Cali,
ciudad de retazos y de jarillones
Por
Hernando
Uribe Castro
Ph.D.
en Ciencias Ambientales
Santiago de Cali se puede
considerar una ciudad de retazos, así como una ciudad de jarillones.
Primero. Cali es, urbanísticamente, una ciudad de retazos. En ella,
las huellas arquitectónicas de su pasado indígena, aldeano colonial y
republicano fueron borradas casi por completo por la mano de los agentes de la
inversión inmobiliaria y de los gobiernos locales, quienes desde las
administraciones no le prestaron atención al inmenso valor del capital histórico
y simbólico de los espacios legados de épocas anteriores.
La ciudad tradicional poco a
poco se fue desvaneciendo ante la mirada de todos sus pobladores. La
penetración de las lógicas territoriales del capitalismo, su financiarización y
la sobreacumulación desenfrenada de los agentes que hicieron inversiones para
aumentar su capital con el mercado del suelo, llevaron a un crecimiento urbano
ilimitado que hizo alargar sus tentáculos hacia las zonas ejidales, de
expansión y áreas no apropiadas para el crecimiento urbano.
La urbanización privada jalonó
la ciudad hacia zonas altamente vulnerables por sismos e inundación. Además de
ello, produjo segregación urbana, marginación y exclusión social. Incluso, la
ciudad en la actualidad presenta una alta demanda de agua para abastecer a la creciente
población que compra viviendas a altos costos financieros en el sur y en el
occidente. Esta alta demanda conduce a que el agua se convierta en el foco de
lucha entre los agentes privados (que ven en el agua un recurso capital que
garantiza las ventas de su negocio) y los ciudadanos (que valoran el agua como
un derecho humano fundamental y democrático).
A ello se suma que la
plataforma natural sobre la que se construyó la ciudad fue intervenida
definitivamente para abrir espacio al cemento, al ladrillo y al asfalto. Sus
distintos ríos desaparecieron, sus bosques fueron talados, sus humedales
desecados para dar paso a la dinámica urbanizadora moderna. Los tentáculos de
la urbanización (legal e ilegal) se ramificaron por distintas áreas, tanto en
la zona plana como en las zonas de ladera.
Los datos del documento "Cali en Cifras" de la Oficina de Planeación del 2015 expresan que en el área urbana de la
ciudad existía un total de 288 barrios aprobados y 88 urbanizaciones y/o
sectores. El número de barrios y urbanizaciones y/o sectores es desigual en las
comunas. Por ejemplo, mientras que en las Comunas No. 19 y No. 2 existen 32 y
24 barrios respectivamente, otras Comunas como la No. 1 y la No. 22 tienen 4 y
5 barrios respectivamente.
A las Comunas localizadas en
el oriente y en las zonas de ladera se les debe sumar los asentamientos
informales existentes. Por ejemplo, según informe de la Alcaldía en toda la
ciudad de Cali en 2010 se contabilizaban 66 asentamientos informales (informe
de Alcaldía de Cali, 2010) y en 2015, en el "Informe Seguimiento al Plan
Jarillón de Cali PJC", de la Procuraduría General de la Nación y de la
Personería Municipal de Santiago de Cali, señala que sólo en el jarillón del río Cauca (sin contar con los existentes en la Laguna de Charco Azul y el Pondaje, ni los que existen en las zonas de ladera) existían por lo menos unos 26 asentamientos informales con aproximadamente
8.777 viviendas. Crecen las urbanizaciones legales en la ciudad y crecen
también los asentamientos informales. A la par que la ciudad crece hacia el
sur, también los asentamientos informales se van extendiendo hacia esta zona tanto
en las zonas de ladera como en las zonas orientales planas.
Segundo. Hoy, Cali también es la ciudad de los jarillones: una ciudad,
cuyos agentes de Estado (que provienen o pertenecen al mundo de los privados) construyeron
por todos lados jarillones para canalizar los ríos: diques en el río Cauca, en
el Cali, en Lilí, en el Cañaveralejo y en el Meléndez. Diques para que sus
áreas de inundación fueran aprovechadas por los agentes privados e
inmobiliarios e integradas como áreas para la construcción de viviendas.
Se permitió vivir a muchas familias
en zonas de alto riesgo. De ese modo, se capitalizó el espacio de protección
hídrica en beneficio del lucro con la construcción y venta de viviendas en
barrios, urbanizaciones en conjuntos cerrados y edificios de apartamentos de 5
y más pisos. De este modo, se presentó y se continuará presentando, por lo
tanto, una acumulación por despojo de los espacios de la naturaleza.
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Edificios de apartamentos junto al río Lili en Cali Foto: Luis Hernando Hidalgo. Edición: Hernando Uribe Castro |
Las entidades del Estado del
control han quedado rezagadas y atadas a las fuerzas de incidencia política en
los espacios de decisión de parte de los agentes privados inmobiliarios,
quienes parecen tener una mayor fuerza a la hora de tomar cartas en cuanto a la
planeación y el ordenamiento de la ciudad.
La sociedad civil, algunos
entes del Estado y la academia se han visto desplazados de estos espacios. El
poder de los agentes privados, cuya razón de ser es la acumulación incesante en
beneficio propio, parecen haber eclipsado el actuar de los actores sociales
comprometidos con la construcción de una ciudad que debe plasmar la
democratización del espacio, de los elementos de la naturaleza y de la
inclusión de sus ciudadanos. Se tiene y se hace de la ciudad del hoy, un
espacio para agrandar y garantizar el negocio y no una ciudad para el derecho de
vivir de sus pobladores en armonía con la naturaleza.
Como se puede observar, todos
estos retazos y fragmentos de espacio y de historias, están relacionados con
todo: agua, urbanización, infraestructuras, actores sociales, agentes privados
y de Estado. Entender la ciudad es entenderla como un sistema, como un
metabolismo social, como un campo de luchas y de intereses.