Contra los albañiles de un planeta
insustentable
Por:
Hernando
Uribe Castro
MSc. en Sociología
y Candidato a Doctor en Ciencias Ambientales, Universidad del Valle
Prof.
Universidad Autónoma de Occidente
Pareciera que uno de los objetivos que se han
propuesto las Corporaciones Globales es la de imponer la idea aquella de que la
humanidad no forma parte de la compleja y sistémica red o trama de la vida
planetaria. Incluso, se perciben intentos de convencernos, por todos los
medios, de que los seres humanos no hacemos parte de la naturaleza y que ni
siquiera necesitamos de ella porque con nuestros avances técnicos y tecnológicos
es suficiente para alcanzar el desarrollo humano y para lograr la realización total
de la vida.
Nos hacen creer también que nuestro planeta Tierra
es ilimitado y que por tanto, se tiene que explotar sin ningún tipo de
obstáculo, porque de esa explotación incesante y continua depende el bienestar,
el progreso y el desarrollo civilizatorio. Que éste es el único camino para encontrar
la tan anhelada felicidad, expresión máxima de que somos una especie
inteligente. Por ello, no es raro que los gobiernos que son los administradores
del Estado, autoricen en sus territorios prácticas como el “fracking”, la
exploración petrolera en zonas de reserva y conservación forestal, la minería a
cielo abierto, la explotación maderera, la construcción de hidroeléctricas, la
ganadería extensiva y la pesca industrial, entre otras actividades nocivas para
el equilibrio ecológico del planeta.
Nos enseñan a creer que una vida exitosa es aquella
que está llena de bienes materiales, lujos, acumulación de dinero, estatus y
prestigio social. No poseer esto es reflejo del fracaso, la desdicha, el atraso
y la pobreza. Por ello, la construcción de nuevos estereotipos a seguir como
los actores del espectáculo, del deporte,
los famosos, las estrellas y las divas.
Las Corporaciones propugnan por el valor económico
del individuo y el valor del individuo en su estrategia económica acumulativa. Entre
más individuos masificados, más dinámica será la economía. Por ello, hacen del
individuo una unidad productiva, rentable y consumista. Desligan al individuo
del entretejido y de su interdependencia con respecto a todos los fenómenos
naturales para encadenarlo al sistema y los flujos del Mercado. Individualizan
al individuo, para homogenizarlo y masificarlo como código de compra- venta en
la sociedad del consumismo.
Al tiempo que hacen esto con el individuo, acrecientan
las divisiones del mundo en partes nacionales, Estados, grupos y guetos. El
poder de fragmentar social, académica, religiosa y étnicamente es el poder para
confundirnos y hacernos olvidar de que somos una especie humana planetaria y
diversa. Nos ocultan la compleja trama de la vida para encadenarnos al sistema
del mercado: este es el gran y rentable negocio de las Corporaciones.
Son las Corporaciones las que tienen el poder de
hacer de algunos países pobres, paraísos de las transnacionales, en donde
intervienen sin ningún tipo de control porque lograron cooptar a los agentes
que hacen parte de los gobiernos corruptos que administran estos Estados. Una
vez en el territorio, imponen su lógica extractivista bajo lemas de seguridad,
de progreso y de bienestar para las comunidades.
Y el hecho de que Corporaciones, en colaboración
con el Estado, se propongan llevar a cabo este enérgico ataque contra los lazos
que nos unen al planeta, está en el hecho de que una sociedad desligada de sus
raíces, es una sociedad desinteresada por lo que pueda suceder al sistema de la
vida. Una sociedad desinteresada es una sociedad que se considerará altamente
artificializada. Y una sociedad artificiosa es una sociedad que termina
creyendo que su verdadero nicho de vida es la plataforma de vida material y
construida que le ofrecen las Corporaciones. Y que la máxima expresión de esa
plataforma es la ciudad como expresión de desarrollo y de civilización. La
ciudad como el templo del prometedor capitalismo global. La ciudad como el
lugar para la realización de la vida.
Frente a este fuerte discurso que ha logrado
penetrar la estructura social, la estructura mental y las estructuras cognitivas de los
individuos, no se puede esperar que sean los Estados, las Corporaciones y los
organismos globales -como el Banco
Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del
Comercio- los albañiles y diseñadores del mundo sustentable pues de entrada
sabremos que estos construirán sobre cimientos de cal y de arena. Harán un
ecologismo-ambientalismo superficial y mentiroso, cuyos discursos los sitúan en
las principales y más sensibles instituciones de la sociedad, como la familia,
la religión, la escuela y los medios de comunicación.
Ese es el peligro del ambientalismo corporativo que
aún, hablando en nombre de la importancia de lo ambiental, despliega todas las
fuerzas para imponer el orden del Mercado como un imperativo categórico para
una exitosa vida humana. Un éxito que, además de hacer fortuna y tener
abundancia, desplegará la admiración y la envidia de los otros seres humanos.
De este modo, difícilmente podremos construir respeto
por la Naturaleza, con una sociedad profundamente consumista y esclavizada a
recibir órdenes de las Corporaciones. El impulso hacia una sociedad responsable
con la Naturaleza se logra cuando lo individual, lo colectivo y lo global no se
vean como escalas opuestas, sino contenidas y complementarias. Y cuando las
estrategias para difundir un discurso ambiental y saludable deben ser tan efectivas
en sus mensajes por la imperiosa necesidad de cambiar los estilos de vida, como
agrestes y efectivas son las estrategias publicitarias corporativas que incitan
a los individuos a lanzarse de lleno a adquirir banalidades.
La lucha de quienes somos sensibles por una Ética de la Tierra, de la Responsabilidad y del Respeto por la
Naturaleza y de una Ecología Profunda,
tenemos la imperiosa tarea de continuar demostrando que es urgente: romper con
los discursos manipuladores, amañados y falsos que hacen ver la vida como campo
de entretenimiento; comprender cómo es que funciona el discurso y las
estrategias que hacen del desarrollo, un motor de vida, para salir, justamente
de ese desarrollo; encauzarnos con nuestras acciones cotidianas hacia un mundo
distinto con menos consumismo; y, no desechar de entrada, aquella idea de que
un mundo diferente es posible, para
recuperar la creatividad y la iniciativa hacia una sociedad con prácticas
sustentables. Y la más importante, la necesidad imperiosa de ser insumisos ante
las demandas de las Corporaciones globales, para recuperar el control de
nuestras vidas comunitarias locales.
Los individuos somos una unidad armoniosa, que como
parte de un Todo se inter-retro-conecta con esa otra totalidad que es el sistema
viviente y el mundo natural del sistema cósmico.