El “arte” de las rupturas
Por:
Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales
Director Doctorado en Regiones Sostenibles
Pienso
que si por algo es reconocido el campo de la sociología – y especialmente la
sociología de Pierre Bourdieu-, es por haber afinado los mecanismos y las
herramientas académicas e intelectuales del “arte de la ruptura” entendida como el conjunto de disposiciones,
destrezas y habilidades para desvelar los hechos ocultos, decir a la sociedad
lo que ella no quiere saber, desenmascarar las estructuras sociales más
arraigadas en lo individuos, quitar los velos de los fenómenos sociales y
comprender que la sociedad no es transparente.
El
ejercicio de realizar rupturas permite activar capacidades comprensivas que
ayudan a deconstruir realidades "naturalizadas" y fuertemente arraigadas como verdades absolutas. Un ejercicio que incluye además, el que se pueda acceder a los dispositivos analíticos con los cuales se pueda no solo deshacer "verdades" sino también se pueda diluir "veracidades" inmovibles y fijas que habitan en cada uno de nosotros. Descubrir los determinantes sociales que pesan sobre cada uno y que influyen tanto en este pensamiento rígido como en las formas como observamos el mundo. Se puede suponer que el arte de la ruptura, así como la sospecha, sirve para comprender mejor por qué somos como somos y por qué actuamos como actuamos.
Unos
ejercicios de reflexividad que deben proyectarse también hacia los otros
escenarios de nuestra existencia social –por ejemplo la familia- y sobre todo
en aquellos campos a los que confiamos nuestros procesos formativos -como seres
sociales, profesionales-, como la escuela y los campos de conocimientos a los
que nos adscribimos. Reconocer y poner en juicio (en suspenso), todos los
determinantes sociales que pesan sobre nuestras formas de percibir, apreciar y
actuar para neutralizarlos y, de este modo, captar mejor la vida social de la
que hacemos parte.
Lo
que es importante además es que el arte de la ruptura cae muy bien cuando
enfrentamos el análisis de campos como el poder, el Estado, el científico, el
religioso, el burocrático, el de las estructuras económicas, el de la industria
cultural, entre otros. Las cosas no son como aparentar ser y nunca se presentan
tal y cual son. Por ello es necesaria toda la imaginación posible para
desenmascarar y para descubrir los mecanismos ocultos, las apariencias, las
representaciones, los discursos y las argucias con las cuales se legitiman, se
imponen y se validan.
La imaginación en
el arte de la ruptura va acompañada de constantes quiebres y de instrumentos de
pensamiento. Se construye, se estimula, se alimenta del ejercicio permanente de
reflexividad, de la reflexión teórica, de las sospechas epistemológicas y de
las ideas preconcebidas, de la mirada crítica al pasado, de la comparación de
universos, de la búsqueda de nuevas formas de apreciar y de comprender, de
medir y establecer los múltiples determinantes; también de dimensionar y de
romper con “adhesiones y adherencias”. Rupturas y desenmascaramientos que también
van dirigidas hacia las visiones parciales y falseadas que fueron construidas
de antemano y de las falsas oposiciones o polarizaciones.
Pienso que en el
campo ambiental, el arte de las rupturas cumple un papel central, sobre todo porque
aporta a desvelar las argucias, los argumentos, los esquemas de imposición con
los cuales, agentes de Estado y agentes corporativos legitiman y legalizan los
actos con los cuales se lleva a cabo la destrucción del planeta. El arte de la
ruptura y la sospecha, permite desenmascarar las falsas verdades con las cuales
se impone el orden económico como orden natural sobre todos los territorios de
la Tierra. Confronta las políticas, los planes y los programas que en nombre
del "Desarrollo" y el "Progreso", así como del bien común y universal, se llevan a
cabo y que conllevan a pletóricas afectaciones socioambientales que pueden
llegar a ser irreparables e irreversibles. También para confrontar las argucias de aquellos que niegan el cambio climático y que defienden el incesante crecimiento económico como única vía posible de bienestar y felicidad.
Hacer
rupturas no es fácil y sobre todo, hay que saber desvelar. Hay evidentemente
que aplicar los instrumentos de pensamiento y reflexión para desenmascarar las
trampas del sistema, las filosofías espontáneas, las legitimidades legitimadas,
el conocimiento inmediato, la “naturalización” o el sustancialismo de los
agentes sociales y de los fenómenos sociales, los testimonios biográficos, los
conceptos y nociones, los trabajos anteriores, la aplicación de métodos que se
transposicionan de un lugar a otro, los doxósofos,
entre otros.
Pero también el
arte de la ruptura (auto-ruptura) con una fuerte carga de reflexividad permite
un mirarnos hacia adentro y comprender porque actuamos y pensamos como lo
hacemos aun viendo que nuestras acciones provocan daños irreparables a los
ecosistemas. O por qué ante las evidencias de destrucción continuamos siendo
negligentes o desinteresados ante las injusticias y los daños ambientales. Por
ello, el arte de la ruptura implica ejercitar no solo reflexividad sino también
incorporar unos principios éticos basados en la responsabilidad, la precaución
y el cuidado. Principios de justicia social y ambiental, de respeto por la diversidad,
así como conciencia y emocionalidad ante la naturaleza.
El
arte de la ruptura y la sospecha nos ayudan a escapar de las distorsiones, de
los disimulos y de las deformaciones, de los falsos afanes interpretativos de
la realidad y de los actos irresponsables que puedan provocarnos daños a
nosotros, a nuestra especie y las demás especies y, por supuesto al planeta
Tierra, nuestra casa común.