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viernes, 23 de agosto de 2013

PROTESTA SOCIAL, SEGURIDAD ALIMENTARIA Y MODELO NEOLIBERAL

Protesta social, seguridad alimentaria y modelo neoliberal

Por
Hernando Uribe Castro
Magíster en Sociología

En la carretera que va de Bogotá a Tunja algunas comunidades campesinas realizaban en horas de la noche, del 8 de mayo, una protesta con bloqueos de vías y enfrentamientos con las autoridades de policía. La vía en el kilómetros 77 fue bloqueada por los campesinos con neumáticos encendidos, piedras y árboles. A estas protestas se suman otros colombianos, de sectores como el de transporte, mineros, arroceros, paneleros y lecheros en diferentes partes del país.

Si bien las protestas se dirigen contra las consecuencias que vienen dejando la firma de varios tratados de libre comercio (TLC), la indignación es más estructural y tiene que ver con un rechazo contra el modelo de apertura económica impulsada por los gobiernos neoliberales de las últimas décadas. Uno de los líderes de las protestas expresaba en mayo de 2013 que “estamos solicitando el cese de las importaciones de papa, que el gobierno establezca precios de sustentación".[1] Luego, en agosto, otro líder expresaba: “Dos veces les hemos creído (al Gobierno). El primer paro lo hicimos el 16 de noviembre de 2011 y el segundo fue ahorita el 7 y 8 de mayo, cuando nos dijeron: levanten los bloqueos y negociamos. Les hicimos caso y levantamos los bloqueos. Y qué nos han hecho: simplemente unas actas y debaten el tema. Pueden pasar años y no va a haber resultados[2].

El reciente panorama nacional es una expresión más de los embates de un modelo económico neoliberal que viene incidiendo en el desmantelamiento de la seguridad alimentaria local campesina, para imponer el mercado de alimentos de consumo global. Esto implica de inmediato retirar al campesino de la cadena de producción de alimentos y su expulsión física de las áreas rurales del país, mediante mecanismos de desplazamiento.

Las protestas de paperos, cafeteros, cacaoteros, lecheros y arroceros y sus reivindicaciones y exigencias, son importantes para comprender el riesgo en el que se encuentra la seguridad alimentaria nacional. Frente a esto, la respuesta del gobierno de Santos, como la de otros gobiernos anteriores, ha sido, por una parte, la falta de atención, escucha y reacción tardía para entablar diálogos y negociaciones certeras y de impacto inmediato y, por otra parte, la represión y criminalización de los campesinos.

A esto se suma la apatía que el ciudadano del común citadino tiene con respecto a estos acontecimientos. Apatía que se corresponde a esa fractura construida entre lo urbano y lo rural. El escenario principal de estas protestas campesinas es el espacio rural y sus vías principales que conectan centros urbanos del país. Estas vías son espacios de encuentro para las diferentes comunidades y veredas cercanas. No es una protesta que tenga como principal escenario la ciudad. Por lo que para el citadino esta situación no tiene afectación sobre su vida diaria, postura de indiferencia por supuesta errónea, puesto que esto hechos inciden en aspectos como alza en la canasta familiar, combustibles, desabastecimiento de productos básicos en plazas de mercado, entre otros aspectos.  Apatía que también se traduce en los otros escenarios como gobiernos locales, municipales y autoridades civiles, militares y eclesiásticas.




[1] “Continúan protestas de paperos en Boyacá.” El nuevo siglo. ARTÍCULO | MAYO 8, 2013 - 7:15PM
[2] “No vamos a ceder con el bloqueo de vías: vocero dignidad papera.” El Tiempo,  23 de Agosto del 2013

lunes, 15 de julio de 2013

SEGURIDAD ALIMENTARIA DESDE EL VALLE DEL CAUCA

SEGURIDAD ALIMENTARIA DESDE EL VALLE DEL CAUCA[1]

Por:
Hernando Uribe Castro
Magíster en Sociología
Miembro del Centro Interdisciplinario de Estudios de la Región Pacífico Colombiana, CIER
Universidad Autónoma de Occidente

Cuando se hace referencia al Valle del Cauca, de modo regular, se olvida que este Departamento no solo es plano, sino que además posee vertientes montañosas y una planillura sobre las costas del Océano Pacífico. Por tanto se tiene un departamento diverso en paisajes, culturas y recursos.

