La sociología no es para profetizar, pero
sí para neutralizar y develar.
Por
Hernando Uribe Castro
Magíster en Sociología
En las entrevistas que regularmente se hacen a
sociólogos (as), aparecen preguntas que conllevan a respuestas donde éstos deben
encarnar el oficio del profeta. Una petición al modo de los profetas bíblicos
como Natan o Daniel, para que cuenten sobre el cómo será el curso de los
hechos.
Una muestra de ello es la reciente entrevista (10
de septiembre) que el director de un medio de noticias en Colombia para América
Latina le hacía a Ronen Shamir. El entrevistador pretendía que el sociólogo
israelí encarnara el profeta y declarara el curso de los hechos en esta parte
del mundo. Justamente analizaba este experto el tema de las protestas sociales
en Tel Aviv y las implicaciones que tenía para estos hechos para ésta parte del
mundo, pero era notorio el afán de Director del medio para que Shamir le
explicará ¿qué va a pasar en medio oriente?.
Ronen Shamir en varias ocasiones se vio en la
necesidad de aclarar a su entrevistador: “mire, no puedo profetizar!”. Las
circunstancias y los hechos sociales pueden ser tan variables que es imposible
determinar el curso de la historia.
Ya lo había expresado la sociología, y más
recientemente lo había recordado Pierre Bourdieu “el sociólogo debe evitar el
profeta que el público le pide encarnar”. Sociológicamente el profeta se puede
definir como aquel individuo que habla por inspiración de otro, un superior,
Dios. Un adivino que puede ver los acontecimientos del pasado, presente y
futuro, y que en esa medida puede predecir acontecimientos. Por supuesto, que
los sociólogos(as) no tienen esta virtud divina.
Pero ¿a qué se debe esta impresión que tienen otros
del oficio del sociólogo?
Podría pensarse que posiblemente porque el
imaginario que se tiene frente al papel del sociólogo es que sabe mucho de la
sociedad. Que el sociólogo puede comprender las complejidades del mundo social.
Pero pocas veces, los periodistas comprenden o
intentan conocer que precisamente la sociología puede desencantar del mundo. Es una
ciencia que tiene la capacidad de lograr develar cosas ocultas, descubrir
verdades donde todo es opaco (como polarizado). Sus hallazgos pueden llegar a
espantar a los políticos y atraer a grupos de población que buscan siempre
explicaciones a los fenómenos sociales que tratan de explicar sus problemas.
Los dispositivos que los sociólogos(as) incorporan
en su proceso de formación son muy potentes y poderosos, porque con ellos se
logra una comprensión más viva del mundo, despojando a ese mundo de todos
aquellos elementos que encubren las verdaderas verdades. Por ello, en una
sociedad cargada de múltiples intereses, la sociología se convierte en un campo
que molesta, que es poco comprendido y, en algunos casos, estigmatizado. La
sociología desenmascara, por ejemplo las democracias antidemocráticas y los
instrumentos que legitiman ese tipo de democracia. También puede develar cómo
los campos de conocimiento hoy en día se corresponden con las exigencias de un
modelo económico capitalista que privilegia el formato de reducción como mano
de obra para la reproducción del sistema de los que se benefician grupos
poderosos globales que usan la educación, el conocimiento y la ciencia a su
antojo. Exigen qué enseñar, cómo y dónde hacerlo.
Llama la atención que los sociólogos, así como
politólogos y otros profesionales, son objeto de búsqueda en los momentos en
que los medios necesitan darle sustento intelectual o científico para la
explicación de los hechos o acontecimientos sobre los que pretenden llamar la
atención.
Ronen Shamir, por ejemplo explicaba que en Israel,
se vive un proceso de democratización antidemocrático porque sus impactos
generan desigualdades sociales tremendas en las jerarquías sociales, pero que
además promovía el conflicto interétnico e ideológico de los pueblos que
comparten estos territorios. Por su puesto, que detrás de estos procesos de
falta democratización, se encuentran los dominadores y encantadores del mundo.
Estos elementos eran los centrales en la entrevista
y sobre los que, muy seguramente, se debió profundar más. Shamir es un hombre
intelectual de carne y hueso, un sociólogo y no un profeta de la tierra
prometida.
13 de septiembre de 2011