Este es un espacio que propone reflexiones y debates sobre la inter-retro-conexión sociedad en la Naturaleza y la Naturaleza en la sociedad.

Hernando Uribe Castro, derechos reservados. Citar la fuente. Plantilla Simple. Imágenes de la plantilla degaffera. Tecnología de Blogger.


martes, 19 de marzo de 2013

ENTRE CAINES Y ABELES


Por 
Germán Ayala Osorio, Hernando Uribe Castro y Elizabeth Gómez Etayo. Profesores de la Universidad Autónoma de Occidente.

¿Qué pretenden los canales privados de la televisión colombiana con las novelas y seriados que transmiten? Sin duda, canales privados y productores de noticias y de entretenimiento como CARACOL y RCN televisión, legitiman  un orden establecido a través de la producción y emisión de series como “El cartel de los sapos”, “Sin Tetas no hay Paraíso”, “Pablo Escobar, El Patrón del Mal”, “Corazones Blindados”, “Pandillas, guerra y paz”, y con la más reciente producción, Tres Caínes” (2013).

En nuestra sociedad, los medios de comunicación se han convertido en un agente más del proceso de socialización de la mayor parte de la población, así como también son los movilizadores de una gran masa de opinión pública y sobre todo, hoy más que nunca, son los especializados en la transmisión cultural. Esta realidad debería pesar en su responsabilidad con los contenidos, las ideologías y el sentido que transmiten, pues las palabras que producen los medios, de modo directo o indirecto, tienen importantes efectos sobre las creencias, puntos de vista y las formas simbólicas de percibir el mundo de millones de colombianos.

Desde hace varios años los colombianos estamos expuestos a un conjunto de producciones de los canales privados que reconstruyen una cierta versión del país y sobre las cuales debemos alertar. Programas que reproducen violencias simbólicas, descontextualizan los hechos históricos e imponen una falsa verdad bajo la excusa de contar la historia, o la ficción y que terminan polarizando de forma tendenciosa a la opinión pública.

Hoy en día es claro que los medios dominan la vida política e inciden en contextos científicos, culturales, artísticos, deportivos y hasta intelectuales, pues ellos tienen los instrumentos y los medios para seleccionar de estos campos lo que conviene y no conviene, lo que les representa ganancias o peligros, lo que une o lo que polariza. Es la televisión la que impone los temas y decide qué y quién es importante o no.

¿Realmente la televisión presenta lo que la gente quiere ver? Tal como argumentan los productores y libretistas, o será más bien que la gente termina aceptando y consumiendo lo que los canales de televisión proponen para ver. La televisión, mucho  más que las actuales redes sociales que circulan por internet, continúa siendo el medio masivo por excelencia. Tiene la capacidad de llegar hasta el último rincón de la geografía nacional y sobre todo, seduce a toda persona independiente de su edad, género, orientación sexual, etnia, credo religioso o político.

Teniendo en cuenta este contexto y como docentes universitarios interesados en formar una masa crítica, nos hemos dado a la tarea de que nuestros estudiantes reflexionen sobre cuáles son los alcances socioculturales y los fines político-económicos de algunos programas de la televisión colombiana. Los seriados mencionados en el primer párrafo son excelentes ejemplos para hacer un verdadero análisis de los efectos de la  televisión colombiana, y el actual seriado que tanta polémica está causando, Tres Caínes, es un excelente caso para ser analizado, dado que, por fortuna, existimos quienes aún no desenchufamos el cerebro cuando prendemos la televisión.

Como actores sociales, políticos y económicos de la sociedad civil es perfectamente legítimo que estos canales defiendan, valoren y propendan por el mantenimiento de unas condiciones contextuales, generadas por los sistemas político y económico que les benefician, en tanto hacen parte de la industria cultural y del entretenimiento. Canales de televisión, bancos, equipos deportivos, empresas y otras unidades de negocio hacen parte de emporios corporativos. Eso no está en discusión, pero lo que sí resulta cuestionable es su responsabilidad social y política en la contribución de una sociedad más democrática, máxime en momentos que pretende, de nuevo, acercarse a los caminos de la paz; así como su efectivo rol de generador de violencia simbólica, con la que millones de colombianos terminan identificándose, con monumentales vacíos históricos y pobres referentes éticos de las complejas realidades del país. De esta forma, termina diluyéndose la función social de estos dos canales.  

