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martes, 3 de septiembre de 2024

VALLE DEL RÍO CAUCA, PAISAJE COLONIZADO POR LA RED DE AGENTES POTENCIADORES DEL CAPITAL AGRÍCOLA Y AGROINDUSTRIAL

VALLE DEL RÍO CAUCA, PAISAJE COLONIZADO POR LA RED DE AGENTES POTENCIADORES DEL CAPITAL AGRÍCOLA Y AGROINDUSTRIAL

Por:
Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales.
 
El actual paisaje del valle del río Cauca es producto de una intervención profunda de su espacio geográfico, realizada a lo largo del siglo XX por la intersección de intereses de grupos de poder político y económico regional, con la aprobación del Estado colombiano, la financiación de la Banca Internacional y la participación del gobierno de los Estados Unidos, entre otros socios globales. Esta región fue visitada y estudiada por diferentes grupos de expertos (franceses, ingleses, chinos, japoneses, etc.), todos ellos encargados de encontrar el mejor diseño de territorio, que se pudiera realizar en el menor tiempo y a menor costo económico.
 
En su momento, el Banco Interamericano de Reconstrucción y Fomento –BIRF- tomó al Departamento del Valle del Cauca como un ejemplo mundial, “Centro de Demostración del Desarrollo Regional”, para validar la perspectiva de que era posible llevar el desarrollo a los países de América Latina. El valle del río Cauca en Colombia era comparable con el valle del río Tennessee en EE.UU., lo que facilitaba implementar planes de diseño territorial exitosos, como efectivamente se había realizado en el país norteamericano.
 
Por ello, en el valle del río Cauca fue implementado el modelo del Plan Lilienthal, bajo la dirección de David Lilienthal, personaje que no solo se había encargado de constituir diseños en muchos otros países y en el suyo propio, sino que se encargó de estructurar una forma particular de territorio, al que además aportó con un modelo de gestión administrativa de los “recursos naturales”, bajo la figura de corporación autónoma regional. Lo anterior explica por qué, cuando se presentó la Revolución Cubana, el gobierno estadounidense decidió otorgar las cuotas azucareras en aquellas partes del mundo donde se estaban implementado estos diseños territoriales, y uno de esos lugares, el valle del río Cauca.
 
La ejecución de las obras del Plan Lilienthal transformaron radicalmente el espacio vallecaucano beneficiando y potenciando la agricultura comercial del Valle del Cauca. Esta agricultura comercial estaba siendo impulsada desde finales del siglo XIX y durante los primeros cincuenta años del siglo XX por grupos de linaje familiar-empresariales quienes apostaron, especialmente, por el negocio de la agricultura cañera. El cual se impuso como modelo territorial y tecno-económico. Estas familias-empresariales capitalizaron los buenos vientos que les fue dando la historia social y no dejaron escapar oportunidad alguna.
 
Los efectos del modelo territorial implementado fueron tan graves, que, en tan solo 30 años de ejecución del Plan, se había extinguido casi por completo el potencial natural del territorio. Información de la autoridad ambiental describe este efecto: en 1957 existían aproximadamente 10.049 ha de humedales y en 1986 tan solo quedaban 2.795 ha, una reducción del 72,0%; en cuanto a bosques, en 1957 existían 25.320 ha y en 1986 quedaban tan solo 8.668 ha, lo que indica una reducción de 66,0% (CVC, 1998). Muchos autores hemos demostrado cómo el modelo del diseño territorial vallecaucano produjo procesos de despojo de tierras campesinas, destrucción de ecosistemas estratégicos y dinámicas de acaparamiento de tierras. 
 
Además del monopolio, control y la incorporación casi sin límite de la tierra a la frontera cañera (geofagia), sucedió también con las fuentes de agua superficiales y geológicas (hidrofagia). Mediante fuerzas políticas y tecno-económicas, el valle del río Cauca presentó la configuración de un ordenamiento territorial mucho antes que se erigera toda la política de ordenamiento territorial. Por ello, los principios del ordenamiento territorial de la Ley 388 de 1997, va contravía al ordenamiento espacial ya existente y configurado décadas antes en esta región por el Plan Lilienthal: no aplican en la zona plana del valle del Cauca ni la función social y ecológica de la propiedad, ni la prevalencia del interés general sobre el particular, ni mucho menos, la distribución equitativa de las cargas y los beneficios. Nada de estos principios de Ley existen en lo que es el valle del río Cauca como territorio diseñado por el capital agrícola y agroindustrial.
 
El paisaje actual cañero dominado por extensiones de frontera cañera de lado a lado de las cordilleras y que se extienden sobre la zona plana desde el sur (en el Cauca) hasta el norte (en Risaralda), no fue construida por los grupos culturales, campesinos o ancestrales existentes, sino por un linaje de gremio económico poderoso que logró capitalizar las ventajas que le ofrecieron los eventos de la historia social y que logró consolidarse en el transcurso del tiempo con un clúster empresarial (una red de empresas asociadas e interconectadas donde el foco es la extracción de riqueza a partir de una planta como la caña de azúcar), cuyas áreas de cultivo se han desplegado y hoy rompen la frontera departamental del suroccidente para saltar a los llanos orientales en el Departamento del Meta, especialmente, en el Municipio de Puerto López, donde en 2010 el área sembrada de caña de azúcar era de tan solo 998 has y en 2022 llegó a 20.766 (Agronet, IGAC, 2024).
 
Las mismas estrategias, iguales discursos y el mismo proceder, han sido el repertorio de argumentos implementados por estas fuerzas económicas y políticas para legitimar la transformación de territorios, tanto en el Valle del Cauca como en las nuevas áreas colonizadas, como efectivamente sucede en el Meta. Y, sobre todo, el despliegue de aquellas estrategias con las cuales adquieren el reconocimiento social para que el ciudadano del común no se cuestione, no se pregunte sobre los costos sociales y ecológicos que implica transformar áreas biodiversas de bosques, de variedad productiva, de diversidad étnica y campesina, de riquezas de tierras, humedales y agua, en campos desolados de caña de azúcar.
 
Queda comprobado así, por la tradición investigativa, que el éxito e imposición del paisaje rural cañero generó detrimento, así como una histórica deuda ecológica, social y ambiental. Este es un paisaje altamente artificializado que eliminó biodiversidad y diversidad ecológica y social. Si acumulamos las ganancias del sector agroindustrial estas no alcanzarían para pagar la increíble deuda ambiental producida por más de cien años de actividad incesante, de contaminación del agua y la tierra, de quemas a cañaduzales, así como de la desposesión de un territorio de su gente. El valle del río cauca se presenta hoy como un amplio paisaje agrícola monopolizado por cultivos de caña cuya área alcanza las 240.534 ha sembradas (Asocaña, 2024, p. 33), sin diversidad, y con altos indices de insustentabilidad. La diversidad es uno de los principales principios que posibilitan la reproducción de las complejas condiciones de la vida.

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AGRONET. (2024). Reporte: área, producción,m rendimiento y participación municipal en el departamento por cultivo. https://www.agronet.gov.co/estadistica/Paginas/home.aspx?cod=4
ASOCAÑA. (2024). Informe Anual 2023-2024. Sector agroindustrial de la caña de azúcar.
CVC. (1998). Cifras de tierra y vida. Cifras del Medio Ambiente en el Valle del Cauca 1995-1997. Santiago de Cali: Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca.