¿Vidas hurtadas?
Por
Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales
En la actualidad es posible observar cómo las personas hemos ido
adquiriendo la capacidad de realizar tantas actividades en un mismo momento. Por
ejemplo: ver televisión, conversar, alimentarse con una mano y con la otra
digitar frases a través del celular haciendo uso del chat y de las redes
virtuales ¿pero por qué, si somos capaces de hacer esto, carecemos del tiempo
para dedicárnoslo a sí mismos? ¿Cómo es que hemos llegado a esta situación? ¿Cómo
es posible que este fenómeno se perciba como algo normal, natural y común? Estos
actos de exigencia del ser y de sus capacidades biológicas y corporales puede
suceder a lo largo del día, de la semanas, pero al final, nos damos cuenta que
estamos llenos de soledad, cansancio y ansiedad.
Al ser una práctica que se ha ido generalizando -sobre todo en las
generaciones de los adultos y más jóvenes-, empieza uno a darse cuenta que este
fenómeno no es algo personal -es decir producto del individuo-, sino que es un
fenómeno social que está siendo producido e impulsado por unas fuerzas que
actúan sobre el conjunto de la sociedad. Poco a poco los seres humanos vamos
perdiendo la vida y el tiempo que la contiene; y se lo están robando con
nuestro propio consentimiento basado en el desconocimiento del cómo es que
funcionan estas estrategias de manipulación del ser. Se nos está imponiendo la
idea de que la vida debe ser vivida así, de que no existe otro camino para
cambiar este proceso cada vas más mercantilizado, incluso, de que este es el
camino correcto que lleva hacia el progreso, el desarrollo y la prosperidad de
la humanidad.
Detrás de toda una cortina de humo, construida por los empresarios
de los medios globales y los gobiernos, se hallan los principales motivadores,
dinamizadores y ejecutores de este proyecto de control social global. Las principales
corporaciones globales y sistemas financieros, que controlan la actividad
económica del mundo y que están promoviendo una serie de estrategias muy
poderosas y agrestes para que las personas dediquen buena parte de su vida a
atender y responder a sus exigencias e imposiciones.
Mensajes, lemas y símbolos son partes importantes y funcionales de
toda esta maquinaria para hacer que, tanto marcas corporativas como intenciones
de los mercados, sean unas realidades con las que buscan transformar a todo ser
humano en un ciudadano consumidor. Las Corporaciones logran de este modo incorporarse
en las comprensiones y acciones, para permanecer más tiempo en las mentes y las
conciencias.
Una de esas estrategias es la conocida como Branding empresarial, mecanismo a través del cual, el empresario y dueño de las marcas, tratan
de crear y mantener un vínculo con las audiencias, compradores y clientes, para
obtener su fidelidad y felicidad, haciendo uso del mundo publicitario y
comunicacional. Y no solo van detrás de la felicidad de cada ser humano, cada
consumidor convertido en un código, sino que además buscan apoderarse de la
memoria histórica porque la estrategia pretende ser parte de la historia de ese
ser. De este modo, será recordada continua y permanentemente. Se tiene así, el
consumidor como un producto terminado, modelado y manipulado por las
estrategias del control corporativo.
Por ello, pareciera que en la sociedad contemporánea, no hay
actividad humana que esté por fuera del espacio del control y del acoso del
mundo corporativo. No solo tienen un inmenso poder en la estructura social,
sino que también se han ido incorporando en la estructura mental y cognitiva de
cada usuario y consumidor. Y con estas estructuras incorporadas responden de modo
disciplinado y manipulado al llamado continuo que hace la Corporación, y
termina consumiendo más y accediendo insaciablemente a sus productos y
servicios para enfrentar el aburrimiento y alcanzar la “felicidad”. Es así como
éste proceso se hace cada vez más continuo, permanente y preciso.
Absorben día a día, la vida del consumidor -y con ello su tiempo/espacio-,
de un modo tal, que este acto “vampiresco” pasa a veces desapercibido y muy
sutil. De la vida en los espacios públicos, el consumidor controlado y
manipulado termina consumiendo en centros comerciales o a través de redes
virtuales los productos puestos en escena. Por ello, los medios masivos de
comunicación (físicos y virtuales) se vuelven más importantes, sobre todo porque
manipulan la imagen, la semiótica y el vocabulario. Construyen su propio
mercado lingüístico y lo hacen popular y popularizante. No es raro entonces,
que surja la estrategia de “menos palabras, más significado”. Esta es la
estrategia de la infantilización del discurso y la banalización de la realidad.
Han producido un “encantamiento”, un “hechizo”, una especie de
“adormecimiento” bajo maniobras del entretenimiento, para que nadie sea
consciente de que cada segundo de su vida, es bombardeado por las estrategias
de control de los medios de comunicación y la dominación que produce la
publicidad y el mercadeo. Una pérdida de vida que se hace irreversible. Cada
segundo que es vivido bajo los determinantes y parámetros impuestos por el
mundo corporativo es imposible de recuperar, pues el proceso es irreversible
-cada segundo que nos pasa en la vida es un segundo que nos aproxima más a la
muerte.
Han logrado ir suplantando la vida en grupo, en colectivo y en
comunidad, por una vida individualizada y masificada, donde el mundo (sus
imágenes, colores, formas, texturas, paisajes, sucesos, etc.) cabe en un
pequeño dispositivo que es usado por cada individuo. Las personas pueden pasar
varias horas del día realizando innumerables actividades y ninguna de ellas
dedicadas para sí mismos.
El individuo puede pasar todo el día conectado aisladamente en
Internet; también ejercitando el cuerpo para despertar el capital erótico y
transformarse en una marca para llamar la atención de otros (“verse bien,
sentirse bien”) a través de la virtualización de su imagen en plataformas como Facebook
o Instragram. Otros se la pasan solucionando los problemas cotidianos porque
tienen sus necesidades económicas muy próximas; unos más, se la pasan consumiendo,
comprando o drogándose para enfrentar el aburrimiento.
No es raro entonces, que el resultado de este proceso de manipulación
sea el que los individuos consumidores y dinamizadores de las corporaciones
globales, ya no les queda tiempo para sí mismos. De hecho, se han visto
obligados a veces -de modo inconsciente o poco consciente- a realizar varias
actividades en un mismo momento sin dedicarse el verdadero tiempo. A desdoblar
su existencia, sus sentidos y emociones para el mundo del mercado.