¿Por qué RCN habría de hacer eso? Sabemos que ningún producto comunicativo es ingenuo, como también, que el equipo de producción tiene amplia formación para dilucidar los efectos que tal o cual producto puede causar en el público televidente, de tal forma que lo que en apariencia puede no tener la intención de hacer apología a la violencia, al narcotráfico, a la guerra y en general, a promover valores antidemocráticos, termina azuzando la polarización de la opinión pública en un contexto de bajísima cultura política como el que tenemos en Colombia.

En este sentido, los seriados en mención, especialmente los Tres Caínes, terminan siendo una apología a la violencia,  exhibida de la forma más cruda y cruel, si pensamos en las miles de víctimas que consumen este programa. ¿Pensarían los productores de estos programas en los casi cuatro millones de desplazados que asisten a sus seriados? ¿Qué estarán pensando los padres y madres de familia de los actuales estudiantes de sociología y antropología, cuando en el seriado más exitoso de la televisión colombiana se dice que tales carreras son nidos de guerrilleros?

Estas series televisivas se construyen bajo dicotomías moralizantes culturalmente aceptadas, que azuzan la polarización nacional entre los buenos y los malos, las víctimas y los bandidos, lo correcto y lo incorrecto, lo legal y lo ilegal, entre otras, pero en contextos donde la venganza termina ocupando el lugar de la justicia, perdiendo, ésta última, su sentido y lugar social. Dichas dicotomías, puestas fuera de contexto histórico y político, contribuyen a la siembra de pérfidos valores sociales en una sociedad como la nuestra con una baja cultura política.

A lo anterior se suma que tenemos un sistema educativo precario e insuficiente que no está formando sujetos pensantes, sino ejecutores de funciones y al final, las masas terminan consumiendo aquellos productos de CARACOL y RCN como dogmas de fe y lo que es peor, aceptando como referentes éticos y morales las acciones y actuaciones de sicarios, paramilitares, militares y mafiosos, que confluyen en el inconveniente imaginario del violento, el agresor, el poderoso, el que viola las normas, el que ejecuta justicia por cuenta propia, el Gran Macho. El que viola, el que mata, el que pisotea, el que abusa, el que hace justicia por cuenta propia, dejando en el ambiente una total confusión entre justicia y venganza. En un país con un 97% de impunidad como el nuestro, este tipo de programas orientan a la gente para que resuelva pleitos, que son de resorte estatal, por cuenta propia. Es decir, promueve principios propios de un para-estatismo y mañana, nuevos grupos de justicia privada.

Vamos directamente a algunas  escenas  del seriado “Los tres Caínes” donde uno de los hermanos Castaño le dice al otro: hay que acabar con todo lo que sea de izquierda.  ¿Cómo recibirá esa sentencia las audiencias, el público televidente? ¿La compartirá? ¿La dilucidará? Mucho nos tememos que no, sobre todo cuando estos mensajes llegan a jóvenes carentes de información histórica y de contexto, y que no son capaces de diferenciar entre los hechos del pasado y los del presente.

No existe en la cultura política colombiana factores que promuevan el discernimiento. Lo más seguro es que los públicos televidentes asuman dicha sentencia de manera literal, textual, como un imperativo moral para alcanzar la paz y la convivencia. Y ¿Qué significa ser de izquierda en Colombia? Distinta sería la realidad si estuviéramos en Europa o Norteamérica, pero en el país del ‘Sagrado Corazón’ no ha podido florecer con éxito una izquierda importante que no sea armada. Aquí todavía es rarísimo hablar de que existe, como en el llamado primer mundo, una izquierda democrática. Por lo pronto, en Colombia, izquierda, sindicalismo y crítica al orden social establecido, son sinónimo de terrorismo, guerrilla y odio hacia la Patria. Todo lo contrario de lo que es.

Así, las frases del Clan Castaño estigmatizan a quien piense diferente al orden social establecido. Pues aquí se ha negado la disidencia y decir, como lo hacen Los Caínes-Castaño en otra escena, que se debe acabar con todos los que piensan es sugerir que pensar es peligroso,  dejando a los pensadores en una especie de lista de muerte, como si tuvieran que cuidarse de una especie de ‘cruzada ideológica’  con la anuencia de una sociedad intolerante, excluyente, violenta y un Estado débil y precario.

