Ideas sobre la finca tradicional en el norte del Cauca, Colombia: retos y desafíos
Por:
Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales
Director Doctorado en Regiones Sostenibles
La finca tradicional es para las comunidades afrodescendientes del norte del departamento del Cauca en Colombia, símbolo de su tradición, resistencia y rexistencia. Un escenario que integra e interrelaciona pasado-presente-futuro.
Foto: Hernando Uribe Castro, Octubre de 2021. Vivienda de una finca tradicional del Norte del Cauca |
Es de tradición, porque ella representa un conjunto de saberes, conocimientos y prácticas (materiales y espirituales) que fueron heredadas de sus ancestros que ocuparon estas tierras una vez lograron su liberación del yugo de la esclavitud hacia mediados del siglo XIX. En la finca tradicional se depositan las gotas de sudor, sufrimiento y esfuerzo de los antepasados por delinear un futuro distinto y promisorio para sus descendientes. En ella se escuchan los ecos de las voces y pensamientos de sus antepasados.
Es de resistencia, porque la finca tradicional como espacio poliproductivo y diverso agencia una confrontación directa al modelo agroexportador monopolizador y de la agricultura comercial que se impuso por parte de los agentes del capitalismo agrícola en el norte del Cauca. Modelo agroindustrial que movilizó despojos, acaparamientos de tierras y efectos nocivos sobre comunidades humanas y ecológicas. Modelo agrícola que transformó mediante la intervención del Estado y los agentes del capital privado las condiciones geográficas y territoriales para adaptar el espacio a sus necesidades extractivas, productivas y comerciales, destruyendo ciénagas, lagos y conteniendo ríos en represas. Un modelo agroexportador que implementó un diseño territorial y modelación del paisaje bajo los parámetros requeridos y necesarios para la reproducción de capitales por parte de los agentes del capital agrícola y exportador.
Es de rexistencia, porque como espacio de vida que preserva la memoria ancestral, la finca tradicional de las comunidades afrodescendientes es considerada una alternativa para la economía familiar, pedagógica comunitaria y de vida colectiva. Un espacio que produce rupturas con la lógica organizativa del espacio del capitalismo global y con las formas de racionalidad productiva del modelo hegemónico tecno-económico.
Foto: Hernando Uribe Castro, Octubre de 2021. Vía que marca límite entre cultivos de caña y la finca tradicional |
Los esfuerzos impulsados por las comunidades y organizaciones sociales del Norte del Cauca se basan en la preservación-conservación de la finca tradicional como nicho y espacio de vida que mantiene la memoria viva de su cultura ancestral y su relación con el entorno natural. Escenario que contiene un tejido entre relaciones ecológicas y sociales.
La finca tradicional no es homogénea, pues ella misma expresa diversidad en sus contenidos y morfología. Son microespacios de diversidad, que proveen de seguridad alimentaria y permiten confrontar los problemas de escases de alimentos. Existen distintos tipos de finca tradicional: por su tamaño, dedicación productiva, forma organizativa interna, propietarios y localización. Algunas de ellas son asociadas como agroecosistemas y eco-culturales que proveen además de las plantas alimentarias, medicinales, condimentadas, mágico-religiosas y ornamentales, unos saberes basados en el respeto a los bienes de la naturaleza.
Algunas se encuentran más cercanas a los centros poblados y otras se hallan a larga distancia en medio de océanos de cañaduzales. Estas últimas se han convertido en evidencia viva de lo que fue esta sociedad y esta biogeografía en el pasado. De este modo, la finca tradicional es espacio para la acción política de recuperación de la tierra, el territorio, de saberes, de preservación de memoria y de sustentabilidad de la soberanía alimentaria. Como escenario económico, su red de mercado no se basa en las redes del mercado global, sino en los intercambios solidarios y colaborativos de productos comunitarios y locales, aportando a economías más localizadas y lugarizadas.
