Este es un espacio que propone reflexiones y debates sobre la inter-retro-conexión sociedad en la Naturaleza y la Naturaleza en la sociedad.

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jueves, 2 de julio de 2020

RENACER DE LOS SAMANES DEL CAUCA

RENACER DE LOS SAMANES DEL CAUCA


Por
Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales


Justo cuando enfrentamos como sociedad los estragos de esta pandemia Covid-19 -que ha puesto en riesgo la salud de millones de personas, que ha cobrado la vida de cientos de miles de ellas y que aportó a desenmascarar lo desalmados que son los gobiernos nacionales al privilegiar la dinámica económica por sobre la vida humana-, me llegó una grata noticia: Los Samanes del Cauca renacen.

Desde hace algunos años -primero solo para mi tesis de maestría en sociología en 2007 y luego con mi equipo de investigación en 2011-, vengo estudiando el complejo proceso de poblamiento que existe sobre la cima de un dique que se construyó para resguardar la ciudad, para ampliar las áreas de cultivo y protegerlos contra las inundaciones del río Cauca, aquí en Colombia. Un dique artificial de más de diecisiete (17) kilómetros de largo que va paralelo a éste río y sobre el cual, desde los años ochenta del siglo XX, se formaron asentamientos humanos por parte de distintos grupos, algunos de ellos huyendo del conflicto armado, otros desplazados de sus lugares de origen por los efectos negativos de los megaproyectos del Estado en distintos territorios del suroccidente colombiano y unos más que migraron del campo a la ciudad en busca de mejores condiciones de vida.

Entre los asentamientos localizados sobre la cima del dique (también conocido como jarillón), existe uno en especial, que alcanzó a estructurar formas organizativas importantes y que logró ser reconocido legalmente por la institucionalidad municipal, al obtener su personería jurídica como Junta de Acción Comunal: Los Samanes del Cauca. Pasó algún tiempo desde que se fundó el asentamiento Samanes del Cauca hasta cuando se puso en marcha el "Plan Jarillón del Río Cauca y Obras Complementarias -PJAOC-", como resultado de la alianza entre el gobierno nacional y local.

Sede la Junta de Acción Comunal "Samanes del Cauca"
Foto: Hernando Uribe Castro, 2017.
Este Plan, una vez entró en funcionamiento, se convirtió en el terror de las comunidades. No solo porque atemorizó a la población de la sensación constante del desalojo sin negociación, sino también porque sus acciones implicaban actos violentos y a la fuerza. Según analistas, éste PJAOC actuó de modo inconstitucional y produjo desmanes y todo tipo de violencias que son conocidas  por la ciudad y los mismos entes de control del Estado colombiano: expulsó a grupos de familias de sus hogares; tumbó ranchos y casas; sacó a los abuelos enfermos y con sus tanques de oxígeno a la calle; echó y destechó a mujeres embarazadas, a niñas y niños; usó la fuerza policial (Esmad) para producir desalojos muy violentos, muchos de ellos evidentes en los titulares de los diarios locales y prensa nacional; hizo de la vida cotidiana de estas comunidades miserables al ponerlas en todo momento en la incertidumbre del despojo y el desalojo. Violencias físicas y simbólicas fueron el orden del día y de cada día durante estos largos años.

Los altos recursos asignados al PJAOC para resolver el fenómeno de poblamiento del dique terminaron enredados e investigados, como lo indican los informes de la Contraloría General de la República* y la Procuraduría. Pasó casi una década de implementación del PJAOC y tanto la sociedad caleña como los entes de control, no percibían los resultados esperados, puesto que cada año, los agentes al frente de éste plan sacaban todas las excusas para extender la fecha en la que la ciudad tendría un dique desocupado y despejado: primero dijeron que tendría todo solucionado en 2015, luego que en 2017, luego que en 2019. En general, bajo los alcaldes de turno entre el 2012 y el 2019, el Plan Jarillón no ofreció soluciones estructurales, pero si produjo la desazón de los actos violentos del Estado contra las comunidades. Por ejemplo, un caso muy conocido de desalojo violento se dio en el asentamiento Venecia-Las Vegas entre el 2015 y el 2016**. Nadie dormía tranquilo y la atmósfera de turbación constante que envolvía la vida en estos asentamientos, impedía que las gentes pudieran apreciar y disfrutar con tranquilidad del firmamento nocturno encapotado de estrellas, ni del cúmulo estelar de las Pléyades. 

Aunque los desalojos fueron increíblemente violentos, tal vez, uno de los hechos más significativos y donde no hubo confrontación y que produjo un quiebre en esta historia, se presentó en 2019, cuando por decisión de los agentes del Plan Jarillón y resultado de discusiones hasta altas horas de la madrugada, se dispuso llevar a cabo el desalojo con máquinaria y la destrucción de varias casas, entre ellas, la del presidente de la Junta de Acción Comunal de los Samanes del Cauca.

Por lo que me contó éste líder de comunidad, la tristeza y la indignación fue increíblemente inmensa al ver cómo su casa construida por largos años y con tanto esfuerzo, fue derribada, arruinada y vuelta añicos por una decisión arrogante del mandatario político local y de los agentes de turno del PJAOC. Esto no solo afectó a toda la comunidad de Los Samanes del Cauca, sino que produjo desazón de desconfianza, rabia e impotencia. Hasta su perro murió unos días después, de pena y tristeza, echado entre los escombros de la que era también su casa. Esta desgracia fue real, vivida en cuerpo y alma. Recordarlo, recupera lágrimas y dolor.

