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miércoles, 1 de junio de 2011

EL SUEÑO DE TENER UNA CASA EN COLOMBIA, UN NEGOCIO QUE REPRODUCE EXCEDENTES DE CAPITAL PRIVADO

El sueño de tener una casa en Colombia, un negocio que reproduce
excedentes de capital privado

Por
Hernando Uribe Castro
Magíster en Sociología

La casa es, sin duda, el lugar que cobija a un significativo número de personas. Ha sido, por excelencia, el refugio del miedo de la humanidad a ese mundo exterior desconocido o a entornos complejos. Es el lugar de la familia, del hogar. En ella se vive, se sueña, se proyecta. Está en la visión de futuro, y en las idealizaciones. Es, por tanto, un punto fijo en el espacio, del cual se parte (cada día o bien a intervalos más largos) para volver.

La casa es ese instrumento que satisface la necesidad de refugio y abrigo, no como un instrumento estático y anclado al suelo, sino como un espacio significativo de emociones, vivencias, de historia y sentimientos. Es la expresión material del hogar. Desde ella se observa el mundo exterior a través de sus puertas, ventanas y todo equipamiento técnico y tecnológico.

La vida cotidiana que está en ella y fuera de ella, resulta clave para el devenir de los seres humanos. Es un punto desde donde se observa el mundo circundante, el entorno, y el mundo más allá del horizonte visual. Este punto fijo es la casa, que no significa que estar en casa sea ausentarse del mundo.

La dinámica de la vida conlleva a que desde muy temprana edad se eduque a las personas con la fija meta de tener una casa. Así pues, acceder a una casa es cumplir parte de la tarea que como humanos, nos han dimensionado en el transcurso de nuestra vida productiva. Aunque no es fácil conseguirla, especialmente en Colombia, ella da el sentido de propietario, de tener algo, para el presente y sobre todo para el futuro; el lugar donde meter la cabeza para cuando llegue la inexorable vejez.

Como lugar, la casa es un sentimiento que alberga siempre lo conocido y lo habitual, elementos necesarios para crear un sentido de familiaridad, así como de seguridad; finalmente, la casa protege. Es el lugar donde se guardan las pertenencias, por tanto se debe asegurar bien. Contribuye, además, a afirmar relaciones afectivas entre los ocupantes, algo así como el calor de hogar, no obstante los conflictos y las disputas que en ella o por ella se puedan dar. Ir a casa significa moverse en la dirección de un punto fijo en el espacio donde esperan cosas conocidas, habituales y concretas que generan identidad, arraigo.

Así pues, construir una casa implica inversiones que pueden ser económicas y afectivas. ¿Pero qué otra cosa tiene la casa, que le llama tanto la atención al sector financiero?

A la casa se le ha provisto de un valor de consumo, de suntuosidad y de clase social en un mundo donde la lógica del mercado impera todos los asuntos de la vida social. El apartamento, el apartahotel, el conjunto cerrado, el condominio, hacen de las casas unos lugares que están a la par con lo que se consume; la publicidad del consumo invita a modernizar la forma como se vive, cuyos resultados se verán expresados y materializados en lo que se entiende hoy por calidad y nivel de vidas. La casa y su equipamiento se pueden convertir en termómetro de la capacidad adquisitiva en muchos casos.

En los procesos urbanizadores más recientes las casas se transforman debido a las nuevas lógicas que se impregnó a la configuración urbana. De los barrios horizontales que tomaban grandes áreas para la vivienda, se pasa a otra lógica de ahorro de espacio por el valor que adquiere la tierra en forma vertical. Los nuevos conjuntos urbanos se construyen en la lógica menos espacios, más viviendas. Y la forma de ahorro del espacio es la construcción hacia el aire. Antonio Zárate explica que se trata de un forma particular de ordenación “open planning” que tiene como eje central la base de un conjunto de edificios de viviendas multifamiliares que se disponen en bloques aislados o semi-aislados, o en torres de varios pisos, acondicionados con espacios funcionales de parqueo de autos, zonas de recreo, sociales para reuniones, fiestas o encuentros o áreas verdes, entre otros.

