Agentes y agencias “ambientalistas”
verdaderamente falsas!
Por
Hernando Uribe Castro
PhD. en Ciencias Ambientales
Magister en Sociología
Vivimos un momento de gran turbulencia ecológica y ambiental producida por una racionalidad humana, que reduce a valores de capital todo cuanto se pueda reducir. Una característica de este momento es la indolencia que produce en muchos corazones, cerebros y cuerpos la extinción, el dolor, el sufrimiento de otras especies, de otras vidas y la de muchos otros seres humanos.
Se
perciben las plantas y los animales, incluso muchas almas humanas, como
objetos, como artículos, como productos, muchas veces, como objetos de
decoración. No se comprende, no se entiende y no se quiere ver que cada vida,
por más grande o diminuta que sea, es
posible porque existe una compleja trama de inter– retro–conexiones físicas,
biológicas, es decir, planetarias y cósmicas que lo permiten. Detrás de cada
vida existe una compleja interacción que a veces escapa a los ciegos ojos
humanos. La vida de una planta o de un animal vale por sí misma. Esa vida es en
sí misma.
Los
humanos tenemos gran dificultad para despojarnos de esa idea ingenua, parcial y
egoísta según la cual, solo viven aquellas cosas que nos son productivas, que nos
son útiles y que nos benefician. Los humanos cargamos con una suprema
arrogancia de especie que ha producido el desastre de planeta en que nos hemos
convertido. Ello conlleva a pensar que hace falta una reconexión con la vida, una
visión del mundo distinta y en toda su complejidad y toda su trama.
Una reconexión que permita experimentar no solo las múltiples dimensiones de la
existencia sino también lo pequeños y diminutos que somos con respecto al
tamaño de la incertidumbre cósmica.
De
dientes para afuera, nuestras palabras parlotean sobre la crisis ambiental y la
necesidad de encontrar soluciones, si es que la conciencia acepta verdad; pero
de dientes para adentro, las intenciones, comprensiones, intereses y modos de
entender la existencia producen comportamientos que expresan la total
desconexión con la vida. Se podrían citar miles de ejemplos sobre este hecho,
pero deseo referir uno que acontece en estos días en Cali. En diciembre se
celebra solamente durante 4 días la Feria de Cali, evento que poco a poco se ha
ido privatizando. Para este evento se construyen unas tarimas para que la gente
pueda ver los desfiles. Para este 2017, el Departamento Administrativo de
Gestión del Medio Ambiente y la alcaldía de Cali habían comunicado que podarían,
trasladarían y erradicarían 43 árboles para construir la tarima. Una tarima que es
provisional porque solo se construye en la fecha decembrina. Se echó
más leña al fuego cuando a través de redes sociales se difundió un fragmento de una entrevista a una funcionaria que expresó: “Estamos en la ciudad, no
en el campo, y como la ciudad se combinan otros tipos de derechos, entre esos
cultura, entonces se justifica la tala; los ciudadanos no debemos generar
polémica y debemos pensar en arborización donde nacen las cuencas y no en la ciudad" Comentarios que por cierto es desacertado, lamentable e inapropiado.
De
inmediato tuvo que intervenir la Personería Municipal de Cali y los habitantes
sensibles a la protección ambiental para denunciar estos hechos. Según el
periódico El País “La Personería Municipal informó este viernes que las
justificaciones del Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente,
Dagma, para intervenir 43 árboles sobre el separador de la Autopista Sur
Oriental, no son válidas y recomiendan no otorgar permisos a Corfecali”[1]
Sorprende
que entidades, que dicen estar enfrentado las consecuencias del cambio climático, que favorecen la protección de los bienes de la
naturaleza, de su cuidado, incluso de su conservación, terminen reproduciendo
acciones contrarias a todo ello que burdamente afectan en gran cantidad y dimensión. Acciones que
se llevan a cabo con mensajes y “verdades” verdaderamente falsas. Con embustes
y falacias. Utilizan y hacen uso de los conceptos ambientales como estrategia y
argucia para hacer creer que están en la línea de la responsabilidad ambiental.
Esta trampa es más peligrosa aún porque las acciones que llevan a cabo las realizan
y las imponen mediante dispositivos y argucias que timan, engañan y mienten a
la toda la comunidad.
Estos
agentes -que dicen hablar y actuar en nombre de las instituciones más
ambientalizadas del Estado y que además proclaman que velan por el cuidado de
plantas y animales-, reproducen el falso ambientalismo: talan árboles con toda
su diversidad de vida en ellos para construir tarimas, canalizan ríos para
favorecer el negocio de la creciente segregación urbana, proponen urbanizaciones en antiguos basureros, autorizan la construcción de infraestructuras en zonas de humedal, permiten el despojo a las
comunidades de su tierra para plantar los lucrativos monocultivos que amplían
las arcas de la acumulación de capital privado. Todo ello se hace en nombre del "progreso" y del "desarrollo" que son más importantes, dicen ellos, que unos
cuantos árboles talados, unas cuantas bosques extintos, unos cuantos humedales desecos, unos cuantos ríos
transformados y contaminados. Ojo, cuando se tala un árbol no es solo la vida
del árbol la que desaparece sino toda la trama de vida con la que está
conectado ese árbol. Cuando se deseca un humedal se afecta todo el sistema de vida que habita en él y los otros ecosistemas que dependen de él.
Agentes
que siendo cuotas políticas de intereses burocráticos de otros agentes de
Estado, seguramente de más rango poder, van en contra de las evidencias de una
humanidad al borde de la inexistencia planetaria. Mientras que con una mano
sostienen el parlante con el que le vociferan al pueblo lo sostenible que son
sus acciones “ambientales” llevadas a cabo, con la otra mano y sierra entre
dedos, manipulando maquinaria y haciendo cuentas con el capital, arrasan y
depredan con las formas de vida, los colores, los olores y los bienes de la
naturaleza.