Defender y conservar la finca tradicional representa importantes retos para las organizaciones sociales afronortecaucanas. Uno de esos retos para su conservación tiene que ver con el tema generacional y el interés que los jóvenes prestan a estos espacios, sobre todo para aquellos que se encuentran distantes de sus espacios de vida cotidiana. Algunas fincas tradicionales distantes no poseen las condiciones de los servicios que si encuentran los jóvenes en la vida urbana, como agua, conexión a redes de energía, buenas vías de acceso, grupos de amigos, internet y telefonía celular. Este hecho ha distanciado a algunos jóvenes con la finca tradicional de sus padres y abuelos, porque las perciben como lugares vaciados y por fuera de la dinámica red de la vida social física y virtual.
Algunas familias poseedores de finca tradicional tratan de conservar estos espacios en condiciones óptimas, pero los costos del mantenimiento, el acceso y los tiempos laborales afectan una relación más directa y constante sobre este escenario. Se preguntan, ¿Cuándo ellos mueran, quiénes se encargarán de sus fincas?
Aunque la tentación por vender el pequeño pedazo de parcela siempre estará latente, existen dueños que tienen claro que mientras vivan, no cederían su propiedad a las empresas del monopolio de la tierra agrícola como lo son los ingenios azucareros y terratenientes. Las ciencias sociales han producido todo un estado de arte desde los años sesenta del siglo XX sobre las distintas formas de acaparamiento, despojo de tierras y políticas promovidas desde el Estado que han conducido a la pérdida de la finca tradicional.
Las fincas tradicionales rompen con el esquema y la lógica productivista de la agricultura comercial. Incluso con el orden y el esquema de gestión de grandes cultivos. Combinan en sus espacios internos distintas plantas, árboles, frutales y espacios para realizar actividades domésticas. En ella habitan diferentes grupos de animales que han encontrado ahí, un lugar de protección. No opera en la lógica capitalista.
Foto: Hernando Uribe Castro, octubre de 2021. Paisaje interno de una finca tradicional, Villa Rica, Norte del Cauca |
Las organizaciones sociales existentes en estos territorios están encaminando sus esfuerzos hacia otras pedagogías, nuevas formas de educación de sus jóvenes y población en general. Pedagogía emancipatorias, en el sentido en que lo expone Claudia Korol*:
“La pedagogía emancipatoria es, en esta perspectiva, un
espacio de producción colectiva de conocimientos, a partir de prácticas
sociales históricas de lucha por la vida, la libertad, la justicia, la
autonomía. Es un proyecto político cultural que promueve la creación social de
teorías que nos permitan interpretar y revolucionar la vida, a partir de las
experiencias de los movimientos populares, de sus búsquedas de comprensión y de
transformación del mundo, de diálogo entre los distintos sectores que
participan de las luchas sociales, y de estos con quienes en diversos ámbitos
investigan, estudian, y piensan críticamente las dinámicas de la vida social.
Se trata de un diálogo que permite a sus protagonistas volverse sujetos
históricos de las transformaciones, autores de relatos que rehacen el mundo,
designando con palabras antiguas, e inventando si es necesario nuevas palabras,
que nombren el proyecto, los sueños, el sendero o la diversidad de senderos
elegidos, rechazando los lugares alienantes que les son asignados –como fuerza
de trabajo ocupada o desocupada, ejército de reserva, base para la manipulación
de diversas instituciones políticas o religiosas, consumidores, excluidos y
excluidas, objetos de estudio, objetos sexuales, máquinas reproductivas,
objetos decorativos, etcétera.” (Korol, 2008, p. 179).
La “Escuela Itinerante”, tal como la denominan las organizaciones sociales afronortecaucanas, es impulsada como estrategia para promover nuevos discursos, otras interpretaciones y abrir nuevos horizontes sociales y educativos. Se está en este proceso, cada día más empoderado y valorado por las comunidades como alternativa pedagógica para sus pobladores.
Foto: Hernando Uribe Castro, 2019. Participando como invitado en un taller de la Escuela Itinerante |
Los resultados de estas nuevas pedagogías que promueven el reencuentro con la tierra, el territorio y la vida, empiezan a dar frutos, a despertar mentes y a abrir nuevas posibilidades de autonomía y libertad.
*Korol, C. (2008). La subversión del
sentido común y los saberes de la resistencia. En: De los saberes de la
emancipación y de la dominación / coordinado por Ana Esther Ceceña.- 1a ed.
- Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - CLACSO, pp.
177-191.