VENTA
CALLEJERA DE MINUTOS, MINA DE RIQUEZA PARA LAS EMPRESAS GLOBALES DE
TELECOMUNICACIONES: EXPLOTACIÓN INVISIBLE
Por:
Hernando
Uribe Castro
Magíster en
Sociología
En el paisaje urbano actual de muchas ciudades
latinoamericanas, y de manera particular en Colombia, se evidencia la
proliferación de vendedores(as) de minutos de celular en cada esquina, tienda,
negocio, calle, avenida, urbanización y barrio. Personas que se dedican a la
venta de minutos de marcas como Claro (antes Comcel), Movistar, Tigo y Uff, ven
en esta actividad la forma de acceder a recursos diarios con los cuales
satisfacen sus necesidades básicas de sostenimiento. En el centro de las
principales ciudades, en una misma esquina, pueden encontrarse hasta más de
cinco vendedores(as) ofreciendo este servicio, incluso, solo necesitan pararse
con un cartel que dice MINUTOS y a esperar a los clientes en jornadas de más de
12 horas de trabajo.
No existen estadísticas de cuánta gente podría
estar desempeñando esta actividad, ni cuáles son los beneficios tangibles que este
tipo de empleo le genera tanto a los vendedores (as) como a las empresas que
les venden las tarjetas sim card con
un número exorbitante de minutos; lo que si es claro, es que el gobierno los
incluye en los datos de población ocupada y este solo dato ya es suficiente
para disminuir el porcentaje de desempleo, y anunciar luego a todo pulmón que
el desempleo en Colombia disminuyó.
El problema con esta situación es que se está ante
una forma de explotación, disimulada e invisible, es decir, ante una actividad
ocupacional precaria. Cantidad de colombianos(as) que venden minutos en la
calle bajo condiciones que aparentan ser legales ante la norma del trabajo y la
protección. Colombianos(as) que con su trabajo extenuante, sin ningún tipo de
protección, sin seguridad social ni laboral, sin prestaciones sociales,
trabajan más de 12 horas diarias en las calles, enriqueciendo a estas empresas
globales.
Así como dar dinero a los niños de la calle genera
la reproducción de la violencia contra estos mismos niños, la compra de minutos
en la calle, reproduce la explotación de estos colombiano que trabajan en esto,
pero que además enriquecen a estas empresas globales que no están obligadas con
estos miles de ciudadanos porque no existe ningún tipo de contrato laboral que
los reconozca como trabajadores(as) de estas multinacionales. Y como es una
actividad sencilla, los colombianos terminan aceptado (sin ser consientes del
todo) de las condiciones injustas de su trabajo. No imagino cuántas llamadas
por celular se pueden hacer en cada minuto del día y cuánto puede representar
esto en términos de ganancias para estas empresas globales.
En casos como estos, nunca se ha escuchado al
gobierno decir algo, o al Ministerio del Trabajo de exigir claridad en términos
de contratación de estos colombianos por parte de estas empresas globales. Las personas
que trabajan en ello ven su labor como una posibilidad de obtener ingresos en
una sociedad donde esas posibilidades de acceder a puestos de trabajo son
mínimas.
Imagino al señor Carlos Slim sentado en una playa
en Acapulco, mirando el mar, mientras cada segundo su riqueza se reproduce de
forma increíble a costa de miles de colombianos(as) que vendiendo minutos en
las calles bajo todas las condiciones de explotación, impulsan el consumo de la
marca de su empresa de telecomunicación. ¿Claro?
Este asunto, al igual que otros de la dinámica
cotidiana en nuestra sociedad, merecería un lugar en la agenda pública y
mediática, a fin de que esta forma simulada de explotación y de concentración
cada vez mayor de las riquezas en unos pocos,
se ponga sobre la mesa de discusión y movilización ciudadana.
8 de agosto de 2012