Naturaleza, ambiente y gobierno
Por: Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales
Director Instituto de Estudios
para la Sostenibilidad
En reciente reunión convocada por el Departamento Nacional de
Planeación (DNP) en el Salón Gobernadores del edificio de la Gobernación del
Valle del Cauca para socializar las bases del Plan Nacional de Desarrollo, el expositor
del DNP inició su intervención abordando el tema de cómo llevar a Colombia
hacia la senda del desarrollo y la globalización. No habían pasado cuatro
minutos cuando pronunció la siguiente frase: “el medio ambiente no puede
convertirse en un obstáculo para el desarrollo”.
Si al escuchar los primeros planteamientos sobre el desarrollo, ya
sentía extrema preocupación, esta última frase pronunciada por el expositor me
produjo una increíble consternación. Me pregunté de inmediato ¿Cómo es posible
que ante todas las evidencias que se tienen frente a los efectos del cambio
climático, la grave crisis ambiental, los acuerdos logrados en París y los esfuerzos
de millones de personas en todo el mundo por mantener un planeta vivo,
gobiernos actuales como el de Colombia, continúen con posturas tan
irresponsables y malintencionadas con la naturaleza?
Al darle vueltas y vueltas a lo dicho por el ponente del DNP “el
medio ambiente no puede convertirse en un obstáculo para el desarrollo”, de
inmediato vinieron a mi mente las palabras escritas por la profesora Noguera en
el primer capítulo del libro titulado “Pensamiento
ambiental en la era planetaria. Biopoder, bioética y biodiversidad”, que
expresan lo siguiente:
“Los discursos geopolíticos y biopolíticos de la mundialización y
la globalización ha conformado ejércitos de sujetos tecnológicamente
homogenizados bajo un modelo único de
habitar la tierra. Esto ha facilitado formas hegemónicas de dominación en las
cuales los sujetos, uniformados y uniformantes, declaran la guerra a la tierra
para fines estrictamente productivos. Inspirada en la globalización de la
tierra – en el aplanamiento de sus pliegues, repliegues y despliegues; en el
aislamiento de sus estrías y el ocultamiento de sus mutaciones permanentes -,
[…] me pregunto cómo la globalización niega lo planetaria. Un delirio fáustico,
emergente de la creencia según la cual el sujeto
trascendental está por encima de las diferencias mundovitales, produce dos acontecimientos terribles para la vida en
el planeta: el desarrollo y la guerra, hermanos gemelos e inseparables”[1]
Sin duda alguna, la reflexión de la profesora Noguera es clara y
acertada. Así como preocupante, desacertada y peligrosa es la frase pronunciada
por el agente del DNP para los ecosistemas, las comunidades y el sistema de
vida territorial y planetario. La política de los actuales gobiernos que han
llegado al poder en diferentes países del mundo -como Estados Unidos, Argentina,
Brasil, Colombia, entre otros-, es desafiante y arrogante con la naturaleza. Políticas
que reducen la diversidad y exuberancia de la vida planetaria a términos
productivos y de rentabilidad económica. Y una tendencia a considerar el
desarrollo como crecimiento económico a ultranza.
Desde la racionalidad de los agentes del Estado, así como de los agentes
corporativos, se establece que no se puede dejar nada por fuera de la ecuación
económica de la rentabilidad, ni mucho menos del cálculo racional. Consideran
que esta ecuación es la esencia de la vida y de todo lo que en ella existe. Un
reduccionismo que convierte cada uno de los componentes y elementos de los hábitats
en materia prima del sistema. Bourdieu lo indicaba claramente cuando expresaba
que: “Hoy nos quieren hacer creer que es el mundo económico y social el que
puede resolverse con ecuaciones”[2].
Nosotros incluiríamos además del mundo económico y social, la dimensión del
sistema planetario ecológico y ambiental en la frase del sociólogo francés.
Es muy perturbador pensar que no existirá bajo estos gobiernos
ninguna garantía de que los parques nacionales naturales, santuarios de flora y
fauna, espacios de reserva natural y ecosistemas estratégicos terminen
convertidos en nichos productivos para la economía global e incorporados como
centros fructíferos de la cuantificación moderna capitalista. Lugares que por
muchos años han sido protegidos, defendidos y conservados como resultado de la
lucha de las comunidades ancestrales, grupos y movimientos ambientales, así
como por múltiples actores que valoran la importancia de la naturaleza y que
son sensibles a la crisis ambiental y ecológica.