Casas como estas, fueron destruidas en 2019.
Foto: Hernando Uribe Castro, 2017.
Pero como el Ave Fénix, la fuerza de la comunidad es increíblemente grande cuando cree en sus líderes y cuando el líder ha demostrado voluntad de servicio social y de apoyo mutuo. A pesar de cualquier destrucción, del mal gobierno, de las nefastas decisiones, cuando los líderes son líderes, se levantan. Y esto fue lo que sucedió efectivamente. Como si la destrucción de su casa y las casas de toda su comunidad, dieran el valor y la claridad para actuar y salir fortalecido. Apoyado siempre por todo el grupo de lideresas que lo acompañan, mujeres que no han dejado de trabajar por ellas, por sus familias y por la comunidad.

Desde tiempo atrás, los habitantes de Los Samanes del Cauca venían trabajando en unas iniciativas para resolver la situación, pero nunca fueron atendidas ni tenidas en cuenta, ni escuchadas por los mandatarios de turno. Para superar esta indiferencia gubernamental, la comunidad estableció alianzas estratégicas con la academia, con líderes políticos, con periodistas, con grupos de ayuda, y con reconocidos estudiosos de los temas de tierra en esta región.

Y entre esas alianzas estuve yo con mi equipo de investigación (Grupo de Investigación en Conflictos y Organizaciones) de la Universidad Autónoma de Occidente, no solo reconstruyendo la historia y el proceso de poblamiento, sino demostrando con firmes argumentos las falencias, carencias e inconsistencias de la institucionalidad y el mal manejo que se venía ofreciendo como respuesta a los asentamientos informales en la ciudad, y especialmente en el jarillón.

Se publicó un libro titulado “Ciudad desbordada. Asentamientos informales en Santiago de Cali”, en donde consignamos los principales resultados de nuestra investigación. Resultados que tienen efectos reales cuando en mayo de 2020 me llegó una gran noticia: los líderes y lideresas de los Samanes del Cauca habían logrado incluir nuestras propuestas y sus propias iniciativas para resolver el conflicto del dique del río Cauca en el Plan de Desarrollo del actual gobierno municipal y en la política pública para el manejo de los asentamientos informales de la ciudad.

"Ciudad desbordada. Asentamientos informales en Santiago de Cali"
Hernando Uribe Castro, Germán Ayala y Carmen Jimena Holguín
Un gobierno municipal que, con voluntad política y sentido humano, cambió el personal del Plan Jarillón y transformó todo el discurso de guerra y arrogancia anterior. Ahora, al escuchar a los nuevos agentes al frente de este plan y de las secretarías municipales, se encuentra uno con otra forma de comprensión, otra manera de abordar el asunto, donde se percibe el respeto, la dignidad y la empatía con las comunidades. 

Un discurso que platea una solución estructural que, de concretarse, será sin duda alguna, no solo una solución para esta ciudad y para las familias, sino también un modelo interesante que puede ser compartido con otras realidades latinoamericanas. Un modelo de solución basado en la construcción de un sector rural donde el eje son las Viviendas Productivas Rurales Sustentables. Un modelo que beneficiará a más de seiscientas (600) familias.

Este puede ser un claro ejemplo del renacer de una nueva humanidad basado en el diálogo, la colaboración, el apoyo, el respeto, el amor y la dignidad. Estamos para ver el “Renacer de los Samanes del Cauca”. Una comunidad de tradición campesina que ahora tiene una solución estructural acorde a su particularidad. Un renacer que marca la ruta de una lucha de larga data, de la Existencia, la Resistencia y la Rexistencia.

Un renacer de unos seres conectados entre sí y con la tierra. Una tierra nueva que liberará de los dolores del pasado, que sacará las rabias trancadas de los pechos, que dispensará de la indignación por la incertidumbre y la tragedia. Un renacer donde seguramente los árboles de Samán, los cultivos familiares, las flores, las rosas, las aves y demás especies darán la bienvenida a todos y todas que lleguen a esta nueva comunidad.

Un Renacer de Los Samanes del Cauca donde la tierra será vida, y la vida será vivida, por fin, con serenidad.  Un renacer donde se recuperará el sueño, la esperanza, la tranquilidad y la credibilidad por un buen vivir. Donde el cielo encapotado de estrellas y donde el cúmulo estelar de las Pléyades estará allí observando y vigilante desde la distancia, del renacer de la vida, del amor y el sosiego en esta porción de planeta Tierra, en esta porción de sistema viviente.


