Covid 19: Del desarrollo sostenible a
la sustentabilidad
de la vida
Por:
Hernando
Uribe Castro
Doctor en
Ciencias Ambientales
Director
Doctorado en Regiones Sostenibles
Como lo he señalado en varias oportunidades, como especie humana
enfrentamos los efectos de la insustentabilidad de
la vida, producto de la construcción de un modelo de civilidad basado en
una racionalidad económica que constantemente buscó en el menor tiempo posible
la acumulación incesante de capital. Un modelo que pone en funcionamiento todos
los mecanismos -a la velocidad del vértigo- para alcanzar un mayor crecimiento
económico y sin límite alguno.
El principio básico de este modelo es la destrucción creativa:
destruye vida para volverla mercancía; cosifica humanos para transformarlos en objetos;
degrada naturaleza para construir modernidad. El Covid 19 es expresión de esta
insustentabilidad, que lleva a debatir a los gobiernos si la prioridad es
prolongar la cuarentena para cuidar la vida, o terminar con ella para activar
la economía.
De esta
crisis de civilidad, que es una crisis de humanidad, es la que nos alertaban
los autores, (Leff, Boff, Martínez Alier, Escobar, Noguera). Todos coinciden
que para transitar hacia la sustentabilidad de la vida se requiere de una
deconstrucción de la racionalidad económica y de la economía misma, la cual
había logrado gobernar por largo periodo los senderos civilizatorios.
En ese marco
de dominio económico por sobre toda la realidad social, apareció el desarrollo sostenible que
había sido llamado en las últimas décadas -una y otra vez- para cumplir un
papel esperanzador, práctico y pertinente para enfrentar este panorama de
destrucción: “Para controlar la degradación entrópica del sistema de soporte de
la vida en el planeta y contrabalancear los efectos destructivos generados por
la inercia de la pulsión del proceso de globalización tecno-económica fue
forjada una palabra maestra: sustentabilidad. La construcción de la
sustentabilidad de la vida fue el llamado para salvar a la Tierra de una
catástrofe tan no intencionada como impredecible” (Leff, 2019, p. 1).
La
sostenibilidad como sinónimo del desarrollo sostenible no
solo se "vulgarizó", sino que además se convirtió en algo difuso,
confuso y poco comprensible, aunque todos creen comprender de qué trata. Esta
sostenibilidad no solo está cargada de ambigüedad polisémica sino también de
complejos intereses corporativos. Hoy todos dicen ser sostenibles y velar por
ello, cuando sus acciones y procesos productivos demuestran lo contrario. El
discurso fue cooptado por los argumentos geopolíticos de responsabilidad
ambiental de las organizaciones globales, los Estados y las empresas.
Y fue
cooptado por unos y otros como argucia que promueve un capitalismo más verde y
responsable. Por ello, existen quienes plantean la necesidad de liberar la
sustentabilidad (Leff, 2019). Y debe liberarse no solo del manejo que hacen de
ella –agentes, gobiernos, modelo económico de los Estados-, sino también de la
racionalidad de la modernidad que bajo la idea de la destrucción creativa,
legitimó los daños ambientales y ecológicos en nombre del desarrollo y el
progreso. ¿Pero cómo liberarla?
El Covid 19
emergió en este planeta en el peor escenario de cambio climático. Demostró que
las medidas tomadas por los organismos internacionales basadas en la argucias
del desarrollo
sostenible fracasaron, porque fueron medidas que como “paños de agua
tibia” no lograron solucionar los problemas estructurales ambientales para el
que había sido llamado. Porque fueron medidas que, aunque buscaban soluciones,
no atacaban las bases reales del problema del modelo económico y era detener la
humanidad de su encanto por el capitalismo, el productivismo, el extractivismo
y el consumismo. El desarrollo sostenible enmascaraba
la economía y su racionalidad con una “careta verde”, para hacerla pasar como
responsable con el planeta.
El Covid 19
hoy se suma a todas esas otras demostraciones que expresan que la humanidad es
la causante del gran daño ambiental y ecológico, y que por tanto, para dar
reverso a este escenario de destrucción, se requiere “apagar” el sistema
económico tal y como opera hoy y deconstruir esa idea de economía neoliberal
que domina el pensamiento de la humanidad. Detener la humanidad de su vértigo,
del extractivismo, de la creciente productividad, de la incesante movilidad
urbana y transcontinental, del consumismo incesante de petróleo y derivados,
entre otros efectos. De este tamaño es la situación. Y para aquellos que decían
que esto era imposible, el Covid 19 demostró lo contrario: que sí es
posible detener ese encantamiento. El mundo corporativo se puede
"detener" para que el planeta respire. No es raro entonces que los
gobiernos neoliberales -y de un modo descarado y abierto-, estén apresurados
tomando medidas para proteger la economía y no la vida.
La
sustentabilidad de la vida es entonces la capacidad de detener la agreste e
incesante acción humana en el planeta. Y para sorpresa, lo que no logró el desarrollo sostenible por
décadas, lo logró en tiempo record ese microscópico virus, el Covid 19.
Paralizó el engranaje del modelo económico que mantiene en movimiento, continuo
trabajo y en acción permanente, a toda la humanidad, que arrastró el valor del
dólar a niveles de miseria y que condujo a una profunda crisis administrativa
de lo privado y lo público. Esto es importante porque son los Estados,
organismos internacionales y el sistema financiero global los garantes de que
este modelo económico que promueve ese movimiento incesante de la actividad de
cada ser humano.
La arrogancia
humana de ser la especie reina del planeta ya no tiene justificación alguna y
sus bases de legitimación desaparecen. La diversidad biológica, cultural y
ecológica son dimensiones centrales de la sustentabilidad de la vida. La vida
es un sistema que integra componentes físicos, biológicos, ecológicos, sociales
(políticos y económicos), culturales y ambientales. Su centro no está en la
economía, sino que está en las condiciones físico-naturales que permiten la
posibilidad de cualquier existencia en el planeta.
La
sustentabilidad de la vida requiere de otra comprensión del mundo, de un habitus ambiental y
ecológico. De una disposición mental distinta a la racionalidad que dominó
la sociedad del capitalismo, y que nos ubique nuevamente en la idea de que los
humanos dependemos de los sistemas biológicos y geoquímicos del planeta.
Transformar y trastornar estos procesos, tiene un alto efecto para las
posibilidades de la vida. Como lo expresa Paul Ehrlich “al empujar a otras
especies a la extinción, la humanidad se afana en cortar la rama que la
sostiene”