Ahora bien, el nuevo esquema de construcción de las viviendas se centra en el ahorro del espacio para que sea más funcional y responda de alguna manera a las nuevas lógicas de configuración espacial y de las familias: De casas con suficiencia de espacios para albergar a familias extensas, se pasa a espacios reducidos que de manera más o menos estandarizada corresponden a 60 metros cuadrados en los cuales se construyen alcobas, cocinas, baños, zona de ropas, zonas de estudio y hasta el cuarto de la empleada de aseo. El tamaño de la casa se convierte en un elemento que puede ser entendido como mecanismo de control social en términos del número de personas que integran el grupo. Son diseños de vida para no más de cuatro personas por unidad familiar. Esto concuerda con la racionalidad del espacio del hogar que imponen hoy los planeadores de la vivienda en Colombia.

La ciudad moderna en occidente se ha ido configurando con el proceso de reproducción de capital, porque este ha sido sin duda el lugar en donde mejor se expresa la relación entre la reubicación del excedente del capital y las transformaciones del espacio urbano. Como lo expresa David Harvey, el capitalismo está motivado por la necesidad de encontrar espacios lucrativos para la absorción de excedentes de capital y la urbanización es uno de esos nichos más llamativos. Por algo no es raro que el Informe de Desarrollo Mundial del 2009, elaborado por el Banco Mundial y titulado Una nueva geografía económica, exprese que la urbanización, las migraciones y la intensificación del comercio de productos especializados forman parte integrante del proceso de desarrollo. La conclusión del informe es clara: “estas transformaciones continuarán siendo imprescindibles para el éxito económico del mundo en desarrollo y deberían alentarse” (Banco Mundial, 2008, p. IX), conclusión ésta de suma preocupación.

En los últimos años, las ciudades principales en Colombia han visto como, tanto en áreas periféricas, zonas de ampliación urbana, se vienen construyendo un conjunto de urbanizaciones en forma de conjuntos cerrados que poco a poco se han tomado tierras que en periodos anteriores tenían un uso agrícola o que hacían parte de las áreas de inundación de los ríos (madres viejas). Con la expansión de la ciudad, los valores de estas tierras van a ser más beneficiosos si su uso se destina para procesos de ampliación de la frontera y el perímetro a través de la urbanización. Estos procesos, como bien se puede evidenciar, son acompañados, financiados, movidos y ofertados por el sistema financiero que otorga “importantes beneficios” a los compradores a través de supuestos flexibles créditos hipotecarios, importantes descuentos si el pago es en efectivo o financiados a largos plazos, módicas cuotas y bajos intereses. ¿No es extraño esto? En Colombia, muchas familias despues de haber logrado financiar su casa de interés social con el gobierno y a través de las entidades bancarias, y de haber pagado por mucho tiempo sus cuotas, veìan como en vez de disminuir la deuda esta al contrario aumentaba a tal punto que eran valores que no podìan pagar y entonces debían devolver la casa, perder todo el esfuerzo y, además de ello, quedar con la deuda y sin la casa. Señalados en bases de datos como morosos y deudores del sistema.

Este hecho inquieta bastante, en la medida de que los ciudadanos creen que la ciudad es una construcción colectiva de los pobladores, pero ahora, se evidencia cada vez más la intervención de las elites del capital y la reubicación de sus excedentes de capital, aparentemente, dirigidos al ciudadano particular como proceso de desarrollo y progreso, pero que vuelve la ciudad algo no comprendido y extraño para sus pobladores y habitantes del común, que pocas veces pueden disfrutar de esa otra ciudad espectáculo, de negocios, turística y globalizada.

Una ciudad que privilegia no al ciudadano político y propositivo sino un ciudadano consumidor.

Hernando Uribe Castro
Junio 2 de 2011
huribe@uao.edu.co