Adriana Quiceno, Gloria Quintero y Hernando Uribe Castro
Foto tomada en 2016
Yoider Gómez, presidente de la JAC y lideresas del sector
Foto: Hernando Uribe Castro, 2013.
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* Ver: https://www.cali.gov.co/documentos/1384/informes-contraloria/genPagDocs=3
También ver: https://90minutos.co/contraloria-cuestiona-presuntas-irregularidades-en-obras-del-jarillon/
** Ver noticia: https://www.youtube.com/watch?v=xI2TRdJ62Eg

viernes, 22 de mayo de 2020

ASÍ ESTAMOS EN EL MES DE MAYO DEL 2020


ASÍ ESTAMOS EN EL MES DE MAYO DEL 2020

Por:
Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales


Hacemos parte de un mundo social donde una masa de seres humanos para poder existir, tiene que obedecer las reglas y los requerimientos impuestos por el capital y sus agentes dinamizadores. Cada individuo entrega su fuerza física, su capacidad intelectual y su práctica  al trabajo desempeñado en estas empresas, industrias y corporaciones para que estas puedan crecer y sostenerse económicamente; el sistema económico -“regulado” por el Estado- ofrece a cambio de ello, un salario valorado en pesos mínimos (según el oficio desempeñado): con este salario, los individuos tienen que sobrevivir, pero también tienen que adquirir del mercado los servicios que estos prestan mediante el sistema de compras (alimentos, servicios, productos, lujos, diversión...). Y en estas se la pasa la sociedad día a día. C. Marx, en su momento, describió muy bien las bases esenciales de este proceso.

Al llegar el Covid 19, esta maquinaria de sistema mundo capitalista casi se paralizó. Un virus que se expandió exponencialmente por todos los países y cuyo modo de contagio se producía de forma muy fácil. En pocos días, el número de enfermos y muertos aumentaron las tasas e indicadores de morbilidad y mortalidad: al 20 de mayo la situación era 4.6 millones de enfermos en todo el mundo, 323 mil muertos. Los gobiernos, por sugerencia de la Organización Mundial de la Salud, confinaron en aislamiento a casi la totalidad de la sociedad mundial, sin saber cómo proceder. Todo se paralizó por varias semanas. Entonces, para no detener el sistema y evitar su colapso y declive, se implementó el teletrabajo.

Millones de personas -con posibilidades de conexión a Internet y dispositivos- entraron en esta lógica y bajo cuarentena. Desde sus casas teletrabajaron, abrieron las puertas de la intimidad de su hogar a las corporaciones. Otros millones de seres humanos, sin esta posibilidad, tuvieron que encerrarse en casa (si tenían por supuesto casa) con la ansiedad, la preocupación y la incertidumbre, y sobre todo con la esperanza de recibir alguna ayuda, apoyo o acto de buen de corazón de parte de amigos, vecinos, familiares o del Estado. El mundo durmió temeroso y en silencio, mientras los animales se tomaban el lugar público de los humanos.

En algún lugar del mundo, desde la Casa Presidencial, un hombre se vio obligado a tener colgada la banda de presidente, a tener que sentarse al lado de la banderita y pegarse a la espalda la pintura del General Bolívar todos los días para salir en televisión, y para que la sociedad le creyera que él, era el presiente. Frente a la pantalla anunció ayudas, mientras por fuera de ellas realizaba gastos suntuosos y compra en armamento: compró armas para enfrentar los futuros disturbios y paros sociales que se le venían encima por su ineptitud e incompetencia; gastó el dinero de la paz en publicidad para subir su rancia imagen en las encuestas; contrató funcionarios éticamente cuestionados y cuestionables por antecedentes criminales; favoreció con ayudas a los banqueros y grandes empresarios; liberó a peligrosos delincuentes que estaban en las cárceles; algunas ayudas que se suponían iban dirigidas a los más necesitados, quedaron atrapadas en redes de corrupción; unas más, se fueron a beneficiar a los ciudadanos muertos; Otras ni siquiera salieron de los fondos del Estado. 

Incluso, mantuvo abiertas y funcionando las empresas extractivas, deforestadoras y de monocultivos,  todas ellas destructoras de vida y de naturaleza. Por ello, mientras la sociedad civil y los defensores de derechos estaban en aislamiento obligatorio (indignados y exponiendo sus denuncias en Internet), los conflictos ambientales se profundizaron porque los crímenes ambientales no se detuvieron, así como tampoco se detuvieron los asesinatos selectivos a líderes sociales y ambientales.

Los pequeños comerciantes y grupos de familias buscaron por todos los medios para mantenerse vivos y a salvo. Se vieron obligados a no cumplir con la orden de aislamiento para resolver sus problemas económicos (personales y familiares) del día a día. Pero la enfermedad seguía su expansión, y los índices de enfermos y muertos empezaron a sumar exponencialmente.

El dólar trepó los valores más altos mientras el peso colombiano se devaluó. El valor del petróleo en el mundo estuvo por debajo con cifras históricas arrastradas por el suelo; las pérdidas económicas de muchas empresas de sectores como turismo, aerolíneas y comercio cayeron. Por ello, la presión de las corporaciones y empresas no se hizo esperar en la puerta y entrañas de la casa presidencial. Exigieron abrir la economía y terminar con la cuarentena de la sociedad. Para estos hombres de negocio, era más importante que la economía funcionara y que la gente trabajara y gastara, así se reportaran unos cientos de miles de muertos. Esos muertos, según ellos, no significaban nada para la economía. Para ellos, las pérdidas de vidas no eran más importante, que el declive del sistema.

Entonces, como medida "inteligente", con el virus en su mayor pico haciendo estragos en las calles, plazas y mercados, desde Casa Presidencial se dio la orden para abrir de plena puertas a los sectores económicos, y se mandó a la gente a la calle, al trabajo y a los espacios del comercio para que todo volviera a funcionar, tal y como siempre: efectivamente así sucedió. En pocos días, la curva de muertos y enfermos se tornó en línea recta-directa hacia el techo. Salvar la economía se volvió prioridad y en acto de efectividad. Jugar con la necesidad humana, fue parte de esa estrategia.