Da la sensación de que vivimos en los tiempos de la Inquisición.  Y hasta ahora, nada se ha dicho en los Tres Caínes sobre la otra cara de la moneda, esto es, sobre el discurso intolerante de la derecha y de la ultraderecha, cuyos intereses defendieron los hermanos Castaño. Gustavo Bolívar nos pide que dejemos avanzar el seriado. Mientras eso pasa, seguiremos discutiendo alrededor del por qué no se inició con la presentación de las víctimas ¡Por las víctimas! ¿Por qué, una vez más, nos toca ver a los victimarios? Como si no fuera suficiente con verlos en los noticieros.

Por ahora, debemos decir que el seriado empezó mal, destacando a los victimarios y no a las víctimas. Si la intención hubiera sido la de contribuir a la comprensión de la guerra en Colombia, las ciudades colombianas están llenas, a más no poder, de seres anónimos que la guerra, los paramilitares, la guerrilla y el propio Estado, sacaron de sus tierras. Y ellos están esperando su oportunidad de oro para hablar, para ser escuchados y sobretodo, para ser reconocidos. Insistimos, ¿Qué sentirán esas víctimas viendo de nuevo la cara de sus verdugos? Bolívar, en lugar de deconstruir la historia de los victimarios, representada en Caín, ¿por qué no hiciste una historia de los abeles? ¡De las víctimas!

Así entonces, nos ratificamos en que la frase hay que acabar con todo lo que sea de izquierda, puede ser recibida por las audiencias como un valor político en tanto quienes matan guerrilleros y gente de izquierda, estarían ayudando a construir un mejor país, una mejor democracia: “los héroes existen”. ¡Qué confusión! Mensaje que, sin duda alguna, puede permear a la población joven que con pocos elementos analíticos, históricos y reflexivos, entregados por una Escuela en crisis y familias disonantes, reciben el influjo de una industria del entretenimiento que no sólo busca ganancias, sino mantener unas condiciones contextuales ilegítimas, pero perfectamente racionales y convenientes desde la perspectiva de quienes ostentan el poder político. ¿Dónde está el Estado y  la Comisión Nacional de Televisión?

martes, 26 de febrero de 2013

CRISIS AMBIENTAL, MINA DE ORO PARA LA CORRUPCIÓN EN COLOMBIA


CRISIS AMBIENTAL, MINA DE ORO PARA LA CORRUPCIÓN EN COLOMBIA[1]

Por
Hernando Uribe Castro
Investigador CIER – Magíster en Sociología

Existe una relación entre crisis ambiental y corrupción. Los efectos tanto del periodo de lluvias intensas como el periodo de mucho calor en Colombia, nos invita a pensar dos cosas: primero, que tanto las fuertes lluvias como el intenso calor están afectando de manera clara el sistema de cuencas hidrográficas en donde está la población urbana y rural, pero que además, esto efectos también son producidos por el modelo de desarrollo económico y político que se instaló sobre estos lugares. Un modelo extractivo que acaba con bosques, cobertura vegetal protectora del suelo y que impulsa la expansión ganadera, la minería, la tala y quema de bosques, el desplazamiento de personas, entre otros.
           
Segundo, que esta crisis socio ambiental, producida por las actividades humanas, conlleva a un incremento en la producción de desastres como inundaciones en el campo y la ciudad, afectación de infraestructuras (carreteras, vías), así como también incendios forestales, sequía, envenenamiento del agua, la tierra y el aire. Frente a esto, el gobierno colombiano responde activando las alarmas por emergencia y  hace anuncios de importantes ayudas para atender estos eventos. El problema es que a la crisis socio ambiental se le suma una catástrofe que es perversa porque es intencionada y está arraigada en las prácticas políticas: la corrupción.

