¡POR
UN CUERPO COMO TERRITORIO PROPIO Y SEGURO!
Por
Hernando
Uribe Castro
Magíster
en Sociología
Se debe entender
algo muy importante. Los marcos mentales de nuestras generaciones, sobre todo
de quienes nacimos antes de los años ochenta, todavía están impregnados por el
proceso socializador al que nos vimos sometidos por la familia, la iglesia y el
modelo escolar proveniente desde antes del siglo XIX, que instauró en nuestras
mentes valores morales afinados por la ideología del pecado, y en este sentido,
es difícil que muchos comprendamos cómo se mueve el mundo hoy.
En este sentido, para
muchos y muchas, comprender y aceptar el aborto, la adopción, la eutanasia, las
diferencias étnicas y la diversidad sexual y de género, es todavía un proceso
bastante complejo. Incluso algunos sectores, como el Vaticano, defienden la
idea según la cual el cuerpo de la mujer debe pertenecerle al orden patriarcal,
a la hegemonía masculina, a la que expresa que los hombres deben determinar qué
hacer con el cuerpo de las mujeres.
De los grandes
logros alcanzados en los nuevos tiempos ha sido precisamente la incursión de la
mujer en el escenario público que es también político. Este hecho es necesario
comprenderlo para entender las transformaciones hacia las que nos aboca el
proceso civilizador social. El ingreso de la mujer en este mundo conllevó a que
muchas dimensiones de la vida social se resignficaran, entre ellas, la relación
entre la mujer y su cuerpo, la mujer y su identidad sexual y su género. De la
iglesia y de otros sectores conservadores sólo podemos esperar que siempre
rechacen este tipo de hechos. Eso es “normal” y esperado.
La mujer es la única
que puede disponer de su cuerpo y para ello necesita todo un proceso educativo
que valore el sentido de su formación como sujeto social capaz de tomar
determinaciones con toda responsabilidad, le acompañe en su crecimiento y
desarrollo como ser social. Nuestras abuelas, aun temerosas de los castigos de
Dios, abortaban, y mucho, en sus tiempos donde el poder de la iglesia era mucho
más fuerte. Y por hacerlo de esa forma clandestina, muchas murieron pudiéndose
salvar.
Veo imágenes de
niños en Colombia y en otros lugares del mundo, como el África, que fueron
traídos a este mundo para que sea el sistema mundo moderno y su principal motor
la economía-mundo capitalista el que les prolongara la agonía de la muerte en
vida en medio de hambrunas, guerras y desigualdades. Agonías y sufrimientos
prolongados. En El Tiempo de hoy, aparece un artículo donde las mujeres y niñas
afganas que a causa de leyes religiosas, viven en una opresión, en esclavitud,
porque los hombres las consideran de su propiedad. Allá por ejemplo, las niñas
son vendidas en matrimonio.
Hoy los ciudadanos,
incluyendo todas sus diferencias étnicas y sexuales, deben reclamar por los
derechos que tienen sobre sus cuerpos. No más cuerpos dominados por la iglesia
o por el poder político. Los cuerpos deben encontrar su libertad, por supuesto
con responsabilidad. Y en ello, la clave es un sistema educativo que vele no
por convertir al ser humano en mano de obra sino en un ser humano analítico,
crítico, reflexivo y pensante. No temeroso por el pecado.
13 de
octubre de 2011