Esta es la humanidad que enfrentamos. Esta es la miseria de mundo social de la que hacemos parte. Para los dinamizadores y agentes del capital, la vida de un ser, de una planta y de un animal no valen nada. Lo que para ellos importa, es el fluido y la acumulación del capital. Un capital que ya no representa su valor en oro físico, sino un efecto de ilusión basado en cuantas posesiones y ceros acompaña el dígito en una bases de datos de las entidades financieras. Una economía que es ficticia y que produce magia social, capaz de imponer en la estructura mental su existencia.

¿Habremos aprendido algo?

  

lunes, 11 de mayo de 2020

RETOS QUE AFRONTA LA CIUDAD DE CALI DE CARA A LA CRISIS POR PANDEMIA

Retos que afronta la ciudad de Cali de cara a la crisis por pandemia

Por:
Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales


Habría que iniciar esta reflexión explicando que no existe un reto principal, sino un conjunto de retos principales que Cali -como ciudad región colombiana-, enfrenta en este escenario de Covid 19.

Y pienso que es necesario indicar que además de los desaciertos y de las prácticas de corrupción vistas en las esferas del gobierno nacional en cuanto al manejo de la situación de pandemia, así como de los problemas estructurales relacionados con las deficiencias del sistema de salud (falta de hospitales, escasa bio-seguridad, paupérrimos recursos económicos, carencia de equipamientos, escaso personal médico y malas remuneraciones salariales), la ciudad enfrenta otros retos que igualmente inciden en el hecho de que en ella se presente un número importante de personas contagiadas, aumento de enfermos en Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) y un alto índice de muertos. Datos que cambian todos los días, pero que además expresan una lucha entre quienes defienden la veracidad de los datos oficiales y quienes consideran que estos datos oficiales, a pesar de provenir de las instituciones del Estado, son datos parciales y que no ofrecen un conocimiento de las verdaderas dimensiones de la gravedad de la situación.

Ahora bien, he querido indicar primero que Santiago de Cali es una ciudad muy particular, pues carga consigo la marca del pasado de ser un nodo espacial (nodo regional) que conecta dinámicas y movilidades hacia distintos destinos del país. Esta urbe conecta el interior del país con Buenaventura (ciudad puerto que empieza a marcar un alza en nuevos contagiados) y toda la zona del Pacífico; con el Eje Cafetero y el centro del país donde se encuentra la capital, Bogotá; y con la zona sur, por la cadena de los Andes hacia países como Ecuador y Perú (lugares fuertemente afectados por la pandemia). Esta situación determina que cualquier flujo humano migratorio -con posibilidad de contagio- que venga desde el sur de Colombia y se dirija hacia el centro o el norte del país y del continente, tenga que pasar necesariamente por Cali. Un ejemplo de ello ha sido la migración de grupos de venezolanos que escaparon de la grave situación de salud en Ecuador por la pandemia y que hicieron de Cali, un sitio obligado de paso, porque habían decidido regresar a su lugar de origen. Muchos de estos viajeros se quedaron y pernoctaron aquí para continuar su marcha hacia el nororiente. Esto fue percibido por las autoridades como un gran riesgo de propagación del virus en la ciudad. Por ello se vio a la alcaldía de Cali contratando buses para repatriar a estas personas (lo que se dio a conocer como "Corredor humanitario"). Pero esto implica unos altos costos económicos para el municipio, que ninguna alcaldía podría soportar. A pesar de estos esfuerzos, es claro que no todas estas personas provenientes de un Ecuador bastante afectado, y que estuvieron expuestas a la posibilidad de contagio, fueron repatriadas.

Otro elemento que complicó la situación ha estado marcado por el comportamiento de algunos ciudadanos que viven en Cali y que perciben el virus como algo distante en sus vidas y no acatan las normas establecidas de salud, seguridad y protección (propia y colectiva). Esto es un efecto que se percibe en toda la ciudad y en todos los sectores. Reproducen el efecto del que trata la fábula de Rafael Pombo “El renacuajo paseador”: personas que a pesar de las advertencias de la letalidad del virus, no acatan las normas y exponen sus vidas a un alto riesgo: hacen fiestas clandestinas; salen a pasear los fines de semana a sus casas de campo; caminan por las calles sin protección; se citan en lugares ocultos para quebrantar la norma.

La pregunta de fondo frente a este tipo de comportamiento es ¿Cómo exige el Estado a una población que se comporte de tal manera (por ejemplo en cuarentena y aislamiento), si sus mismas instituciones han estado ausentes en la vida cotidiana de muchos ciudadanos? ¿qué se puede esperar de un Estado cuya debilidad y presencia se nota en buena parte del territorio nacional, y donde la ley no es la ley del Estado sino de los grupos que controlan territorios y población? Es notoria la desobediencia de determinados grupos por mantener el control de sus espacios y sus economías. Incluso, ha llamado la atención, especialmente, el tráfico de drogas que ven en las medidas de aislamiento las mejores oportunidades para garantizar la producción y distribución. Todos los días aparecen titulares en los medios de comunicación que dan cuenta de las detenciones a vehículos de carga, avionetas, autos particulares, bicicletas, ambulancias y hasta servicios de domicilios por el transporte de estupefacientes.

