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martes, 8 de mayo de 2018

EL MERCADO DEL MIEDO


El MERCADO DEL MIEDO

Por
Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales

E. Galeano (1998), afirmaba que “muchos de los grandes negocios promueven el crimen y del crimen viven”.  No es raro entonces que gobiernos, corporaciones, entes del control y autoridades, estén interesados en la producción y reproducción de los miedos. Los espacios de la vida están saturados de todo tipo de mecanismos, aparatos o sistemas de control y vigilancia producidos, distribuidos, comercializados y consumidos por todos los lugares del mundo. Están en el subsuelo, la superficie terrestre y el espacio exterior. No hay dimensión planetaria en donde no estén presentes.

Y esta situación ha sido de gran beneficio lucrativo tanto para las multinacionales especializadas en el negocio de la vigilancia privada, como para las corporaciones globales que abastecen al mundo de armamento y artefactos de guerra. En calles, plazas, espacios privados y públicos, la vida cotidiana está rodeada de circuitos cerrados de televisión, alarmas por monitores, cámaras de seguridad que controlan a la población, sistemas satelitales de vigilancia, dispositivos móviles vigilados, seguimiento a llamadas y uso de internet y  todo tipo de avance tecnológicos. ¿Seguridad o libertad? es la paradoja reflexiva sobre la que orbita el pensamiento de Foucault.

El geógrafo R. Méndez (1997), había señalado hace veinte años atrás que la tercera revolución puede caracterizarse por el desarrollo de “la técnica para el diseño y producción de circuitos electrónicos en miniatura mediante el uso de elementos semiconductores, su rápido desarrollo en las últimas décadas tiene como punto de partida el descubrimiento del transistor (1947), para atravesar una serie de etapas sucesivas marcadas por la aparición del circuito integrado (1957), el procesador planar (1959) y el microprocesador (1971)” (Méndez, 1997, p. 164)

En este contexto de civilización, sobre cada ser humano recae la sospecha. No existe espacio que no esté vigilado, controlado, manipulado por sistemas de información y vigilancia. Estructura social de la vigilancia que opera en la estructura mental y cognitiva de los individuos. Controles y autocontroles operan como complementos. Monitores, cámaras ocultas, pantallas y espejos como paredes, software de escaneo de cuerpos con rayos que traspasan la piel y los órganos, rejas eléctricas y electrónicas operadas por computadores o vigilantes que afinan el ojo para captar a los intrusos, los expías, los suspicaces e “indeseados”.

Miedos, in-seguridades, desconfianzas que pesan sobre los cuerpos de cada habitante.  Cada ser viviente que se moviliza, que respira, que suspira, que se comunica, y que posee su propia historial,  es reconocido y se convierte en objeto de vigilancia, en “cosa” a la que se le debe prestar toda la atención. Como lo he manifestado en varias oportunidades, se ha llevado al extremo de hacer pensar y sentir que “todo ciudadano es potencialmente culpable de algo” y por tanto es una potencial amenaza. 

Galeano nos evoca una frase de empresario “Nuestra mejor publicidad son los noticieros de la televisión” (Galeano, 1998, p. 108). Noticieros que in-forman hechos noticiosos todos los días sobre el dolor de la gente, el crimen formal e informal, la guerra “embellecida” con sonidos de sirenas, misiles que caen sobre pueblos como estrellas fugaces que se descuelgan del cielo, luces de ambulancias que iluminan las oscuras calles urbanas, agentes militares, de policía y autoridades que atrapan, encarcelan y exigen orden. El mercado lingüístico socializado por gobiernos y medios masivos que se encargan de reproducir cotidianamente el miedo y la in-seguridad, así como del control y la vigilancia han aumentado.

Sin duda alguna, las corporaciones globales y nacionales, el mercado de la in-seguridad y el oficio guerrerista en todo el mundo están ampliando sus arcas y ganancias porque con la construcción social del miedo se logra excedentes de rentabilidad, dividendos que representan gigantescos capitales. No es extraño entonces que entre más vigilancia, más inspección, más autoridades policiacas y militares, aumente exponencialmente el miedo y la in-seguridad. La sociedad se arma, el Estado se arma, las corporaciones se arman. Galeano nos recuerda en este sentido que, “el miedo es la materia prima de las prósperas industrias de seguridad y del control social” (1998, p. 107). Así como el miedo puede aproximarnos, también puede producir la destrucción de la solidaridad, la confianza y la palabra.

Sin duda alguna, la construcción del miedo, que es social y ambiental, está abarcando todas las dimensiones de nuestra existencia. Miedos que al estar incorporados en nuestros cuerpos y nuestras almas no permite que los miedos del exterior nos reduzcan a migajas y polvo.