ASÍ ESTAMOS EN EL MES DE MAYO DEL
2020
Por:
Hernando Uribe Castro
Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales
Hacemos parte de un mundo social donde una masa de seres humanos
para poder existir, tiene que obedecer las reglas y los requerimientos
impuestos por el capital y sus agentes dinamizadores. Cada individuo entrega su
fuerza física, su capacidad intelectual y su práctica al trabajo desempeñado en estas empresas,
industrias y corporaciones para que estas puedan crecer y sostenerse
económicamente; el sistema económico -“regulado” por el Estado- ofrece a cambio
de ello, un salario valorado en pesos mínimos (según el oficio desempeñado):
con este salario, los individuos tienen que sobrevivir, pero también tienen que
adquirir del mercado los servicios que estos prestan mediante el sistema de compras
(alimentos, servicios, productos, lujos, diversión...). Y en estas se la
pasa la sociedad día a día. C. Marx, en su momento, describió muy bien las bases
esenciales de este proceso.
Al llegar el Covid 19, esta maquinaria de sistema mundo capitalista casi se paralizó. Un virus
que se expandió exponencialmente por todos los países y cuyo modo de contagio se
producía de forma muy fácil. En pocos días, el número de enfermos y muertos
aumentaron las tasas e indicadores de morbilidad y mortalidad: al 20 de mayo la
situación era 4.6 millones de enfermos en todo el mundo, 323 mil muertos. Los
gobiernos, por sugerencia de la Organización Mundial de la Salud, confinaron en
aislamiento a casi la totalidad de la sociedad mundial, sin saber cómo proceder.
Todo se paralizó por varias semanas. Entonces, para no detener el sistema y
evitar su colapso y declive, se implementó el teletrabajo.
Millones de personas -con posibilidades de conexión a Internet y
dispositivos- entraron en esta lógica y bajo cuarentena. Desde sus casas
teletrabajaron, abrieron las puertas de la intimidad de su hogar a las
corporaciones. Otros millones de seres humanos, sin esta posibilidad, tuvieron
que encerrarse en casa (si tenían por supuesto casa) con la ansiedad, la
preocupación y la incertidumbre, y sobre todo con la esperanza de recibir alguna
ayuda, apoyo o acto de buen de corazón de parte de amigos, vecinos, familiares
o del Estado. El mundo durmió temeroso y en silencio, mientras los animales se
tomaban el lugar público de los humanos.
En algún lugar del mundo, desde la Casa Presidencial, un hombre se
vio obligado a tener colgada la banda de presidente, a tener que sentarse al
lado de la banderita y pegarse a la espalda la pintura del General Bolívar todos
los días para salir en televisión, y para que la sociedad le creyera que él,
era el presiente. Frente a la pantalla anunció ayudas, mientras por fuera de
ellas realizaba gastos suntuosos y compra en armamento: compró armas para
enfrentar los futuros disturbios y paros sociales que se le venían encima por
su ineptitud e incompetencia; gastó el dinero de la paz en publicidad para
subir su rancia imagen en las encuestas; contrató funcionarios éticamente
cuestionados y cuestionables por antecedentes criminales; favoreció con ayudas a
los banqueros y grandes empresarios; liberó a peligrosos delincuentes que
estaban en las cárceles; algunas ayudas que se suponían iban dirigidas a los más necesitados, quedaron atrapadas en redes de corrupción; unas más, se fueron a beneficiar a los ciudadanos muertos; Otras ni siquiera salieron de los fondos del Estado.
Incluso, mantuvo abiertas y funcionando las empresas
extractivas, deforestadoras y de monocultivos, todas ellas destructoras de vida y de naturaleza. Por ello, mientras la sociedad
civil y los defensores de derechos estaban en aislamiento obligatorio (indignados y exponiendo sus denuncias en Internet), los conflictos ambientales se
profundizaron porque los crímenes ambientales no se detuvieron, así como tampoco se detuvieron los asesinatos selectivos a líderes sociales y ambientales.
Los pequeños comerciantes y grupos de familias buscaron por todos
los medios para mantenerse vivos y a salvo. Se vieron obligados a no cumplir
con la orden de aislamiento para resolver sus problemas económicos (personales
y familiares) del día a día. Pero la enfermedad seguía su expansión, y los
índices de enfermos y muertos empezaron a sumar exponencialmente.
El dólar trepó los valores más altos mientras el peso colombiano
se devaluó. El valor del petróleo en el mundo estuvo por debajo con cifras históricas arrastradas por el suelo; las pérdidas económicas de muchas empresas
de sectores como turismo, aerolíneas y comercio cayeron. Por ello, la presión
de las corporaciones y empresas no se hizo esperar en la puerta y entrañas de
la casa presidencial. Exigieron abrir la economía y terminar con la cuarentena
de la sociedad. Para estos hombres de negocio, era más importante que la
economía funcionara y que la gente trabajara y gastara, así se reportaran unos
cientos de miles de muertos. Esos muertos, según ellos, no significaban nada
para la economía. Para ellos, las pérdidas de vidas no eran más importante, que
el declive del sistema.
Entonces, como medida "inteligente", con el virus en su mayor pico haciendo estragos en las calles, plazas y mercados, desde Casa Presidencial se dio la orden para abrir de plena puertas a los sectores económicos, y se mandó a la gente a la calle, al trabajo
y a los espacios del comercio para que todo volviera a funcionar, tal y como siempre:
efectivamente así sucedió. En pocos días, la curva de muertos y enfermos se tornó en línea recta-directa hacia el techo. Salvar la economía se volvió prioridad y en acto de efectividad. Jugar
con la necesidad humana, fue parte de esa estrategia.
Esta es la humanidad que enfrentamos. Esta es la miseria de mundo social de la que hacemos parte. Para los dinamizadores y agentes del capital, la vida
de un ser, de una planta y de un animal no valen nada. Lo que para ellos
importa, es el fluido y la acumulación del capital. Un capital que ya no representa
su valor en oro físico, sino un efecto de ilusión basado en cuantas posesiones y ceros acompaña el
dígito en una bases de datos de las entidades financieras. Una economía que es
ficticia y que produce magia social, capaz de imponer en la estructura mental su existencia.
¿Habremos aprendido algo?