Ya lo anunciaba el periódico El País del viernes 11 de febrero: “Se hicieron ‘agua’ los dineros de ola invernal en el Valle del Cauca: El Valle del Cauca es el departamento que registra el mayor número de irregularidades por obras del programa Colombia Humanitaria que aún no inician o presentan grandes retrasos”. Solo un seguimiento atento a los medios periodísticos daría cuenta de los muchos anuncios de apoyos, recursos y dineros que se anuncian pero no tienen seguimiento. No se sabe si efectivamente esos recursos se concretan o llegan a quienes lo necesitan realmente. Por ejemplo, en el municipio de Roldanillo tumbaron un puente para hacer otro similar con el único propósito de contratar.[2]

El Informe Mundial de Corrupción 2011 señala que en los países donde precisamente existían dineros que se giraban a la atención de los problemas por riesgos por desastres naturales o medioambientales, se evidenciaba incremento de la corrupción[3]. Hoy en día los presupuestos nacionales incluyen recursos para atender desastres y eventos de calamidad, pero como estos eventos son procesos de largo plazo, los controles administrativos casi que son imposibles y muchos grupos de poder, líderes y gamonales, se están beneficiando de esta crisis socio ambiental. 

Debe el Gobierno de Santos, en representación del Estado, activar todos los dispositivos y equipamientos para atender, favorecer y defender a los ciudadanos que se encuentran dispersos a lo largo y ancho del territorio nacional afectados por las crisis socio ambientales, pero también llamar la atención de los organismos de control, Procuraduría y Contraloría, para vigilar la función pública, en especial lo que tiene que ver con la efectiva y eficiente administración de cuantiosos recursos fiscales, que deslegitiman al Estado y naturalizan la corrupción.

 






[1] Este artículo fue publicado por El Pueblo, sábado 23 de febrero de 2013.
[2] “Informe: los puentes ‘voladores’ que no han logrado convencer en Roldanillo.  El Valle del Cauca es el departamento que registra el mayor número de irregularidades por obras del programa Colombia Humanitaria que aún no inician o presentan grandes retrasos.” El País, 8 de febrero de 2013.
[3] Informe Mundial de Corrupción “Cambio Climático”. Estados Unidos: Transparency International, 2011.


lunes, 18 de febrero de 2013

LA INSEGURIDAD CIUDADANA NO SOLO ESTA EN LAS CALLES


LA INSEGURIDAD CIUDADANA NO SOLO ESTA EN LAS CALLES

Por
Hernando Uribe Castro
Magíster en Sociología

Es necesario aclarar que la seguridad de los ciudadanos se ha enfocado a los problemas de la calle y del espacio público, como si la inseguridad fuera provocada solo por ladrones, bandas criminales y desadaptados. Para eso, las autoridades y los gobiernos enfocan esfuerzos y una gran cantidad de recursos para  el aumento de autoridad armada como militares, policías, tecnologías para la vigilancia y políticas de seguridad.

Pero se olvida que la inseguridad de los ciudadanos también está en algunos de los espacios públicos de las instituciones del Estado, donde la criminalidad, la corrupción, el clientelismo y la politiquería atentan contra la integridad de todos y todas.

Ejemplos sobran, tales como: la corrupción dada en el sistema de salud colombiano que produjo no solo la mercantilización de la salud, sino también, y de modo directo, la pésima e ineficiente atención de muchas personas que perdieron la vida esperando atención en una sala de espera de un hospital o clínica; agencias del Estado que debían realizar las obras necesarias para evitar que temporadas de invierno y/o sequía no afectaran la población de la forma como lo habían hecho, pero que al final de cada evento, fueron evidentes los estragos, el desastre y la muerte de muchas personas por la ineficiencia y la corrupción; inseguridad educativa; la parapolítica como expresión de esa inseguridad que vivió el país en tiempos recientes, así como las organizaciones criminales aliadas con políticos y gamonales regionales que hacían presencia en los espacios de decisión y de inteligencia más importantes del país; la inseguridad que produce un sistema financiero que clienteliza a toda una población. Las agencias del Estado encargadas del control del mismo Estado parecen insuficientes frente a tantos casos de delitos cometidos contra la misma nación por sus mismos agentes. Todo tipo de funcionario público operando en las instituciones del Estado desde la corrupción y la criminalidad.

Esa es la otra inseguridad que viven los colombianos. En este sentido, es necesario repensar la sociedad colombiana desde otros ángulos. Exigir la seguridad producida tanto por las instituciones del Estado en ellas mismas, así como la seguridad en el espacio público tanto urbano como rural. Limpiar las instituciones del Estado de criminales y corruptos es necesario para transformar la institucionalidad del país y para lograr la garantía de la responsabilidad  del Estado con sus ciudadanos.

