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sábado, 30 de julio de 2016

LAS LADERAS DE CALI: CONSTRUCCIÓN DE UN DESASTRE AMBIENTAL

Las laderas de Cali: construcción de un desastre ambiental

Por
Hernando Uribe Castro[1] y Luis Hernando Hidalgo[2]


Se trata de la ciudad de Santiago de Cali, capital del Departamento del Valle del Cauca en Colombia. Una ciudad cuyo crecimiento urbano se ha dado sobre las más distintas zonas de alta fragilidad ambiental, como zonas de inundación, antiguos cauces de ríos, rellenos de lagunas, fallas geológicas, entre otros lugares. Su expansión planificada actual hacia el sur, precisamente por la valorización que el Estado y las empresas inmobiliarias le han asignado a estas tierras, va incorporando áreas de antiguas zonas de amortiguamiento de bosques, cultivos y humedales.

En los últimos años, en esta ciudad, la discusión sobre el riesgo ambiental ha sido más álgida con respecto al caso del dique del río Cauca al oriente –un dique de protección que ha sido poblado por más de 30 años-, y poco se ha tratado el tema del proceso de poblamiento que se presenta sobre las zonas de laderas en el occidente. Muy seguramente por razones políticas y económicas más que socioambientales.

Un fenómeno de poblamiento que tiene origen desde principios del siglo XX con la construcción del Ferrocarril del Pacífico, cuando algunas comunidades  llegaron a la ciudad con el ánimo de mejorar sus condiciones de vida. Luego, las oleadas migratorias de población desplazadas por la violencia producto del conflicto armado y por los megaproyectos que se hicieron en nombre del desarrollo. Zonas que se convirtieron en única alternativa para acceder a un techo.

Sector Los Chorros, Cali.
Foto de Luis H. Hidalgo, 2016

Con el paso del tiempo, este crecimiento urbano ha logrado tomarse increíblemente las colinas, así como ha ido trepándose sobre las montañas, a tal punto, que hoy en día, logra asomarse en lo más alto de las faldas de los Farallones de Cali. Los diversos tonos de color verde de las colinas imperantes en tiempos anteriores, van diluyéndose entre las tonalidades de grises, cafés y de todo el multicolor producido por la dinámica de la ciudad. Las montañas que en tiempos anteriores se perdían bajo la oscuridad de la noche, hoy desde cualquier punto de la ciudad se perciben como universo cargado de estrellas que como constelaciones palpitan incesantes.

En el día, solo vasta llevar la mirada sobre el occidente de la ciudad, en donde el sol se pone cada tarde, para darse cuenta de este crecimiento urbano desmedido, pues la ciudad es como un gigante pulpo que va extendiendo, poco a poco, sus enormes tentáculos sobre las faldas de la cordillera Occidental.

Un proceso de urbanización que combina toda clase de población y de construcción. Hace presencia aquí los asentamientos legales e ilegales, barrios oficiales y barrios piratas, e incluso, edificios de apartamentos, conjuntos cerrados, urbanizaciones para familias de estratos socioeconómicos altos.

La ciudad ha enfrentado en los últimos años la “Ola de calor y sequía”, pero las agencias como el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de ColombiaIDEAM- ya han empezado a considerar la posibilidad de la llegada de la “Ola de invierno”,una fuerte temporada de lluvias, que de darse en los niveles que se pronostican, puede producir afectaciones, deslizamientos y desprendimientos de las laderas como montañas que se escurren como lava hacia abajo, sobre todo porque su capa de protección vegetal ha sido afectada a lo largo del tiempo, y de modo especial, en esta temporada de sequía por la constante tala del bosque, deforestación e incendios.

Hasta el momento no se escucha nada de parte de las autoridades con respecto al planteamiento de planes y programas de mitigación de riesgo, o de preparación para los eventos a los que se expone la ciudadanía ante eventos posibles de catástrofe por sismos, derrumbes, lluvias incesantes, etc. Los pobladores de esta ciudad parecen estar desprotegidos y desinteresados del tema.

A medida que avanza la ciudad hacia las zonas altas de la ladera, se van produciendo un conjunto de problemáticas y conflictos ambientales. No solo por los procesos de deforestación sino de afectación de las cuencas hidrográficas existentes sobre este territorio, que son varias, y que se descuelgan buscando el río Cauca. Deforestar y afectar los ríos implica afectar también la fauna y la flora existente.

En casos como el río Pance, la urbanización no se detiene y avanza incesante hacia las zonas más altas y de protección, precisamente por el mercado de la tierra su valorización. Se está interviniendo esta cuenca en nombre del “desarrollo” y el “progreso”, así como en su momento se intervinieron otras como la del río Cali y Aguacatal, para hacer de ellas espacio de una geografía del turismo, espacios de vida para las clases medias altas por los beneficios ecosistémicos y paisajísticos que ofrece. En otras zonas como Siloé, los Chorros, Montebello, Terrón Colorado, entre otros, los beneficios de ocupar estar áreas están relacionadas con el atractivo ofrecimiento de servicios básicos a costos menores (agua, alcantarillado, energía, techo, entre otros,). 

De este modo, en las laderas de la ciudad de Cali, lo urbano se va adentrando hacia lo rural y lo rural empieza a configurarse con los rasgos urbanos. Construcciones, vías, viviendas, personas, extensión de redes de acueducto, alcantarillado, de energía, etc. Suelos, antes fértiles para la protección y conservación forestal, ahora cubiertos de cemento.

La gestión del recurso hídrico presenta graves problemas en tanto no solo se da una fragmentación de competencias de los entes administrativos y del Estado sino también que los distintos planes de desarrollo parecen ruedas sueltas de los Planes de Ordenamiento Territorial y estos, a su vez, de los Planes de Ordenación de las Cuencas Hidrográficas. Planes, planes y planes, que parecen estar escritos en papel mojado, sin coordinación, integración y eficiencia. Ruedas sueltas como sueltas las instituciones del Estado responsables del orden y control territorial.

Cada día, una nueva casa, una nueva urbanización, un nuevo barrio, una nueva obra y un bosque menos. Las colinas arrasadas por la urbanización, la extracción de materiales. Los ríos, fuentes vitales para la sustentabilidad del agua y de la alimentación, ahora urbanizados y privatizados. No existe una gestión integrada del territorio. Parece ser un evento incesante y sin posibilidad de control. Se va construyendo así, poco a poco, día a día, un desastre ambiental de magnitud impensable, ante la vista de todos, de la sociedad civil, de las autoridades y de los empresarios.

Se presencia entonces, todo un proceso de degradación ambiental urbana entendida como el resultado histórico de las constantes intervenciones y acciones humanas que someten el territorio a presiones y que van generando transformaciones y afectaciones a las condiciones propias de los ecosistemas, para dar paso a la configuración de estructuraciones urbanas.


Foto: Hernando Uribe Castro y Luis Hernando Hidalgo, 2016




[1] Magíster en Sociología. Candidato a Doctor en Ciencias Ambientales de la Universidad del Valle. Profesor Departamento de Ciencias Ambientales, Universidad Autónoma de Occidente.
[2] Estudiante de Ciencias Sociales, Universidad del Valle.