Este es un espacio que propone reflexiones y debates sobre la inter-retro-conexión sociedad en la Naturaleza y la Naturaleza en la sociedad.

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martes, 14 de abril de 2020

¿MOSTRAR PARA OCULTAR? EN ESCENARIO DE COVID 19


¿MOSTRAR PARA OCULTAR” EN ESCENARIO DE COVID 19

Por
Hernando Uribe Castro.
Doctor en Ciencias Ambientales

Como especie humana enfrentamos los efectos de la insustentabilidad de la vida, producto de la construcción de un modelo de civilidad que redujo la vida a la imperiosa racionalidad económica basada en la acumulación incesante de capital y del crecimiento económico. Que destruye vida para transformarla en mercancías; que destruye humanos para hacerlos esclavos y objetos; que destruye naturaleza para transformarla en modernidad. El Covid 19 es expresión de esta insustentabilidad, que lleva a debatir a los gobiernos si la prioridad es prolongar la cuarentena para cuidar la vida, o terminar con ella para activar la economía.

El comportamiento de contagio por difusión del covid 19 es exponencial porque la transmisión de persona a persona se puede dar de un modo muy sencillo. La alerta de la Organización Mundial de la Salud no se hizo esperar, e instó a todos los gobiernos del mundo a tomar todas las medidas necesarias para contenerlo.

En algunos países donde no se acogieron las advertencias (por ejemplo Ecuador), la situación se salió de control. En los demás países del continente Americano hubo demoras para asumir con responsabilidad estas alertas por temor a paralizar la economía nacional. Se privilegió el capital económico sobre la vida. Sólo en algunas excepciones (Salvador y Cuba), los gobiernos actuaron de inmediato.

De este modo, los esfuerzos de los gobiernos por evitar el ingreso de personas contagiadas fueron perdidos, pues el virus ingresó por los principales aeropuertos y zonas de frontera. Una vez en los territorios nacionales, el covid 19 se expandió sin límite alguno y produce sus estragos. Ahora los gobiernos pretende aplanar la curva formada por las cifras diarias de contagiados, enfermos y muertes. Están perdiendo el control.

Los intentos por aplanar la curva sirven de argumento y defensa a los gobiernos para demostrar que sus acciones y decisiones fueron acertadas y así se evitan, no solo la sanción jurídica-legal sino también política-social. Ningún agente de gobierno desea complicarse la vida, enfrentando actos de Ley por no haber tomado las medidas necesarias. Por tanto, aplanar como sea la curva de muertes y enfermos -a pesar de que son conscientes de que no tomaron las medidas necesarias y a tiempo para enfrentar la calamidad- se convierte en prioridad y se debe lograr cómo sea, incluso eludiendo, ocultando y no ofreciendo en tiempo real los datos.

De ahí que una de las estrategias que usan los agentes de Estado para demostrar que sus acciones fueron acertadas es la manipulación de la información de distintos modos: obligando a los servicios de salud a entregar los datos a un ente central de gobierno para evitar que los datos llegue de modo directo a la sociedad; manipular estos datos integrándolos por partes o series de partes a la sociedad, por ejemplo, una vez al día; o por ejemplo, hacer más lenta la toma de muestras, el envío a los laboratorios y la entrega de resultados. Existen muchas formas de manipulación de los datos que son ocultos a la sociedad.

Enfrentamos entonces el efecto “mostrar ocultado” del que nos habla Bourdieu. Se publican los datos en los medios de comunicación y las plataformas oficiales para el conocimiento del público, pero solo aquellos datos que son autorizados con el propósito de ofrecer la sensación de que se comparte la información. De este modo, la voz oficial es la voz de gobierno que legitima su acción y valida la información que da a conocer.

Pero estos datos no incluyen los otros que fueron censurados, ocultos, ralentizados y/o engavetados. En Colombia, personal médico y de enfermería vienen denunciado a través de diferentes medios que los hospitales y servicios de salud, atienden más enfermos y existen más muertes de los que se comunican o se dan a conocer[1]. Denuncian que tampoco se les ha ofrecido todo el dispositivo de bioseguridad para cumplir con su trabajo[2]. El número de ciudadanos enfermos de covid 19 a los que no se les aplicó o ha aplicado la prueba es creciente. Ponen al ciudadano a comunicarse con una línea de emergencia que mantiene ocupada y que no logra atender a toda la población. 