Parece que en Colombia se administra la inseguridad y no la seguridad pues algunos funcionarios públicos enfocados a procurar el bienestar y la integridad de los colombianos son quienes en realidad están fomentando todo tipo de daños y perjuicios, que, en vez de prometer un camino hacia al bien común, donde tomen medidas profundas y maticen de raíz, terminan aportando soluciones a problemas más triviales, que ante el público, parecen ser más efectivas como la captura de un gran delincuente, o un  plan antirrobos, o la investigación de grupos criminales.

Lo que es extraño, es que, por más capturas que hagan, por más inversión que se promueva y por más discurso que demuestre que lo que se está haciendo, los hechos evidencian que todo ha sido, es, y sigue por el mismo camino, y que los colombianos tanto en los espacios institucionales como en el escenario público y de la vida cotidiana siguen experimentando la reproducción de la inseguridad.

18 de febrero de 2013



jueves, 14 de febrero de 2013

PRODUCCIÓN SOCIOESPACIAL DEL MIEDO URBANO EN CALI


PRODUCCIÓN SOCIOESPACIAL DEL MIEDO URBANO EN CALI[1]

Por
Hernando Uribe Castro
Magíster en sociología

Las ciudades colombianas se han convertido en escenarios que materializan las diferentes estrategias de sus pobladores para enfrentar los múltiples sentimientos de miedo que se producen al vivir en estos contextos de sociedad: estrategias que van desde los diseños de viviendas, urbanísticos, industriales y comerciales, hasta los diferentes mecanismos de control sobre los mismos espacios y escenarios públicos. Estas expresiones se pueden comprender como formas de resistencia para aminorar, manejar, mitigar y disminuir el miedo urbano.

Hoy en día, los sistemas modernos de seguridad y vigilancia se encuentran en las grandes organizaciones así como también se pueden apreciar en algunos barrios, conjuntos cerrados o sectores populares. Las rejas y las cámaras de seguridad instaladas en muros, postes de alumbrado, puertas, ventanas, terrazas, ascensores, balcones y gradas, con sistemas de alto voltaje, son herramientas que se utilizan para enfrentar y apaciguar el miedo.

En calles, plazas y parques existen algunos anuncios hechos por las autoridades o por la misma comunidad con contenidos preventivos y/o amenazantes para que la población se abstenga de cometer actos delictivos.

Foto. Anuncio sobre la Avenida 6ª en Cali.
Foto: Hernando Uribe Castro, 2012.

En esta sociedad de control cada individuo es sospechoso(a). A espaldas de cada ciudadana(os) existen mecanismos de vigilancia que no pierden detalle alguno de los movimientos. Los espacios públicos y privados (como en centros comerciales, teatros, museos, galerías, supermercados, estadios, gimnasios) son vigilados las 24 horas del día, donde se disponen carteles que expresan con cierto eufemismo: siéntase tranquilo, este lugar está siendo monitoreado.

La ciudad y sus autoridades se esmeran por demostrar que se trabaja por la seguridad de los habitantes, de los turistas y de las instituciones públicas y privadas. Para ello incrementan de manera permanente el número de policías y sistemas de alta tecnología en seguridad, y todo tipo de equipamiento relacionado con ello. Esto hechos generan importantes inversiones y ganancias para las industrias del control del miedo. Así se tienen espacios vigilantes y vigilados, que controlan y son controlados.

En la ciudad marca, el miedo es un importante aliado para la reproducción de los excedentes de capital, en tanto obliga a realizar grandes inversiones para aminorarlo e imponer el sentido de seguridad. Así como también se ha incorporado como un aspecto más de la configuración del espacio público y sus lugares, y como mecanismo de control de la vida pública y democrática.

Detrás de los discursos políticos parece potenciarse la idea de la necesidad de deslizar el ciudadano del espacio público -es decir del espacio del encuentro-, hacia los lugares del consumo, el que dice dar seguridad, tranquilidad, comodidad y gusto, aquel espacio, el privado, el del centro comercial. Se asiste, entonces, a la reproducción socioespacial del miedo como mecanismo de control social del comportamiento urbano, así como también de reproducción de excedentes de capital.








