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miércoles, 29 de marzo de 2023

EL FENÓMENO DE LA VIDA Y LA SUSTENTABILIDAD

  El fenómeno de la vida y la sustentabilidad


Por:
Hernando Uribe Castro, PhD
Director General del Doctorado en Sostenibilidad

El 24 de enero de 2023, la Junta de Ciencia y el Boletín de Científicos Atómicos, daban a conocer el diagnóstico decisivo del actual escenario civilizatorio mediante el acto simbólico de ajuste del “Reloj del fin del mundo” o también conocido Doomsday Clock, que lo ubicó a tan solo 90 segundos de la media noche, cada vez más cerca del fin de la humanidad.[1]

El advenimiento de esta catástrofe humana resultó de su propio comportamiento civilizatorio. Se fueron trenzando líneas muy sensibles y peligrosas, tales como: conductas irresponsables e inapropiadas con la naturaleza, dados los modelos económicos globales que operaron en cada una de las naciones; confrontación armamentista entre países; capacidades atómicas de aniquilación global; uso de armas biológicas; inseguridad energética; decisiones y acciones (individuales y colectivas) acumuladas conducentes al complejo proceso del cambio climático planetario; incapacidad política nacional e internacional para resolver los conflictos; entre otras manifestaciones humanas de alta gravedad para la salud del planeta.

El que el segundero del reloj del juicio final avance o retroceda con respecto a la media noche, depende de las decisiones políticas que la propia humanidad tome en este momento; en ello, juega un papel preponderante el sentido y el significado que, como humanidad tenemos de y frente a la vida. Una catástrofe nuclear, por ejemplo, afectará a los humanos y al conjunto de la compleja trama del sistema viviente planetario, donde los umbrales naturales de los tiempos de vida se han caracterizado por ser variados en los organismos, como lo explicó Erwing Schrödinger[2], entre fracciones de segundos a decenas de miles de años.

Es interesante poder comprender esta paradoja: un comportamiento humano -que no dimensionó su potencial de aniquilación-, con respecto al comportamiento de la vida que, como lo explicó Schrödinger, evita la degradación: la vida se alimenta de entropía negativa para alejarse de la entropía máxima, la muerte. El fenómeno de la vida enfrenta la degradación mediante el metabolismo, es decir, a través del consumo de energía. Y para que ello sea posible, por lo menos en el planeta Tierra, se tienen los engranajes y ajustes del sistema complejo de los ecosistemas y sus principales principios de interdependencia, circuitos de retroalimentación, flexibilidad, fluctuación, diversidad y complejidad.

Pero algo ingresó a operar en la condición y conciencia del ser humano (especie que se integró al sistema de vida planetaria) que las condujo a reproducir comportamientos de mayor consumo y acumulación de niveles energéticos muy por encima del consumo de energía vital, necesario y disponible, así como de la capacidad de los ecosistemas para reaccionar al incesante y continuo deterioro producido por tal proceso.

Un actuar de sujetos ultra-subjetivados en la racionalidad del mercado y la neo-administración como muy bien lo denominó Laval[3], que transformó elementos de la naturaleza potenciales en la producción de energía y los materializó (materia como energía acumulada) en ganancias de capital maximizada.

De este modo, a la dinámica natural del metabolismo como proceso vital para mantener las condiciones de la vida y cuyo funcionamiento se acompasa con los tiempos de la naturaleza, se interpuso la activación de un metabolismo social agreste y artificial/económico que empezó a procesar grandes cantidades de materia transformada -de modo continuo y sin interrupción-, capaz de desbordar la capacidad de respuesta de la dinámica natural y cuyo funcionamiento se acompasó con el vértigo de los exigentes tiempos del capital.

Lo que condujo a unos altos niveles de presión permanente y acumulación de afectaciones ecológicas y problemas sociales, pero a su vez, engendró grandes riquezas a los agentes que se beneficiaron de la activación de este metabolismo social. Esto se tradujo en la acumulación de capital, que ha originado altos índices de desigualdad e inequidad, así como complejos enfrentamientos históricos entre naciones, grupos y corporaciones: bien por territorios, recursos o poder, con efectos nocivos para el sistema sintiente y viviente.

Lo paradójico además está, en cuanto a que, éste incremento en el nivel metabólico social por encima de la capacidad de respuesta de la naturaleza –direccionado por interés económicos- conduce por un camino mucho más eficiente hacia la entropía máxima o muerte del sistema de vida. Es por esta razón que, el principio fundante de la sustentabilidad como acto político-ético de responsabilidad humana, cuyo propósito está en “mantener las condiciones de la vida en el plantea para todos los seres sintientes y vivientes”, ingresa también como acto de esperanza. Donde la esperanza deja de entenderse como una simple “espera” en la incertidumbre, para transmutar hacia acciones entendidas como “actos éticos-políticos” posibles y realizables.  Esperanza en nosotros como espacio social de encuentro, como proyecto colectivo con sentido, como espacio de relaciones y relacional desde donde se construye y se reinventa los mundos posibles, el pluriverso éticamente responsable.

Un nosotros sistémico y a su vez dialéctico que, además de hablar, escucha. Incluso, reflexiona en el encuentro sobre preguntas fundantes, como por ejemplo ¿Sustentabilidad para qué y para quién? ¿Cómo alinear la necesaria consciencia de responsabilidad ecológica y ambiental en aquellos seres ultra-subjetivados en la racionalidad del mercado? ¿Con cuáles sujetos, nosotros, nos estamos pensamos nuestras realidades? ¿Cuáles son los ideales, intereses y proyecciones? ¿Qué estrategias de cultivación de un nuevo ser conectado con la trama de la vida se debe activar para transformar esta ruta de colisión con la devastación? ¿Qué sentido tiene para nosotros, la vida y el sentido de la vida? ¿Verdaderamente, estamos pensando la vida? ¿Entendemos, qué es la vida? y finalmente, nos alcanza a todos nosotros comprender de manera genuina ¿Qué significa mantener las condiciones de vida en nuestro planeta?

 


[2] Schrödinger, E. (1948). ¿Qué es la vida? Espasa-Calpe.

[3] Laval, C. (2015). Antropología del sujeto neoliberal. Paris: Laboratorio Sophiapol, Universidad Paris Oeste, Nanterre La Défense.