Este es un espacio que propone reflexiones y debates sobre la inter-retro-conexión sociedad en la Naturaleza y la Naturaleza en la sociedad.

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miércoles, 29 de enero de 2020

LAS INTERVENCIONES POLÍTICAS DE LAS CIENCIAS AMBIENTALES


Las intervenciones políticas de las ciencias ambientales[1]

Por
Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales
Director Doctorado en Regiones Sostenibles

El campo ambiental puede definirse como un espacio social de luchas y confrontaciones entre distintos tipos de agentes de Estado, corporativos y sociales que desde sus lugares, posiciones y jerarquías perciben, comprenden y actúan según sus visiones e intereses frente a los bienes existentes en la naturaleza.

Estos diversos intereses no solo se ubican en una dimensión económica sino también en una dimensión ética y política. Por tanto, las ciencias ambientales como uno de los componentes destacados del campo ambiental, es un espacio de formación académica e investigativa que está inserto tanto en el mundo científico como en el mundo de la sociedad ‒y sobre todo cuando su objeto de estudio y de investigación orbitan en la comprensión y entendimiento de las relaciones de inter-retro-conexión entre los grupos humanos y los ecosistemas‒ no puede quedar al margen de los verdaderos debates y discusiones que se producen en la sociedad con respecto a la dimensión ambiental de la existencia.

Unas ciencias ambientales distantes de la realidad social ‒desinteresadas, desconectadas y con expresiones de desidia ante un mundo que está siendo destruido ecosistémicamente por otros agentes interesados en sacar renta, provecho económico de los bienes existentes en la naturaleza‒, serán unas ciencias ambientales orientadas al fracaso.

Las ciencias ambientales no pueden ser de escritorio y de oficina. Por tanto, como estudiantes, profesores, egresados, y, en general, como una comunidad académica altamente “ambientalizada”, pensante y reflexiva, tenemos la obligación de integrarnos y con nuestras palabras ofrecer una visión crítica y propositiva que confronten aquellos poderes, decisiones, burocracias y tecnocracias que atentan con sus políticas contra la vida de los ecosistemas y la de todos sus bienes. Esa es la lucha que se produce en el campo ambiental.

Nuestra posición y nuestras posturas como autoridad científica que posee el criterio para plantear y dar verdaderos debates con respecto a la defensa, el cuidado y la protección son importantes y necesarios. Tenemos la eficacia de la argumentación y de la prueba científica pero también de la eficiencia del poder simbólico para influir decisivamente e incentivar un respeto y promover la dignidad por la trama de la vida. Las ciencias ambientales aportan en este sentido a la construcción de un “habitus ambiental”. Se requiere de unas ciencias ambientales que dialoguen con el mundo, con los agentes comunitarios y organizativos, con los movimientos políticos y sociales.

Quedarse callados y dormitar en los silencios profundos ‒siendo agentes que piensan y reflexionan sobre los efectos producen en la naturaleza los eventos como la gran minería, el monocultivo, la injusticia ambiental, la destrucción del bosque, del agua, del aire, de la biodiversidad, la nefasta actuación de la burocracia extractiva y destructora‒, es un acto de alta y significativa desidia e irresponsabilidad.

Especialmente cuando nuestras palabras, autorizadas por la ciencia y nutriéndose de esta fuente, y en nuestros actos investigativos (que son actos científicos y políticos), contamos con los dispositivos, los recursos argumentativos y demostrativos, para combatir el reduccionismo y la desproporción del interés económico que en función de la extracción a gran velocidad quiere extraer riqueza y acumular capital, y por ese camino, exterminar la vida en el planeta.

Incluso, quedarse callado para denunciar lo que está sucediendo en términos de la ciencia ambiental, aun conociendo y reconociendo los efectos nocivos y perversos de las políticas, de las acciones de Estado y de las consecuencias de las actividades empresariales y corporativas que afectan directa e indirectamente los ecosistemas, nos convierte en cómplices de esta destrucción.

Se debe tener la fuerza de la palabra y de la prueba científica para movilizar los movimientos sociales, en los escenarios de debate y en los espacios en donde se toman las decisiones a favor o en contra de la defensa de los bienes de la naturaleza para producir un efecto en aquellos que tienen la opción de transformar y cambiar el rumbo de esas políticas y decisiones destructivas, esta es parte de nuestra tarea, es nuestra lucha y más aún, es una obligación.  Se crea entonces, la imperiosa necesidad de pensar y de actuar.

No es posible congelarse en la urna de cristal ni refugiarse en las fronteras rígidas de la “ciudad sabia” viendo desde la distancia cómo se destruye el mundo, la casa común, toda la existencia. Entre nuestras ideas, reflexiones, propuestas, investigaciones, posiblemente pueden encontrarse las posibles respuestas, e incluso, las posibles soluciones por una sociedad distinta y un buen vivir planetario.




[1] Esta reflexión hace parte del libro de Uribe Castro, Hernando (2018). “Sobre el campo ambiental”. En: Cuadernos del Doctorado No. 1, Universidad Autónoma de Occidente, pp. 133-135.