Otro de los retos que enfrenta esta ciudad de cara a la pandemia está en que ésta posee grandes desigualdades sociales e inequidades económicas. Cali, además de ser una ciudad segregada, es una urbe cuyos bordes urbanos y algunas zonas marginales expresan formas de ocupación informal que muchas veces quedan por fuera de los apoyos y las ayudas. Algunos de estos sectores no aparecen en las cartografías oficiales del Estado. La informalidad barrial en Cali es significativamente alta. Por ejemplo en 2018 se decía que: "En las 133 invasiones que hay actualmente en Cali habitan 150.000 personas, de las cuales al menos un 40% se encuentra en zonas de alto riesgo no mitigable, es decir, cerca de 62.000 personas"(1). En algunas urbanizaciones construidas recientemente para resolver el problema de los asentamientos informales, se hicieron casas o apartamentos entre 28 y 35 m² donde habitan por lo menos, tres y cuatro personas. Santiago de Cali no es una ciudad homogénea (continua), sino una urbe de retazos (discontinua), jalonada y alargada espacialmente por el juego de intereses económicos de grupos privados que luchan por el monopolio del mercado del suelo.

Conviene reflexionar un momento sobre cómo la situación de pandemia ha dejado ver -con mayor claridad-, los problemas estructurales que enfrenta el planeamiento urbano. Este es un hecho estructural que afecta y que tiene que ver con la forma histórica de la distribución espacial de la ciudad, así como de su morfología urbana. Estamos ante un excelente ejemplo de una urbe desigualmente ocupada. Pequeñas zonas con alta densidad de población y grandes zonas con muy baja densidad de población. Inequidades socioespaciales que ponen en evidencia además, la inequidad en la distribución de las condiciones y beneficios ambientales. Las zonas densamente pobladas (especialmente en el oriente) carecen de espacios públicos, parques, espacios arborizados y amplias áreas para el esparcimiento. Los habitantes viven "arrumados", casa tras casa, y por tanto se exponen fácilmente al contagio. Existe muy poco espacio público por habitante. Así mismo, existen sectores populares cuyas condiciones de vida enfrentan graves problemas ambientales y de salubridad. No es raro que esta ciudad sea una con los mayores índices de enfermedad por Dengue. Distinto es lo que sucede en otras zonas (como por ejemplo en el sur de la ciudad) donde hay más espacio público, más parques, amplias zonas verdes y lugares de esparcimiento. La proporción de espacio público por habitantes es mucho mayor.

              
Sector oriente de Cali
Sector sur de Cali

Hace algunos años, hablo de 2013, en un artículo que publiqué con Franco(2), hacíamos cuentas del espacio público por habitante, según los datos obtenidos de los informes de la Oficina de Planeación Municipal, y observábamos que al 92% de los caleños le correspondía en ese entonces 2,6m² por persona y al 8% le correspondía el 20,64 por persona (Uribe y Franco, 2013, p. 86). Imagino que estos valores de alta inequidad espacial en el presente no han variado, teniendo en cuenta lo que ha sucedido con la expansión urbana en los últimos años.

En este sentido, todo sucede como si la segregación socioespacial de la ciudad de Cali se correspondiera con la segregación de la calidad ambiental y la salubridad. Cali, como ciudad región, tiene problemas de insustentabilidad y, por su puesto, para muchos ciudadanos del derecho de vivir la ciudad en condiciones de dignidad y de salud.

Querría insistir en la idea aquella que he venido planteando y que establece que el Covid 19 dejó ver que la enfermedad y su propagación también dependen tanto de las condiciones sociales como de las ambientales. Y que en este sentido, aquella población que se encuentran en situación de mejor localización y de entorno urbano-ambiental, tiene mayores posibilidades de protección contra la pandemia.

Una pandemia, cuyos escenarios futuros de propagación para esta ciudad -de no manejarse del modo correcto, honesto y decidido-, alcanzará unos niveles de increíble gravedad(3).


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1El País, (2018). 62 mil personas que viven en invasiones de Cali están en alto riesgo. Junio 12 de 2018.
2. Uribe Castro, H. & Franco, L. (2013). Espacio público, resignificación y neoliberalización en Cali. En: Revista geográfica No. 154, julio-diciembre de 2013. 
3. El País, (2020). Seis posibles escenarios sobre el avance del Covid 19 en los próximos meses en Cali.  En línea:https://www.elpais.com.co/cali/seis-posibles-escenarios-sobre-el-avance-del-covid-19-en-los-proximos-meses-en.html?fbclid=IwAR0RHP2o48E6-l2XIQmFwzdepubiY-63V6u03MZaPQhqwmDY2fF4OCQZvXY

jueves, 23 de abril de 2020

COVID 19: DEL DESARROLLO SOSTENIBLE A LA SUSTENTABILIDAD DE LA VIDA

Covid 19: Del desarrollo sostenible a la sustentabilidad de la vida

Por:
Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales
Director Doctorado en Regiones Sostenibles


Como lo he señalado en varias oportunidades, como especie humana enfrentamos los efectos de la insustentabilidad de la vida, producto de la construcción de un modelo de civilidad basado en una racionalidad económica que constantemente buscó en el menor tiempo posible la acumulación incesante de capital. Un modelo que pone en funcionamiento todos los mecanismos -a la velocidad del vértigo- para alcanzar un mayor crecimiento económico y sin límite alguno.