[1] Artículo publicado en el Boletín Ethos Regional del Centro Interdisciplinario de Estudios de la Región Pacífico Colombiana, CIER, número 5, octubre – diciembre de 2012.

viernes, 25 de enero de 2013

¿RENTABILIDAD ECONÓMICA O CULTURA CIUDADANA EN CALI?


¿RENTABILIDAD ECONÓMICA O CULTURA CIUDADANA EN CALI?

Por
Hernando Uribe Castro
Magíster en sociología

En Cali se viene aplicando un conjunto de normas y controles en términos de movilidad urbana, del espacio vehicular y público, las cuales han propiciado una agitada polémica en la comunidad: fotomultas, retenes, controles policiales, agentes de tránsito tomando fotos y cámaras vigilantes en toda esquina de barrio. A ello se ha sumado algunas campañas televisivas que como la del “Vivo bobo” que se destacó años atrás, demuestra que mientras en los años ochenta su mensaje se dirigía a avivar el sentido cívico y ciudadano, ahora, se dirige de modo específico a la población de conductores y al tema del castigo por infracciones de tránsito.

Y es que una simple operación matemática demuestra que el aumento de los controles y castigos por infracciones es más rentable que las campañas serias y encaminadas a fortalecer la cultura y convivencia ciudadana. Según la oficina de Tránsito, en un solo día se pueden lograr 400 sanciones a conductores. Además de eso, el número de vehículos privados que llegan a las calles cada año aumenta en 200 autos y el número aproximado de personas que se movilizan en moto asciende a casi 350.000. Esto, por supuesto, debe abrir los ojos de quienes administran los recursos que derivan de tales infracciones, pero también, muy seguramente  de  inversionistas privados que están pensando en acceder a lotes en áreas centrales del centro histórico de la ciudad para convertirlas en áreas de parqueo, tal como fueron anunciadas por la Alcaldía: ocho plazoletas y áreas públicas, para que inversionistas construyan y operen cerca de 2.496 plazas en el centro y sur de la ciudad.

Las cámaras de vigilancia que atrapan a infractores, operan como el látigo de la sanción económica, con escaso acompañamiento educativo y/o programa de formación cultural en valores, normas y respeto por la vida personal y la de los otros. La cuestión es que los vacíos en términos de formación en valores y prácticas culturales urbanas no se resuelven con sanciones económicas. Además, la mayoría de las calles de Cali continúan estando en pésimas condiciones, generando accidentes, de forma que la ciudadanía no ve invertidos los recursos captados por infracciones, en el mejoramiento vial.

Diferente sería una propuesta que no privilegie la sanción económica, sino otra forma de compensación que debe hacer el infractor por no acatar las normas, el cual podría ser el trabajo en labores comunitarias. Este trabajo comunitario puede reflejarse más directamente en un cambio cultural, que los dineros recogidos, los que por lo regular, nunca se ven claramente revertidos en la ciudad o si se hace, terminan regularmente como las obras mal construidas como el puente de la 16 con 80. Campañas educativas con niños y adolescentes que integren una perspectiva amplia de cultura y convivencia ciudadana y, por supuesto, en el significativo mejoramiento de la malla vial urbana.

Como lo expresaba hace algunos meses, "una propuesta de este tipo puede ayudar a neutralizar el afán de lucro económico, a fin de que se diseñen políticas públicas que propendan por una ciudadanía más responsable y comprometida con la ciudad. La sanción y el castigo, así sea económico, no debe ser la única fuente de control que se debe imponer; la cultura ciudadana, el respeto por sí mismo y por el otro, se construyen desde los cimientos de la educación y la cultura." 

Estado local, débil y precario, que apela a la sanción para ocultar sus falencias y la equivocada dirección de una élite dañina, perversa, que usa de tiempo atrás la ley para su beneficio

huribe@uao.edu.co

miércoles, 16 de enero de 2013

MINI-REFLEXIÓN SOBRE PELÍCULA "LA PLAYA D.C."


MINI-REFLEXIÓN SOBRE PELÍCULA "LA PLAYA D.C."

