MENOS CIUDADANOS Y MÁS ESPECTADORES: LA
ESTRATEGIA MEDIÁTICA
Por
Hernando Uribe Castro
Magíster en Sociología.
En uno de los más reciente libros que pronto saldrá
publicado en coautoria con mis colegas[1],
expresamos que los medios de
comunicación, en la sociedad actual, cumplen un papel más centrado en el
entretenimiento de los públicos (audiencias), antes que el de informar y
construir una perspectiva crítica en los(as) ciudadanos(as). Lo anterior opera
a través de las representaciones e imaginarios que de-construyen a diario.
Crean, de esta manera, falsos contextos que no corresponden a la realidad
social; además de utilizar un lenguaje noticioso, que si bien resulta poco
elaborado y simple, tiene como particularidad que sectores de opinión no
alcanzan a comprender en su totalidad, los mensajes que acompañan a los hechos
noticiosos emitidos a diario.
Los medios imponen comportamientos, creencias y
gustos en todos los públicos que se exponen ante ellos, como mecanismo que
permite garantizar, por un lado, importantes ganancias a estos grupos
empresariales y a toda la cadena de producción a través de la pauta
publicitaria[2], y
por el otro lado, la completa confusión de las audiencias que no alcanzan a
comprender, sistémicamente, los hechos que los medios reportan todos los días.
Buen sustento de ello, es decir, de la función que
los medios han venido desempeñando en la reproducción de esta sociedad de
consumo, tiene que ver con el papel que la publicidad desempeña en este
proceso, tal como lo pone en reflexión Mario Vargas Llosa en su texto La
Civilización del Espectáculo cuando expresa que:
“El
vacío dejado por la desaparición de la crítica ha permitido que,
insensiblemente, lo haya llenado la publicidad, convirtiéndose ésta en nuestros
días no sólo en parte constitutiva de la vida cultural sino en su vector
determinante. La publicidad ejerce un magisterio decisivo en los gustos, la
sensibilidad, la imaginación y las costumbres. La función que antes tenían, en
este ámbito, los sistemas filosóficos, las creencias religiosas, las ideologías
y doctrinas y aquellos menores que en Francia se conocía como los mandarines de
una época, hoy la cumplen los anónimos «creativos» de las agencias
publicitarias.”[3]
Los medios de comunicación tienen la capacidad de
imponer unos principios de visión del mundo, una especie de prisma, a través de
la cual se observa los acontecimientos. Banalizan lo verdaderamente importante
y lo banal se espectaculariza. Juegan con los sentimientos, las sensibilidades
y emociones a través imágenes acompañadas de bandas sonoras tal como en el
cine.
Es claro que los medios de comunicación privados
han presentado mayor preocupación por la rentabilidad y el lucro más que por
generar un ambiente propicio que permita a las audiencias aportar en su proceso
de construcción como ciudadanos más interesados por los problemas del país y
sus asuntos económicos, políticos y sociales. En este escenario, tanto la
política como la literatura, el cine y las artes plásticas, fueron banalizadas
por la publicidad y convertidas en mercado para la industria cultural.
En Colombia, es claro y palpable el modo como los
intereses de los poderes económicos y políticos que utilizan los mecanismos
mediáticos logran tener efectos en su intervención en cuanto al manejo amañado
y/o manipulado de la información, por el afán por la primicia noticiosa y la
capacidad de generar falsas opiniones públicas a favor de sus principales
beneficiados. Como dice el nobel de literatura, de los árboles pintados no caen
hojas, diríamos nosotros que desde los medios privados, no se construyen ciudadanos
críticos y reflexivos.
El problema con esto es que los espectadores y
consumidores de estos medios creen en la verdad de la pantalla, idolatrándola
de tal modo, porque su lenguaje es claro, sencillo y emocional, tal como lo
expresa Ignacio Ramonet, soportando todo discurso en imágenes, sonidos y poco
texto. Algo así como si el espectador dejara que los medios piensen por él. La
televisión de modo particular, se presenta como un medio “gratuito” que además
de entretener, distraer, sacar de la cotidiano y rutinario, tiene la ventaja de
que hace creer que para llegar a ella no se necesita pensar, analizar o
cuestionarse, como tampoco exige el tener memoria histórica y política.
Situación, esta, difícil, preocupante y aterradora.
28 de mayo de 2012.
[1] Germán Ayala, Carmen J. Holguín, Guido Hurtado y
Adriana Anacona
[2] Bourdieu, Pierre. (1997).
Sobre la Televisión. Barcelona :
Editorial Anagrama.
[3] Vargas Llosa, Mario (2012). La civilización del
espectáculo. Bogotá: Alfaguara. Pág. 38