El principio básico de este modelo es la destrucción creativa: destruye vida para volverla mercancía; cosifica humanos para transformarlos en objetos; degrada naturaleza para construir modernidad. El Covid 19 es expresión de esta insustentabilidad, que lleva a debatir a los gobiernos si la prioridad es prolongar la cuarentena para cuidar la vida, o terminar con ella para activar la economía.

De esta crisis de civilidad, que es una crisis de humanidad, es la que nos alertaban los autores, (Leff, Boff, Martínez Alier, Escobar, Noguera). Todos coinciden que para transitar hacia la sustentabilidad de la vida se requiere de una deconstrucción de la racionalidad económica y de la economía misma, la cual había logrado gobernar por largo periodo los senderos civilizatorios.

En ese marco de dominio económico por sobre toda la realidad social, apareció el desarrollo sostenible que había sido llamado en las últimas décadas -una y otra vez- para cumplir un papel esperanzador, práctico y pertinente para enfrentar este panorama de destrucción: “Para controlar la degradación entrópica del sistema de soporte de la vida en el planeta y contrabalancear los efectos destructivos generados por la inercia de la pulsión del proceso de globalización tecno-económica fue forjada una palabra maestra: sustentabilidad. La construcción de la sustentabilidad de la vida fue el llamado para salvar a la Tierra de una catástrofe tan no intencio­nada como impredecible” (Leff, 2019, p. 1).

La sostenibilidad como sinónimo del desarrollo sostenible no solo se "vulgarizó", sino que además se convirtió en algo difuso, confuso y poco comprensible, aunque todos creen comprender de qué trata. Esta sostenibilidad no solo está cargada de ambigüedad polisémica sino también de complejos intereses corporativos. Hoy todos dicen ser sostenibles y velar por ello, cuando sus acciones y procesos productivos demuestran lo contrario. El discurso fue cooptado por los argumentos geopolíticos de responsabilidad ambiental de las organizaciones globales, los Estados y las empresas.

Y fue cooptado por unos y otros como argucia que promueve un capitalismo más verde y responsable. Por ello, existen quienes plantean la necesidad de liberar la sustentabilidad (Leff, 2019). Y debe liberarse no solo del manejo que hacen de ella –agentes, gobiernos, modelo económico de los Estados-, sino también de la racionalidad de la modernidad que bajo la idea de la destrucción creativa, legitimó los daños ambientales y ecológicos en nombre del desarrollo y el progreso. ¿Pero cómo liberarla?

El Covid 19 emergió en este planeta en el peor escenario de cambio climático. Demostró que las medidas tomadas por los organismos internacionales basadas en la argucias del desarrollo sostenible fracasaron, porque fueron medidas que como “paños de agua tibia” no lograron solucionar los problemas estructurales ambientales para el que había sido llamado. Porque fueron medidas que, aunque buscaban soluciones, no atacaban las bases reales del problema del modelo económico y era detener la humanidad de su encanto por el capitalismo, el productivismo, el extractivismo y el consumismo. El desarrollo sostenible enmascaraba la economía y su racionalidad con una “careta verde”, para hacerla pasar como responsable con el planeta.

El Covid 19 hoy se suma a todas esas otras demostraciones que expresan que la humanidad es la causante del gran daño ambiental y ecológico, y que por tanto, para dar reverso a este escenario de destrucción, se requiere “apagar” el sistema económico tal y como opera hoy y deconstruir esa idea de economía neoliberal que domina el pensamiento de la humanidad. Detener la humanidad de su vértigo, del extractivismo, de la creciente productividad, de la incesante movilidad urbana y transcontinental, del consumismo incesante de petróleo y derivados, entre otros efectos. De este tamaño es la situación. Y para aquellos que decían que esto  era imposible, el Covid 19 demostró lo contrario: que sí es posible detener ese encantamiento. El mundo corporativo se puede "detener" para que el planeta respire. No es raro entonces que los gobiernos neoliberales -y de un modo descarado y abierto-, estén apresurados tomando medidas para proteger la economía y no la vida.

La sustentabilidad de la vida es entonces la capacidad de detener la agreste e incesante acción humana en el planeta. Y para sorpresa, lo que no logró el desarrollo sostenible por décadas, lo logró en tiempo record ese microscópico virus, el Covid 19. Paralizó el engranaje del modelo económico que mantiene en movimiento, continuo trabajo y en acción permanente, a toda la humanidad, que arrastró el valor del dólar a niveles de miseria y que condujo a una profunda crisis administrativa de lo privado y lo público. Esto es importante porque son los Estados, organismos internacionales y el sistema financiero global los garantes de que este modelo económico que promueve ese movimiento incesante de la actividad de cada ser humano.

La arrogancia humana de ser la especie reina del planeta ya no tiene justificación alguna y sus bases de legitimación desaparecen. La diversidad biológica, cultural y ecológica son dimensiones centrales de la sustentabilidad de la vida. La vida es un sistema que integra componentes físicos, biológicos, ecológicos, sociales (políticos y económicos), culturales y ambientales. Su centro no está en la economía, sino que está en las condiciones físico-naturales que permiten la posibilidad de cualquier existencia en el planeta.