El gobierno ha pretendido llevar a cabo acciones de apoyo ciudadano, usando programas de ayuda solidaria. Pero incluso en estas acciones aparecieron también los actos de corrupción. Por ejemplo, el gobierno colombiano habilitó una plataforma donde aparecen las cédulas registradas de aquellos colombianos que serían beneficiarios del apoyo estatal. Pero, al ingresar números de cédula, aparecen como beneficiarios familiares ya fallecido. Los muertos recobraban la vida para cobrar los apoyos solidarios del gobierno colombiano[3]. No se hizo esperar entonces, las voces en redes sociales que decían que así como los muertos recobraron vida para recibir apoyos, de pronto, también habían resucitado en las pasadas elecciones para votar por el actual presidente.

También aparecieron los hechos relacionados con corrupción por contratos robustos otorgados por agentes de gobierno (alcaldes, gobernadores y de más políticos) a firmas privadas que inflaron precios de equipos, ayudas y apoyos solidarios. Por ejemplo, aparecen mercados con alimentos básicos entregados a comunidades empobrecidas, cuyos valores están tres veces por encima del valor real[4].

Los efectos del Covid 19 para Colombia, además de evidenciar los problemas estructurales del sistema de salud, desmanteló la red de corrupción, de ineptitud y de irresponsabilidad de un gobierno nacional y de unos gobernadores y alcaldes locales que fueron incapaces de enfrentar, ética y limpiamente, los estragos de una pandemia. Pocos políticos son la excepción. Por ejemplo, de no haber sido por el carácter, la experiencia y la fuerza que impusieron algunos alcaldes municipales (Bogotá y Cali), que fueron capaces de enfrentar al gobierno nacional y exigieron tomar medidas urgentes para enfrentar la propagación del coronavirus, la situación en Colombia hubiese sido muy grave. Incluso más grave que la situación se vive en Ecuador hoy en día, donde las personas mueren en sus hogares y calles.

A ello se sumó, la importancia que tuvieron las asociaciones médicas y científicas que exigieron también al gobierno colombiano echar para atrás sus propósitos negligentes para atender la pandemia (por ejemplo cerrar el aeropuerto El Dorado), y éste se vio obligado (aunque muy tarde) a atender estas sugerencias. Hoy en día, profesionales de la salud, académicos, sociedad civil, artistas, periodistas y demás grupos de la sociedad civil dicen que este gobierno nacional ha sido torpe, inepto e imprudente para manejar esta situación. Las redes sociales se convirtieron en medios a través de las cuales la sociedad colombiana demostró su descontento y su desaprobación del modo como este gobierno ha enfrentado la situación.

Muchos agentes de Estado, a pesar de la situación de salud pública, se han dedicado a mentir, a robar, a manipular y a desinformar. Se ve claramente la ineptitud de una clase política que parece importarle muy poco el bienestar de los ciudadanos, pero si mucho sus negocios y el funcionamiento de sus economías. Agentes que privilegian la economía sobre la vida.

El Estado y su institucionalidad no pueden continuar como venían, pues se ha visto que el modelo es ineficiente, excluyente, corrupto, inexacto, ineficiente e inseguro. El Estado, sus agentes, las corporaciones y la sociedad misma deben cambiar. Y en ese cambio, la sociedad civil tiene una participación pertinente, importante y central.

La sociedad civil debe continuar con su lucha social que exige el bienestar colectivo, unas políticas sociales que favorezcan la salud de la población colombiana, respeto y el derecho a la vida. Los aprendizajes para enfrentar este tipo de situación también obligan a la sociedad civil a repensarse, a proyectarse y a continuar su papel de defensora de la verdad, de los ambientes sanos, de la defensa de los territorios y las soberanías alimentarias. También el conjunto de la sociedad, sus líderes y organizaciones sociales tienen la imperiosa necesidad de continuar con su trabajo y proyectos sociales. Tener en cuenta estos hechos para encontrar y tener muy claro -entre cejas-, las responsabilidades que jugaron los políticos corruptos, ineptos, irresponsables e ineficientes para enfrentarlos a los juicios sociales, políticos y legales a que den lugar.

Para superar esta situación, se requiere del trabajo conjunto de todos los actores de la sociedad civil, de sus luchas, acciones y propuestas. No es delegando en los agentes de Estado el cambio social que resultará de esta crisis. Como lo expresa Bourdieu en "Intervenciones políticas" (2015), “el poder de pensar y de cambiar la sociedad no se delega, y sobre todo no a un Estado que se arroga el derecho de hacer feliz a los ciudadanos sin contar con ellos.” (77).



