Este es un espacio que propone reflexiones y debates sobre la inter-retro-conexión sociedad en la Naturaleza y la Naturaleza en la sociedad.

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jueves, 30 de noviembre de 2017

DE LA PUBLICIDAD AMBIENTAL ENGAÑOSA Y EL AMBIENTALISMO SUPERFICIAL

De la publicidad ambiental engañosa al ambientalismo superficial

Por
Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales

En tiempos recientes, los medios masivos de comunicación en Colombia han permitido el ingreso de algún tipo de publicidad con mensajes ambientalistas y ecologistas que llegan a millones de hogares colombianos. Publicidad “verde” de firmas corporativas y de empresas que «ocultan mostrando» (como lo expresaría Bourdieu), los nocivos impactos ambientales de sus productos. O que dicen ser totalmente ambientales cuando en verdad, no lo son.

Toda una publicidad ambiental superficial y engañosa (greenwashing) que hace uso del discurso verde, y que convierte a las corporaciones y a las empresas como sectores amigables, responsables y cuidadoras de los bienes de la naturaleza. Por ejemplo, el 9 de abril de 2016, salió un reporte en el periódico La República en el que se señalaba que “Algunas de las disposiciones que contempla Colombia, para proteger a los consumidores contra la publicidad ambiental engañosa, se encuentran en el Régimen de Protección al Consumidor y el Decreto 1369 de 2014, que reglamentó el uso de la publicidad alusiva a cualidades, características o atributos ambientales de los productos”[1] En noviembre de 2017, Portafolio, presentó los resultados de una encuesta realizada por YanHass sobre el comportamiento del consumidor frente a la publicidad engañosa, sobre todo cuando esta es descubierta o puesta en evidencia. Se dice que: “el 58% de los clientes ha dejado de adquirir algún producto por algo que dijo la compañía que lo vende. El 12% lo hizo por la mala calidad”[2]

Lo más complejo del asunto es que no solo existe la publicidad ambiental engañosa, sino que además existe una práctica publicitaria corporativa mucho más sutil, más profunda, que es manejada cuidadosamente por los publicistas y que es, por demás, más difícil de captar en la falacia de sus argumentos.  Se trata de aquellas corporaciones que, al pertenecer al campo del gremio extractivo minero y agrícola,  dicen estar basados en las prácticas de sostenibilidad y hacen uso de  argumentos disfrazados de lenguaje científico para hacerse notar como organizaciones responsables ambientalmente. 

Para reconocer este falso ambientalismo que se transmite con el poderoso encanto de la publicidad, el ciudadano requiere de unos dispositivos analíticos, de información y de conocimiento, muy poderosos para develar la verdad y sobre todo para esclarecer los sutiles mecanismos del poder simbólico. Como lo expresa Bourdieu, el poder simbólico “es en efecto este poder invisible que sólo puede ejercerse con la complicidad de quienes no quieren saber que lo sufren o que incluso lo ejercen”[3]

Este falso ambientalismo llega como discurso “verde” a una ciudadanía desprovista de estos dispositivos de pensamientos críticos y necesarios para determinar toda la carga de su falsedad: por ejemplo, empresas extractivas mineras que dicen realizar minería ambiental; gremios del monopolio agrícola que dicen ser sostenibles e impulsores del medio ambiente; Corporaciones deforestadoras que dicen proteger los bosques y la biodiversidad; empresas que ofrecen autos con motores ecológicos. Verdaderas falsedades que se imponen como verdades absolutas en las ingenuas mentes de los ciudadanos catalogados por estos poderes como clientes, quienes además cargan con el peso del analfabetismo ecológico y ambiental. Pero aún más, publicidad que no ha sido sancionada por ningún ente de control.

Como estrategia adicional para validar su actuar, las empresas y las corporaciones seleccionan algunos indicadores – y dejan de lado otros que pueden evidenciar los efectos nocivos de sus acciones-, para hacer uso de aquellos que más les beneficia en sus argumentos y que se ajustan a sus intereses para construir la imagen corporativa cargada de sostenibilidad. Hacen uso del concepto de sostenibilidad, concepto más representativo del pensamiento ambientalista superficial, para hacerse notar como preocupados por la naturaleza.

Este ambientalismo superficial corporativo, esta publicidad verde engañosa que utiliza argumentos ambientales para ocultar sus daños verdaderamente ambientales, requieren ser confrontados con conocimiento científico, con acción colectiva y con decisiones jurídicas. Se enfrenta con conocimiento, educación y formación ambiental. Con sensibilidad, conciencia y emocionalidad ambiental. Con fraternidad, empatía y reconocimiento de ser participe y parte de una especie humana que integra la compleja trama de la vida planetaria.

Una ciudadanía educada ambiental y ecológicamente -así como histórica y espacialmente, pero también crítica y sistémicamente-, es una ciudadanía que aporta en la construcción de una sociedad civil vigorosa y que exige a quienes ejercen el poder de la dominación económica y publicitaria, ser responsables sus acciones y honestos con la información que ponen en manos y en los sentidos de todos los públicos y de las autoridades. Estas son algunas expresiones de las luchas que se viven en el campo ambiental.




[1] La República. (2016). Publicidad ambiental engañosa. 9 de abril de 2016.
[2] Portafolio. (2017). La publicidad engañosa es lo que más aleja a los compradores. 6 de noviembre de 2017.
[3] Bourdieu, P., Inda, A. G., & Beneitez, M. J. B. (2001). Poder, derecho y clases sociales (Vol. 2). Bilbao: Desclée de Brouwer

miércoles, 15 de noviembre de 2017

PÁRAMO DE SANTURBÁN: UN CONFLICTO HISTÓRICO

Páramo de Santurbán: un conflicto histórico.

Por: Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales
Magíster en Sociología

El Páramo de Santurbán es un ecosistema de alta montaña en el nororiente de Colombia. Éste lugar ha sido foco de atención y debate en los últimos años, sobre todo, por los problemas que se presentaron con respecto a su delimitación, los títulos mineros otorgados por el gobierno nacional y las autoridades ambientales en la zona a lo largo de los años y la insistencia de empresas globales mineras en la extracción del oro y de los bienes existentes en él.

Desde 1995, se configuró con mayor claridad el conflicto ambiental en este páramo. Entidades ambientales, ambientalistas, comunidades que habitan la zona y la Unidad de Parques Nacionales del recién creado Ministerio del Medio Ambiente, habían iniciado un proceso de lucha para lograr conservar las 12.000 hectáreas que conformaban el Parque Natural Regional Sisavita, en Santander del Norte como estrategia para preservar el ecosistema que se encontraba en alto riesgo por la presencia de las empresas mieneras [1]. A esta estrategia se sumó la acción del municipio de Cucutilla que declaró a Sisavita como "Area de Especial Significancia Ambiental"; figura ésta, con la que se pretendía restringir el uso de las tierras del Páramo a la protección y a la actividad científica [2].

No obstante, y a pesar de los logros alcanzados, la gran minería buscaba el modo de acceder a las autorizaciones de parte de las agencias del Estado para llevar a cabo la explotación de oro. Es así como durante el siglo XXI, y precisamente, en el periodo del gobierno de Uribe Vélez, Ingeominas había otorgado títulos mineros en 5.905 de sus 12.000 hectáreas con el fin de explorar y explotar oro y plata[3].

En 2004, por ejemplo, se decía que la Corporación Autónoma Regional de la Frontera Nororiental - Corponor-, veía como alto riesgo para el Páramo la presencia de la multinacional Greystar Resources Ltd: 

sostuvo en el foro que la recuperación del páramo de Santurbán no será fácil, por la presencia de macroproyectos industriales en la zona (…) Sergio Niño, del área de Planeación de esa corporación autónoma, anotó que la explotación aurífera de la firma canadiense Grey Star, en California (Santander), es una amenaza ecológica porque implica un nivel muy alto de remoción de tierras a cielo abierto. Según él, esto podría tener un impacto muy negativo sobre las cuencas hidrográficas. Desde el año pasado (es decir 2003), la empresa norteamericana realiza trabajos para extraer entre 200 mil y 300 mil onzas de oro anuales[4].

Al cierre de la primera década del siglo XXI, en 2010, la Compañía del Acueducto Metropolitano de Bucaramanga (AMB) había señalado que sus estudios sobre los recursos hídricos del páramo demostraban que la explotación de oro pondría en riesgo las fuentes de agua que surten a más de un millón de habitantes de la capital santandereana, de Floridablanca y de Girón.[5]

Siete años después, en noviembre de 2017, el gobierno nacional informó que Emiratos Árabes invertiría $1.000 millones de dólares para extraer oro desde el próximo año en el Páramo de Santurbán. Según El Tiempo la multinacional Minesa, empresa de propiedad cien por ciento de Mubadala, un fondo de inversión y desarrollo del gobierno de Abu Dhabi, tiene la intención de explotar oro en zonas vecinas del páramo[6]Unas semanas antes al anuncio de la Multinacional Minesa con respecto al realizar la multimillonaria inversión, en el mes de octubre de este año, los medios colombianos habían informado que la Corte Constitucional había fallado una acción de tutela con la que tumbó la delimitación que el Ministerio de Medio Ambiente había realizado del Páramo en 2014. La Corte Constitucional también otorgó hasta finales del 2018 para que se realizara una nueva demarcación del límite con participación de las comunidades.

Las redes de corrupción, clientelismo y politiquería deben estar felices con el anuncio de la inversión de parte de Emiratos Árabes. Muy seguramente están presionando para que se apruebe rápidamente la licencia ambiental por parte de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales –ANLA-, para llevar a cabo esta actividad que es desastrosa ecológica y ambientalmente para el Páramo y para las comunidades cuyas aguas dependen de él. En el Páramo nace una red de cuencas hidrográficas entre las que se encuentra: los ríos Lebrija, de Santander; Pamplonita y Zulia, de Norte de Santander, y varios de los afluentes que nutren el río Arauca.

Como se puede observar, después de treinta años de lucha, el conflicto por la defensa del Páramo de Santurbán continúa. Las comunidades mantienen firme la defensa del ecosistema y de los bienes de la naturaleza que en él existen. Los distintos gobiernos a lo largo de estos treinta años, al parecer, han favorecido más los intereses de las multinacionales mineras que a las exigencias de las comunidades en su defensa de los bienes de la naturaleza.





[1] El Tiempo. (2008). “Santurbán, amenazado: ¿minería en los páramos?. 18 de agosto de 2008.
[2] Ibidem.
[3] Ibidem.
[4] El Tiempo. (2004). “Santurbán, reserva en Peligro”. 30 de julio de 2004. La cursiva es mía.
[5] El Tiempo. (2010). “Debate en Santander por proyecto minero”. 14 de mayo de 2010.
[6] El Tiempo. (2017). “Ambientalistas rechazan anuncios de inversión árabe en minería”. 13 de noviembre de 2017