extiende con
mayor fuerza aun en nuestros días. Sobre este asunto existe abundante
bibliografía en Colombia y en el mundo que demuestra claramente este proceso.
Frente a este punto un comentario final e
interesante. Cuando uno lee el objetivo de la Ley 1286 de 2009 por la cual se modifica la Ley 29 de 1990 sobre
COLCIENCIAS, el objetivo general de esta ley es:
El objetivo
general de la presente ley es fortalecer el sistema Nacional de Ciencia y
Tecnología y a COLCIENCIAS para lograr un modelo productivo sustentado en la
ciencia, la tecnología y la innovación, para darle valor agregado a los
productos y servicios de nuestra economía y propiciar desarrollo productivo y
una nueva industria nacional.
Es interesante que este objetivo que es el general
de la ley no incluya cosas como: “y esto en beneficio de las comunidades y
pobladores…” Una racionalidad totalmente económica de la ciencia al servicio
del desarrollo productivo.
-. Frente a esta dinámica de la imposición del
Mercado, una tendencia crítica de las ciencias sociales hacia mediados del
siglo XX conllevará a que ésta sea impregnada por fuerzas intelectuales
marxistas que fueron críticas de la dinámica de este sistema. Las ciencias
sociales se transformarán desde ese momento y pasarán de ser un campo ligado al
orden y progreso, a un campo amplio de conocimiento que se centrará en los
impactos de las lógicas de los sistemas sociales, económicos y políticos
imperantes sobre la calidad de vida y necesidades de las comunidades. Aparecen
las sociologías críticas, las antropologías críticas y aplicadas, las
geografías críticas y educativas, etc.
-. Si bien, las ciencias sociales del hoy han
logrado importantes desarrollos, todavía es difícil separarse de la producción
clásica. Las ciencias sociales a diferencia de lo puede suceder en humanidades,
están proponiendo lo que se ha dado por conocer la descolonización del pensamiento social, que consiste en dar un
mayor valor a la producción propia latinoamericana. Sobre este asunto, por
ejemplo, no se tiene mucho conocimiento para el caso de las humanidades. Esta
tendencia ha generado adeptos y otros críticos.
-. Las ciencias sociales en el momento actual
están transformando sus lógicas de producción y pretenden un mayor impacto
sobre las comunidades y los pueblos. Un claro ejemplo es cómo elementos de la
profesión del Trabajo Social
empiezan a incorporarse en campos altamente reticentes a la solución de
problemáticas como la sociología. La intervención y los modelos de intervención
social hoy se incluye en sociología y antropología: sociología de la
intervención y antropología aplicada. Ambas armas muy poderosas para el
empoderamiento de las bases sociales. Un panorama alentador para fortalecer en
Colombia una sociedad civil que ha estado al margen, excluida y temerosa.
b.
Elementos convergentes:
-. Ambos campos han sido afectados por las
dinámicas del Mercado.
-. Como armas poderosas que pueden movilizar
importantes grupos, han sido excluidas y marginadas de los procesos de
enseñanza media y superior, de forma cautelosa. Y en algunos casos se ha
modificado sus currículos con temas más flexibles y pocos peligrosos para la
estabilidad de la nación.
-. Relacionado con lo anterior. Se les exige que
ellas deben guiar los valores constitucionales y éticos en los procesos
formativos de los individuos sociedad, una sociedad que juega a la doble moral
en tanto su espacio de acción se ha reducido y controlado, pero además donde
los valores están ligados a los valores productivos y de la sociedad de
consumo, marcados claramente en una Constitución basada en un modelo del
proyecto neoliberal. Entonces los componentes de la sociedad deben acomodarse a
estas directrices del poder.
-. Las Humanidades poseen una tradición que recoge
muchas épocas históricas. Cada generación de intelectuales humanistas, no solo
han buscado la forma de descifrar los planteamientos de los autores clásicos
sino que también han tratado de leer y aportar según sus contextos de vida a
las Humanidades. Consideramos que en este sentido cada generación le ha exigido
a las humanidades respuestas a sus preguntas, inquietudes y cuestionamientos y
eso de pronto, puede exigirle más a las humanidades de lo que ellas pueden dar.
¿Tienen las humanices la fortaleza de aguante para dar respuesta a cada
generación frente a sus cuestionamientos y preguntas? Creemos que todavía,
después de tanto tiempo transcurrido, las humanidades están respondiendo a
problemas planteados por antiguos pensadores sobre el ser humano y hoy se
tratan de comprender desde nuestros marcos mentales actuales. Hecho este
complejo e inseguro. Las ciencias sociales por estar formados en el contexto de
la sociedad de la economía mundo moderna no ha presentado de manera profunda
este problema.
-. Otro elemento convergente es por abordar la
dimensión humana existente en el planeta: En Humanidades una dimensión mucho
más trascendental, analítica y reflexiva, que opera en el orden mental y
profundo del sentir y existir del ser humano en toda su dimensión y
complejidad. Un mundo de grandes preguntas sin resolver sobre la existencia
humana y natural en todas sus dimensiones. Y unas ciencias sociales que como
polo a tierra, tratan de encontrar evidencias empíricas y físicas del
comportamiento de individuos, colectividades y grupos, es decir, estudiar
sistemáticamente las sociedades humanas, centradas de modo especial en los
procesos modernos los sistemas industrializados y terciarizados. Lo importante
es que humanidades y ciencias sociales no deben excluirse a la forma de la
tabula rasa, sino que por el contrario sus objetos y metodologías pueden llegar
a ser complementarias.
Así comparten su interés por el ser humano en
todas sus dimensiones (físicas/materiales y espirituales), situaciones
(individuales/colectivas), en tiempo (pasado/presente/futuro), que habita
(espacialmente) un mundo (en permanente construcción/destrucción).
-. Las Humanidades y las ciencias sociales han
comprendido que ninguno de los dos campos debe entenderse y trabajarse por
fuera de las relaciones espacio-temporales que son el marco de la existencia
humana y social, y de lo biótico y abiótico.
Bibliografía
Boron Atilio A. Las Ciencias Sociales
en la era neoliberal: entre la academia y el pensamiento crítico. En:
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Wallerstein, Immanuel (2006). Abrir
las ciencias sociales. Informe de la comisión Gulbenkian para la
reestructuración de las ciencias sociales. México: Siglo xxi editores.
[1] Profesor
Regular Titular de Teoría Política y Social, Facultad de Ciencias Sociales,
Universidad de Buenos Aires desde 1986.Investigador Superior del CONICET. Director
del PLED, Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias
Sociales, Ex -Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias
Sociales / CLACSO, 1997-2006. Formación académica: * 1972-76 Ph. D. en Ciencia
Política, Universidad de Harvard (Cambridge, Massachusetts). * 1967 Magíster en
Ciencia Política de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales /
FLACSO (Santiago, Chile). * 1960 Licenciado en Sociología con Diploma de Honor,
Universidad Católica Argentina (Buenos Aires, Argentina).
[2] Conferencia magistral
pronunciada en el XXV Congreso de la Asociación
Latinoamericana de Sociología (ALAS), Porto Alegre, Brasil 22
1l 26 de Agosto de 2005.
[3] Magíster en
Sociología, Docente y director del grupo de investigación:
“Conflictos y Organizaciones” de la Universidad Autónoma de Occidente. Estudiante
del Doctorado en Ciencias Ambientales, Universidad del Valle
[4] Magíster en Políticas
Públicas, grupo de investigación: “Conflictos y
Organizaciones” de la Universidad Autónoma de Occidente.