[1] Pacientes con COVID-19 mueren en hospitales, pero no aparecen en registros: enfermera. https://www.pulzo.com/nacion/pacientes-mueren-coronavirus-hospitales-pero-no-estan-reportes-doctora-PP872478

[2] “Médicos del hospital de Kénedy protesta por falta de protección” https://www.eltiempo.com/bogota/medicos-del-hospital-de-kennedy-protestan-por-falta-de-proteccion-483680

[3] Denuncian que hay cédulas que no existen y sí aparecen como beneficiarias de ayudas del Gobierno. https://www.semana.com/nacion/articulo/denuncian-que-hay-cedulas-que-no-existen-y-si-aparecen-como-beneficiarias-de-ayudas-del-gobierno/662678


viernes, 12 de abril de 2019

CORRUPCIÓN EN COLOMBIA


Corrupción en Colombia

Por:
Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales

La corrupción se expresa hoy como principio orientador de algunos sectores políticos en Colombia, que actúan en nombre de lo “democrático”. Como práctica, se extiende en los niveles de la administración del Estado (local, regional y nacional). Aparece acompaña de actos ilegales que se hacen pasar por “legales”, y en casos extremos, de hechos criminales que se legitiman con un discurso nacionalista: “todo es por el bien del país”.

Cada día se ven florecer nuevos casos de corrupción (en el discurso de los medios de comunicación, “escándalos políticos”) en las diferentes esferas de la institucionalidad. Pueden ser acciones individuales (por ejemplo, actos de corrupción de agentes de gobierno), o grupales (redes de autoridades) e incluso, en aquellos espacios que se suponen fueron construidos institucionalmente para el control y vigilancia[1]. Cada nuevo hallazgo parece superar en gravedad los casos anteriores. Los costos económicos, sociales, políticos -y sobre todo éticos-, de los estragos de la corrupción son muy altos para una sociedad considerada como una de las más ignorantes, inequitativas y desiguales del mundo.

Produce repudio que algunos sectores de ciudadanos acepten, sin discusión alguna, la idea de que las prácticas de corrupción son un mecanismo “necesario” para el buen y efectivo funcionamiento del Estado. Sectores que toleran y legitiman acciones corruptas. Que ofrecen su voto y eligen a “políticos” que son cuestionados ética y jurídicamente por su pasado, por los grupos a los que pertenecen y se adscriben, o por las personas de quienes se rodean y que los acompañan en los mandos del gobierno. Incluso, algunos sectores sociales perciben a estos agentes embriagados de corrupción, como excelentes ejemplos: audaces, vivos y creativos. Es frecuente escuchar expresiones como: “No importa que robe un poco con tal que haga algo por el país”.

La corrupción se fortalece en aquellos espacios donde: a) existen múltiples escalas de decisión y burocracia, b) la intervención de muchos agentes y delegados, c) poco control de los recursos económicos y d) los altos beneficios se ponen en juego. Algunos, para justificar sus acciones, “naturalizan” estas prácticas corruptas como si vinieran integrada al gen humano y desconocen que éstas son enseñadas, aprendidas y replicadas socialmente.

La corrupción, por tanto, no es un “algo” esencialista de la vida (en el sentido biológico) del ser humano, sino un proceso construido social y culturalmente que está ligado al campo del poder y del Estado y de la necesidad de quienes lo ejercen para acceder a bienes económicos y materiales para su propio beneficio o el de su grupo más cercano. La corrupción como práctica política se ha convertido en una limitante y un grave problema para la distribución de la justicia y la recomposición del tejido social humano.

En nuestros días observamos cómo las instituciones del Estado vienen desangrándose a montón por las redes de grupos especializados en desfalcar el Estado. Grupos que, enmascarados bajo el disfraz de lo “democrático” y del “bien común”, actúan como organizaciones criminales y delincuenciales. Son los grupos sociales más desfavorecidos, marginales y excluidos los que enfrentan las consecuencias de este atraco, esta violencia y esta represión que a veces se impone como acto legal.

Frente a ello, no queda más respuesta que unas respuestas socialmente poderosas cuyas bases reposan en la acción y la movilización de la sociedad civil. Sociedad civil que debe despojarse de su adormecimiento, para cumplir y ejercer un papel más destacado, preponderante, en la demanda, la exigencia y el juicio (que a todos los niveles desde el moral hasta jurídico) tendría que hacerse a los agentes y grupos corruptos. Participar en procesos de educación, en cultura política y participativa del ciudadano, es clave para que empiece esa transformación del entendimiento y la comprensión: cero tolerancia a la corrupción.

La corrupción no solo produce pérdida de bienes y capitales económicos, sino que produce violencia, muerte y pérdida de principios éticos. La sociedad civil tendría que comprender que la corrupción no es solo un fenómeno interno colombiano, sino que es una actividad que se practica también en las redes de la dinámica de la economía-mundo capitalista, que es el principal motor que condiciona la sociedad, el Estado y, por supuesto, el Mercado.




[1] Uno de los casos más conocidos en los últimos años, fue el de las acciones de corrupción del fiscal anticorrupción en Colombia.