Los indígenas frente a los actores del conflicto armado
en Colombia
Por
Hernando
Uribe Castro
Magíster
en Sociología
El mes de julio de 2012 ha sido
significativo en cuanto al rumbo que ha tomado el conflicto armado en Colombia,
en especial, sobre el departamento del Cauca y, de manera particular, en el
municipio de Toribio. El pueblo fue víctima de los hostigamientos de la
guerrilla con armas artesanales que impactaron a la comunidad causando graves
heridas a personas y daños en la infraestructura, entre ellas, las casas de los
habitantes y el puesto de salud: “En
medio de los hostigamientos de la guerrilla y las respuestas del Ejército, 11
civiles sufrieron heridas, entre ellos la enfermera jefe del puesto de salud, y
167 casas registraron graves daños.
A la enfermera tuvieron que amputarle una pierna” (EL TIEMPO, 10-07-2012)[1].
Este hecho no dejaría
de ser uno más de los cientos que un país como Colombia enfrenta en el marco de
un conflicto armado, de no ser precisamente por la respuesta de la comunidad
indígena asentada en el municipio de Toribio. Y es precisamente la respuesta como un comportamiento colectivo, que permite
tipificarla como un “repertorios de acción colectiva”; ésta se ha caracterizado,
entre otras, por varios hechos: el primero de ellos, la concentración en el
parque principal del pueblo por aproximadamente mil indígenas; La segunda, la
organización indígena que designa una delegación para entablar diálogos con los
jefes guerrilleros para exigir su retirada del sector; tercero, la retirada de
sacos de arena que como barricadas protegían la estación de policía,
exigiéndoles también su retirada del pueblo. Y cuarta, la expulsión de los
guerrilleros por parte de la guardia indígena[2].
De estas sin duda,
interesan las dos últimas porque demuestran la capacidad de organización que
posee el movimiento social y su sentido de decisión de tomar acciones pacíficas
de confrontación, tan delicadas y peligrosas, frente a estos actores armados.
En la historia colombiana, por lo menos en la reciente, los indígenas han sido
los únicos capaces de confrontar cara a cara a ambos actores armados
expulsándolos de sus territorios, como expresión de un cansancio social y
colectivo y de desconfianza en las instituciones y agencias del Estado. Este es
un claro ejemplo de cómo el espacio como territorio es significativo para
comprender la acción colectiva.
Esto también implica
un mensaje claro para los colombianos: los indígenas asumen el control
territorial, social y político de su territorio, expulsado actores del
conflicto armado. Significa también, una desconfianza en la capacidad del
Estado para garantizarles sus vidas y la percepción de que la presencia de la
policía dentro de su comunidad como motivo de hostigamientos guerrilleros. Retirar
la policía del municipio es garantizar de alguna forma la tranquilidad en su
territorio, pues la presencia de la policía es motivo de ataque.
En este sentido, la
autoridad no se constituye en garante del orden y la seguridad, sino en un
motivador del conflicto. Y por tanto, se deslegitima la autoridad policial
cuando se le desnuda de su cascaron protector. Así como en Toribio, en los
municipios colombianos las estaciones policía son protegidas con retenes, vías bloqueadas,
obstáculos en las vías para el paso lento de los autos, pero se desprotege la
comunidad, pues prueba de ello son los altos indicadores todavía de crimen y
delitos.
Estas respuestas
colectivas de la no violencia de los grupos indígenas no pueden pasar
desapercibido, pues se tornan en formas de resistencias significativas de
pueblos que después de ser maltratados históricamente deben sentir de modo
directo los estragos de una guerra sin sentido donde el pueblo pierde, y pocos
son los que ganan. También deben convertirse en un ejemplo para el resto de
ciudadanos que atónitos dejamos pasar miles de hechos violentos, incluso los
naturalizamos como parte de la dinámica de un país como Colombia. La actuación
de la comunidad indígena si se observa en su trasfondo puede ser uno de los
ejemplos más significativos de la historia reciente del país, en cuanto a
desnudar y recriminar la acción de los violentos y de las instituciones del
Estado que han desgastado no sólo sus discursos, sino también, sus acciones.
12 de julio de 2012