La sustentabilidad de la vida requiere de otra comprensión del mundo, de un habitus ambiental y ecológico. De una disposición mental distinta a la racionalidad que dominó la sociedad del capitalismo, y que nos ubique nuevamente en la idea de que los humanos dependemos de los sistemas biológicos y geoquímicos del planeta. Transformar y trastornar estos procesos, tiene un alto efecto para las posibilidades de la vida. Como lo expresa Paul Ehrlich “al empujar a otras especies a la extinción, la humanidad se afana en cortar la rama que la sostiene”

martes, 14 de abril de 2020

¿MOSTRAR PARA OCULTAR? EN ESCENARIO DE COVID 19


¿MOSTRAR PARA OCULTAR” EN ESCENARIO DE COVID 19

Por
Hernando Uribe Castro.
Doctor en Ciencias Ambientales

Como especie humana enfrentamos los efectos de la insustentabilidad de la vida, producto de la construcción de un modelo de civilidad que redujo la vida a la imperiosa racionalidad económica basada en la acumulación incesante de capital y del crecimiento económico. Que destruye vida para transformarla en mercancías; que destruye humanos para hacerlos esclavos y objetos; que destruye naturaleza para transformarla en modernidad. El Covid 19 es expresión de esta insustentabilidad, que lleva a debatir a los gobiernos si la prioridad es prolongar la cuarentena para cuidar la vida, o terminar con ella para activar la economía.

El comportamiento de contagio por difusión del covid 19 es exponencial porque la transmisión de persona a persona se puede dar de un modo muy sencillo. La alerta de la Organización Mundial de la Salud no se hizo esperar, e instó a todos los gobiernos del mundo a tomar todas las medidas necesarias para contenerlo.

En algunos países donde no se acogieron las advertencias (por ejemplo Ecuador), la situación se salió de control. En los demás países del continente Americano hubo demoras para asumir con responsabilidad estas alertas por temor a paralizar la economía nacional. Se privilegió el capital económico sobre la vida. Sólo en algunas excepciones (Salvador y Cuba), los gobiernos actuaron de inmediato.

De este modo, los esfuerzos de los gobiernos por evitar el ingreso de personas contagiadas fueron perdidos, pues el virus ingresó por los principales aeropuertos y zonas de frontera. Una vez en los territorios nacionales, el covid 19 se expandió sin límite alguno y produce sus estragos. Ahora los gobiernos pretende aplanar la curva formada por las cifras diarias de contagiados, enfermos y muertes. Están perdiendo el control.

Los intentos por aplanar la curva sirven de argumento y defensa a los gobiernos para demostrar que sus acciones y decisiones fueron acertadas y así se evitan, no solo la sanción jurídica-legal sino también política-social. Ningún agente de gobierno desea complicarse la vida, enfrentando actos de Ley por no haber tomado las medidas necesarias. Por tanto, aplanar como sea la curva de muertes y enfermos -a pesar de que son conscientes de que no tomaron las medidas necesarias y a tiempo para enfrentar la calamidad- se convierte en prioridad y se debe lograr cómo sea, incluso eludiendo, ocultando y no ofreciendo en tiempo real los datos.

De ahí que una de las estrategias que usan los agentes de Estado para demostrar que sus acciones fueron acertadas es la manipulación de la información de distintos modos: obligando a los servicios de salud a entregar los datos a un ente central de gobierno para evitar que los datos llegue de modo directo a la sociedad; manipular estos datos integrándolos por partes o series de partes a la sociedad, por ejemplo, una vez al día; o por ejemplo, hacer más lenta la toma de muestras, el envío a los laboratorios y la entrega de resultados. Existen muchas formas de manipulación de los datos que son ocultos a la sociedad.

Enfrentamos entonces el efecto “mostrar ocultado” del que nos habla Bourdieu. Se publican los datos en los medios de comunicación y las plataformas oficiales para el conocimiento del público, pero solo aquellos datos que son autorizados con el propósito de ofrecer la sensación de que se comparte la información. De este modo, la voz oficial es la voz de gobierno que legitima su acción y valida la información que da a conocer.

Pero estos datos no incluyen los otros que fueron censurados, ocultos, ralentizados y/o engavetados. En Colombia, personal médico y de enfermería vienen denunciado a través de diferentes medios que los hospitales y servicios de salud, atienden más enfermos y existen más muertes de los que se comunican o se dan a conocer[1]. Denuncian que tampoco se les ha ofrecido todo el dispositivo de bioseguridad para cumplir con su trabajo[2]. El número de ciudadanos enfermos de covid 19 a los que no se les aplicó o ha aplicado la prueba es creciente. Ponen al ciudadano a comunicarse con una línea de emergencia que mantiene ocupada y que no logra atender a toda la población. 

El gobierno ha pretendido llevar a cabo acciones de apoyo ciudadano, usando programas de ayuda solidaria. Pero incluso en estas acciones aparecieron también los actos de corrupción. Por ejemplo, el gobierno colombiano habilitó una plataforma donde aparecen las cédulas registradas de aquellos colombianos que serían beneficiarios del apoyo estatal. Pero, al ingresar números de cédula, aparecen como beneficiarios familiares ya fallecido. Los muertos recobraban la vida para cobrar los apoyos solidarios del gobierno colombiano[3]. No se hizo esperar entonces, las voces en redes sociales que decían que así como los muertos recobraron vida para recibir apoyos, de pronto, también habían resucitado en las pasadas elecciones para votar por el actual presidente.

