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miércoles, 8 de agosto de 2012

VENTA CALLEJERA DE MINUTOS, MINA DE RIQUEZA PARA LAS EMPRESAS GLOBALES DE TELECOMUNICACIONES


VENTA CALLEJERA DE MINUTOS, MINA DE RIQUEZA PARA LAS EMPRESAS GLOBALES DE TELECOMUNICACIONES: EXPLOTACIÓN INVISIBLE

Por:
Hernando Uribe Castro
Magíster en Sociología

En el paisaje urbano actual de muchas ciudades latinoamericanas, y de manera particular en Colombia, se evidencia la proliferación de vendedores(as) de minutos de celular en cada esquina, tienda, negocio, calle, avenida, urbanización y barrio. Personas que se dedican a la venta de minutos de marcas como Claro (antes Comcel), Movistar, Tigo y Uff, ven en esta actividad la forma de acceder a recursos diarios con los cuales satisfacen sus necesidades básicas de sostenimiento. En el centro de las principales ciudades, en una misma esquina, pueden encontrarse hasta más de cinco vendedores(as) ofreciendo este servicio, incluso, solo necesitan pararse con un cartel que dice MINUTOS y a esperar a los clientes en jornadas de más de 12 horas de trabajo.

No existen estadísticas de cuánta gente podría estar desempeñando esta actividad, ni cuáles son los beneficios tangibles que este tipo de empleo le genera tanto a los vendedores (as) como a las empresas que les venden las tarjetas sim card con un número exorbitante de minutos; lo que si es claro, es que el gobierno los incluye en los datos de población ocupada y este solo dato ya es suficiente para disminuir el porcentaje de desempleo, y anunciar luego a todo pulmón que el desempleo en Colombia disminuyó.

El problema con esta situación es que se está ante una forma de explotación, disimulada e invisible, es decir, ante una actividad ocupacional precaria. Cantidad de colombianos(as) que venden minutos en la calle bajo condiciones que aparentan ser legales ante la norma del trabajo y la protección. Colombianos(as) que con su trabajo extenuante, sin ningún tipo de protección, sin seguridad social ni laboral, sin prestaciones sociales, trabajan más de 12 horas diarias en las calles, enriqueciendo a estas empresas globales.

Así como dar dinero a los niños de la calle genera la reproducción de la violencia contra estos mismos niños, la compra de minutos en la calle, reproduce la explotación de estos colombiano que trabajan en esto, pero que además enriquecen a estas empresas globales que no están obligadas con estos miles de ciudadanos porque no existe ningún tipo de contrato laboral que los reconozca como trabajadores(as) de estas multinacionales. Y como es una actividad sencilla, los colombianos terminan aceptado (sin ser consientes del todo) de las condiciones injustas de su trabajo. No imagino cuántas llamadas por celular se pueden hacer en cada minuto del día y cuánto puede representar esto en términos de ganancias para estas empresas globales.

En casos como estos, nunca se ha escuchado al gobierno decir algo, o al Ministerio del Trabajo de exigir claridad en términos de contratación de estos colombianos por parte de estas empresas globales. Las personas que trabajan en ello ven su labor como una posibilidad de obtener ingresos en una sociedad donde esas posibilidades de acceder a puestos de trabajo son mínimas.
                                                                                                                                
Imagino al señor Carlos Slim sentado en una playa en Acapulco, mirando el mar, mientras cada segundo su riqueza se reproduce de forma increíble a costa de miles de colombianos(as) que vendiendo minutos en las calles bajo todas las condiciones de explotación, impulsan el consumo de la marca de su empresa de telecomunicación. ¿Claro?

Este asunto, al igual que otros de la dinámica cotidiana en nuestra sociedad, merecería un lugar en la agenda pública y mediática, a fin de que esta forma simulada de explotación y de concentración cada vez mayor de las riquezas en unos pocos,  se ponga sobre la mesa de discusión y movilización ciudadana.

8 de agosto de 2012