De hecho, desde hace algunos años, se ha tratado de incorporar
estos espacios a las lógicas de la productividad del capital, tratando de
desmontar normatividad existente, vulnerándola o justificando el cambio de su
marco legal. Ha sucedido con el Parque Tayrona para la explotación del turismo
global, la megaminería que amenaza constantemente el Páramo de Santurbán en
donde existen aproximadamente 457 especies de plantas vasculares, helechos y
afines, y 293 especies de fauna vertebrada[3].
El concepto que están utilizando, que han apropiado y que han adaptado
estos agentes para llevar a cabo sus planes, programas y proyectos, así como
para justificar la transición de estos lugares a espacios altamente productivos
es el de “servicios ecosistémicos”. Y como lo explicaba el agente del DNP, estos
nichos no pueden convertirse en un obstáculo para impulsar e implementar las
políticas de desarrollo de la nación que “tanto necesita”, sino que sus
servicios ecosistémicos pueden ser aprovechados para la explotación de materia
prima y la economía nacional. Se entiende que bajo esta lógica capitalista, los
ecosistemas estratégicos serán incluidos en los proyectos neo-extractivistas
como paquete importante de los planes de desarrollos para producir y reproducir
ingresos y mejores indicadores para el PIB nacional.
Para estos gobiernos, todo es posible de ser explotado. No
contiene esta mentalidad principios éticos sustentables, o de la ética de la
responsabilidad o del principio de precaución. La lógica, la ética y los
principios que prevalecen, son los principios de la ganancia económica, del uso
de materias primas y de la explotación incesante para “mejorar la economía del
país”. Todo ello movilizado además con prácticas ilegítimas, irregulares y
éticamente incorrectas que se realizan en los espacios de la institucionalidad tanto
pública como privada. Detrás de todo ello está el beneficio propio y no el bien
común. De hecho, estas prácticas se llevan a cabo con un despliegue y entramado
de “rarezas” y “enmarañamiento” que son capaces de violentar los marcos legales
y normativos, pasar por encima de la justicia y despojarse de toda culpabilidad.
Todo ello conlleva a lo que Gudynas ha denominado “usos ilegítimos de
posiciones de poder”[4].
Ante este escenario, se prevé una intensificación de los
conflictos ambientales en Colombia. Desarrollo y guerra se combinan para
producir efectos perturbadores. Así como una situación de extrema gravedad,
riesgo y peligro para líderes comunitarios y defensores de derechos humanos y
del ambiente. Tan preocupante es esta situación que, agentes de la ONU,
especialmente el representante del Alto Comisionado para los Derechos Humanos
en Colombia, ha instado al presidente actual de responder con urgencia ante el
incremento de asesinatos de líderes sociales[5].
Tiempos difíciles son los que se vienen con estos anuncios
directos del gobierno nacional sobre el manejo que se le dará a la política
ambiental y, los planes de desarrollo. Una gran proporción de la sociedad
colombiana continúa anestesiada, adormecida, silenciada y entretenida. Otra porción
importante está atenta, movilizando opinión a través de medios tradicionales,
alternativos o redes sociales. Las Universidades cumplen un papel central en
este escenario de alta tensión, como espacios desde donde se movilice la
reflexión, el conocimiento y el diálogo para encontrar salidas.
Febrero 4 de 2019
[1] Noguera de
Echeverri, Ana Patricia. (2018). Pensamiento ambiental en la era planetaria.
Biopoder, bioética y biodiversidad. Una interpretación de los desafíos
simbólico-bióticos en la aldea global. Bogotá: Universidad Nacional de
Colombia. p. 9.
[2] Bourdieu,
Pierre. (2002). Pensamiento y acción. Buenos Aires: Libros del Zorzal. p. 30.
[3] Corporación
Autónoma Regional Para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga.
[4] Gudynas,
Eduardo. (2018). Extractivismos y corrupción. Anatomía de una íntima relación.
Bogotá: Ediciones desde abajo.
[5] Desde Abajo.
(2019). “ONU pide a Iván Duque que responda a los asesinatos de líderes
sociales. Enero 14 de 2019.