Lo que no se logra comprender es cómo en ésta región con suelos altamente productivos se logró imponer, durante todo el siglo XX y hasta el presente, un modelo agrícola monopolizado por la producción de caña de azúcar. Según datos del Anuario Estadístico[2] en 2009 se sembraron 201.098,5 hectáreas de caña de  312.714 hectáreas  que tiene el área plana del valle geográfico, es decir, el 64% de la tierra monopolizada.

Valle Geográfico del Río Cauca, cultivos de caña de azúcar
Foto: Hernando Uribe Castro, 2012.

No es coherente que existiendo una Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca, CVC, encargada del bienestar socioambiental de toda la región desde mediados del siglo XX, haya permitido la expansión exagerada de este monocultivo desde Santander de Quilichao hasta algo más allá de Cartago al norte del Valle. Pareciera que contrariamente, la CVC logró incidir en este repunte del desarrollo sectorial cañero que se pretende mostrar como desarrollo regional, con todos los efectos sociales, ambientales y de inequidad que tuvo la ampliación de la frontera de la caña de azúcar en la región. En el Valle del Cauca, por ejemplo, los cultivos que aportaban a la seguridad alimentaria se desplazaron hacia las zonas de ladera, pero su reducción se vio afectada por las políticas neoliberales de apertura económica e ingreso de alimentos industriales a través de hiper y supermercados a los hogares. Los problemas del campo colombiano en la actualidad evidencian el descuido de los gobiernos y su atención a estos aspectos. Datos demuestran que durante los primeros años (1990 al 2000) de la apertura económica, en el Valle se presentó una disminución del 14% en hectáreas sembradas y cosechadas.[3]

La riqueza de suelos del valle geográfico del río Cauca es apta para la producción de variados cultivos, productos agrícolas y agropecuarios. Con un uso apropiado y diferente que se puede hacer con estas tierras, este Departamento debería ser un gran abastecedor de alimentos para todo el territorio nacional. Un territorio que puede garantizar la seguridad alimentaria nacional.

Un proyecto de tal envergadura implica, necesariamente, un modelo de distribución de tierras que aboque a una justicia social y a la equidad territorial. Implica el retorno de los campesinos a la tierra agrícola de la zona plana del Valle dedicados a la producción de comida. En otrora, los cronistas de marras, como Cieza de León y el propio Bonilla Aragón describían la inmensa despensa frutícola que fue desapareciendo ante el avasallador paso de una agro industria ambientalmente insostenible. Una redistribución de la tierra, más el retorno del campesino a la amplia zona plana, no solo tendrá efectos positivos para ajustar economías campesinas y para la seguridad alimentaria del país, sino que también implicaría una nueva relación con las condiciones ambientales de toda esta región. Una forma diferente de uso del suelo acorde a sus potencialidades y posibilidades ambientales.

El hecho de esta propuesta es que confronta los intereses privados de la elite política y económica que han impuesto sus intereses particulares sobre los derechos colectivos de los pueblos.

Es la sociedad civil, la academia y sus grupos de investigación, quienes deben poner en juicio y confrontar desde ya y con argumentos científicos y sociales, las implicaciones negativas para la sociedad y el medio ambiente de este modelo monopolizador de las ricas tierras del valle geográfico del río Cauca.

Pensar una Colombia en posconflicto involucra esos otros actores que de una u otra forma han aportado a atizar la violencia física y simbólica, los destierros y la inequidad en la distribución de la tierra. Esos otros actores que usaron otras armas más sutiles pero no menos letales como lo son las armas del capitalismo extractivista que desgarra pueblos, territorios, recursos y medio ambiente. Recuperar y reparar el territorio, hoy en proceso de desertización es tarea urgente y necesaria para lograr la paz.

Esta cuestión no es sólo del valle del Cauca, es del Estado Colombiano, de sus gobiernos y de la nación. Decisión política que en escenarios de posconflicto deben incluirse como parte de solución de la inequidad y la desigualdad socioeconómica regional. Y frente a ello, la Universidad no puede seguir callada frente a esta realidad y develar estas inequidades socio-territoriales.






[1] Publicado por EL PUEBLO, el sábado 13 de julio de 2013.
[2] Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, et al. Plan Frutícula Nacional. Valle del Cauca tierra de frutas. Gobernación del Valle del Cauca, Cali, noviembre de 2006.
[3] Plan para el Desarrollo de la seguridad alimentaria 2008-2011. Gobernación del Valle.