Por:
Hernando Uribe Castro

“La Playa D.C.” una película bastante interesante. Jóvenes con posibilidades limitadas en una sociedad que los margina, los excluye, los criminaliza; también expresa esa frialdad / desinterés del sistema y un Estado que nunca aparece, y cuando aparece es para dar garrote y para hacerlos sospechosos.

Algo así, jóvenes como trompos danzantes, girando sobre sí mismos. Días y noches inciertas, caminos opacos, rodeados de muerte, drogas y sufrimiento. Humildad se une con la miseria y el desespero.

No obstante esta cruel realidad, alguien me hacía ver y caer en la cuenta de que algunos jóvenes no se dejan abatir por las circunstancias. La solidaridad, la amistad y la lealtad son valores marcan estos personajes quienes crean sus "propias" estrategias para enfrentar todas las situaciones difíciles, aun perdiendo seres queridos. Los jóvenes siempre están en la búsqueda de sus razones para la esperanza, creando nuevos caminos y nuevas perspectivas de vida sin dejarse derrumbar con la idea de que todo podrá ser mejor.

Una película que se mueve entre la des-esperanza. Motiva a pensar y buscar respuestas en silencio... 

lunes, 3 de diciembre de 2012

CRISIS AMBIENTAL, GOBIERNO Y CORRUPCIÓN EN COLOMBIA


Crisis ambiental, gobierno y corrupción en Colombia

Por
Hernando Uribe castro
Magíster en Sociología

Tanto los hechos  presentados durante el periodo de lluvias intensas, denominadas como la “ola invernal”, como los hechos enmarcados durante el periodo de sequía y calor, y que se expresaron de modo especial en problemas de abastecimiento de agua e incendios forestales sobre zonas de ladera, han demostrado que el Gobierno (local y nacional) se queda corto para atender estas situaciones de emergencia ambiental. Hechos que también demuestran que el modelo de desarrollo económico de tipo extractivo está causando estragos irreversibles en zonas estratégicas y frágiles de los ecosistemas colombianos como los páramos.

El gobierno se queda corto, no solo porque es ineficiente su acción directa en términos de prevención y atención de estos desastres, también porque existen incoherencias y contradicciones en sus discursos. Por un lado, se dirige a alentar una necesaria relación amigable y de respeto con el medio ambiente, pero, por otro, sus acciones se han enfocado a fortalecer y  poner en marcha las locomotoras del desarrollo, dispuestas desde los Planes de Desarrollo Nacional, como  el caso propuesto por el gobierno del presidente Santos, cuyos impactos en territorios que deberían ser protegidos, son desastrosos, pero lucrativos para las multinacionales que se encuentran detrás de  estas actividades mineras.

Son visibles estas contradicciones. A la que se suman por ejemplo, incongruencias con los datos de los supuestos aportes y/o apoyos en términos de dineros girados, subsidios, a familias afectadas, e incluso apoyo a los propios municipios. Anuncios y anuncios de dineros a los que nunca se les hacen ningún tipo de control. No se sabe si efectivamente esos recursos se concretan. No se sabe nada de ese control y seguimiento. Por tanto se debe exigir una gobernabilidad climática.

En un informe sobre corrupción mundial y cambio climático, se señalaba que uno de los campos en los que más se evidenciaban altos niveles de corrupción era precisamente los dineros que se giraban a la atención de los problemas por riesgos por desastres naturales o medioambientales[1]. Como el problema es mayúsculo, los presupuestos nacionales tenderán a concentrarse en estos aspectos, pero como son procesos de largo plazo, los controles administrativos casi que son imprecisos e imposibles. De esto ya se ha venido observando en Colombia.

Se teje así una relación que parece invisible: crisis ambiental, gobierno y corrupción, de la que muchos grupos de poder se benefician. Como siempre, es la población más pobre y marginal la que resulta afectada y haciendo peticiones y no exigencias al gobierno nacional, como si se tratara de un favor y no de un derecho,  cuando debe  ser el Gobierno en representación del Estado quien ponga en marcha todos los dispositivos y equipamientos para atender, favorecer y defender a los ciudadanos que se encuentran dispersos a lo largo y ancho del territorio nacional afectados por las crisis socioambientales.




[1] Informe Mundial de Corrupción “Cambio Climático”. Estados Unidos: Transparency International, 2011.