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miércoles, 10 de agosto de 2011

NEUTRALIZAR LA CORRUPCIÓN EN LOS PROGRAMAS CÍVICOS

Neutralizar la corrupción en los programas cívicos[1]

Hernando Uribe Castro

Magíster en sociología.

Toda propuesta o programa que esté encaminada a fortalecer la cultura ciudadana, y en este sentido, unas prácticas cívicas basadas en el respeto por la vida de los seres humanos, por los lugares que habita y por la diversidad cultural no sólo es importante, sino también estratégico y necesario. Propuestas que pueden aportar a la construcción de un cambio social que privilegie la dignidad de las personas y la reconstrucción de las maneras como nos relacionamos con el medio ambiente. Y es urgente, porque en el contexto de nuestra sociedad, es claro que prevalece la desconfianza, el miedo y el temor que se siente de vivir la y en la ciudad.

Pensaría que un Programa como el de Guardas Cívicos debería apuntar a llevar un mensaje diferente al ciudadano. Algo así como un agente del Estado que, sin necesidad de estar armado, puede aportar al control del comportamiento ciudadano desde un clima de respeto, educación y buen trato. Un agente que cumpliría un papel de revitalizar la confianza entre los mismos ciudadanos y con la ciudad.

Desafortunadamente estos programas pueden convertirse en ejemplos nefastos de clientelismo político local, donde la figura del guarda cívico se presenta como un cupo para saldar cuentas con votantes o grupos de apoyo a campañas electorales. Algo así, como el escenario que satisface las promesas de empleo que hacen estos líderes políticos a una población ingenua y necesitada de empleo. Los procesos de corrupción y oportunismo en diferentes escenarios de decisión política filtrada por estas prácticas, pueden debilitar cualquier propuesta de mejoramiento de la convivencia social. Se debe, por ello, neutralizar la corrupción en las instituciones del Estado, en aras de evitar que programas sociales y culturales, vehiculicen prácticas clientelistas y dolosas. Son estas acciones y circunstancias las que impiden el fortalecimiento y la sostenibilidad de estos programas encaminados a fortalecer la democracia y una cultura de convivencia y respeto.

Pero la depuración no sólo debe darse en términos del uso del señalado Programa, en el marco de la política local, sino también de la forma como opera y de sus operantes. La figura del Guarda Cívico no puede ser ejercida por cualquier individuo (esto ya neutraliza esta figura como feria del clientelismo). Un guarda cívico debe pasar por un proceso formativo que involucre dimensiones como derechos humanos, sociedad, resolución de conflictos, democracia, psicología social, elementos básicos de las ciencias sociales y humanidades, entre otras dimensiones también importantes. No es una cuestión de gorra, camisa y pito, para pararse ante los ciudadanos. Esto no sería sostenible, así como tampoco apropiado y coherente con las necesidades de la ciudad.

Frente a las garras del oportunismo y el indebido uso que se puede hacer de este Programa, las energías deben enfocarse a constituir un programa a través del cual se pretenda recuperar el sentido de comunidad, porque la comunidad protege, resguarda, apoya y se solidariza.

Nuestra ciudad tiene grandes desafíos, sobre todo cuando las fuerzas del Mercado están haciendo de ella una marca, algo extraño para el habitante, y el clientelismo y la corrupción un botín de oro; sus ciudadanos necesitan con urgencia fortalecer el capital social y cultural, basado en la educación, el sentido por la solidaridad, la defensa de la diversidad, la exigencia de la honestidad y el respeto hacia los otros y hacia los entornos de vida. Volver a vivir la ciudad, para volver vivir el mundo, ese es el reto.

huribe@uao.edu.co

10 de agosto de 2010.



[1] Columna de opinión publicada por el periódico EL PAIS de Cali. 9 de agosto de 2011. A3.