También aparecieron los hechos relacionados con corrupción por contratos robustos otorgados por agentes de gobierno (alcaldes, gobernadores y de más políticos) a firmas privadas que inflaron precios de equipos, ayudas y apoyos solidarios. Por ejemplo, aparecen mercados con alimentos básicos entregados a comunidades empobrecidas, cuyos valores están tres veces por encima del valor real[4].

Los efectos del Covid 19 para Colombia, además de evidenciar los problemas estructurales del sistema de salud, desmanteló la red de corrupción, de ineptitud y de irresponsabilidad de un gobierno nacional y de unos gobernadores y alcaldes locales que fueron incapaces de enfrentar, ética y limpiamente, los estragos de una pandemia. Pocos políticos son la excepción. Por ejemplo, de no haber sido por el carácter, la experiencia y la fuerza que impusieron algunos alcaldes municipales (Bogotá y Cali), que fueron capaces de enfrentar al gobierno nacional y exigieron tomar medidas urgentes para enfrentar la propagación del coronavirus, la situación en Colombia hubiese sido muy grave. Incluso más grave que la situación se vive en Ecuador hoy en día, donde las personas mueren en sus hogares y calles.

A ello se sumó, la importancia que tuvieron las asociaciones médicas y científicas que exigieron también al gobierno colombiano echar para atrás sus propósitos negligentes para atender la pandemia (por ejemplo cerrar el aeropuerto El Dorado), y éste se vio obligado (aunque muy tarde) a atender estas sugerencias. Hoy en día, profesionales de la salud, académicos, sociedad civil, artistas, periodistas y demás grupos de la sociedad civil dicen que este gobierno nacional ha sido torpe, inepto e imprudente para manejar esta situación. Las redes sociales se convirtieron en medios a través de las cuales la sociedad colombiana demostró su descontento y su desaprobación del modo como este gobierno ha enfrentado la situación.

Muchos agentes de Estado, a pesar de la situación de salud pública, se han dedicado a mentir, a robar, a manipular y a desinformar. Se ve claramente la ineptitud de una clase política que parece importarle muy poco el bienestar de los ciudadanos, pero si mucho sus negocios y el funcionamiento de sus economías. Agentes que privilegian la economía sobre la vida.

El Estado y su institucionalidad no pueden continuar como venían, pues se ha visto que el modelo es ineficiente, excluyente, corrupto, inexacto, ineficiente e inseguro. El Estado, sus agentes, las corporaciones y la sociedad misma deben cambiar. Y en ese cambio, la sociedad civil tiene una participación pertinente, importante y central.

La sociedad civil debe continuar con su lucha social que exige el bienestar colectivo, unas políticas sociales que favorezcan la salud de la población colombiana, respeto y el derecho a la vida. Los aprendizajes para enfrentar este tipo de situación también obligan a la sociedad civil a repensarse, a proyectarse y a continuar su papel de defensora de la verdad, de los ambientes sanos, de la defensa de los territorios y las soberanías alimentarias. También el conjunto de la sociedad, sus líderes y organizaciones sociales tienen la imperiosa necesidad de continuar con su trabajo y proyectos sociales. Tener en cuenta estos hechos para encontrar y tener muy claro -entre cejas-, las responsabilidades que jugaron los políticos corruptos, ineptos, irresponsables e ineficientes para enfrentarlos a los juicios sociales, políticos y legales a que den lugar.

Para superar esta situación, se requiere del trabajo conjunto de todos los actores de la sociedad civil, de sus luchas, acciones y propuestas. No es delegando en los agentes de Estado el cambio social que resultará de esta crisis. Como lo expresa Bourdieu en "Intervenciones políticas" (2015), “el poder de pensar y de cambiar la sociedad no se delega, y sobre todo no a un Estado que se arroga el derecho de hacer feliz a los ciudadanos sin contar con ellos.” (77).



[1] Pacientes con COVID-19 mueren en hospitales, pero no aparecen en registros: enfermera. https://www.pulzo.com/nacion/pacientes-mueren-coronavirus-hospitales-pero-no-estan-reportes-doctora-PP872478

[2] “Médicos del hospital de Kénedy protesta por falta de protección” https://www.eltiempo.com/bogota/medicos-del-hospital-de-kennedy-protestan-por-falta-de-proteccion-483680

[3] Denuncian que hay cédulas que no existen y sí aparecen como beneficiarias de ayudas del Gobierno. https://www.semana.com/nacion/articulo/denuncian-que-hay-cedulas-que-no-existen-y-si-aparecen-como-beneficiarias-de-ayudas-del-gobierno/662678


lunes, 16 de marzo de 2020

CAMPO AMBIENTAL"


Campo ambiental
(Fragmento)

Para citar:
Uribe Castro, H. (2018). Sobre el campo ambiental. En: Cuaderno de doctorado 1. Cali: Programa Editorial de la Universidad Autónoma de Occidente, pp. 33-35.

Por:
Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales
Director Doctorado en Regiones Sostenibles

Este libro presenta algunas reflexiones sobre el campo ambiental (o campo socioambiental)[1] desde la perspectiva teórico-metodológica de Pierre Bourdieu denominada el Constructivismo estructuralista. Una reflexión que reviste de una increíble complejidad por los tropiezos y las dificultades que se enfrentan cuando se trata de comprender la teoría analítico-metodológica de este autor. No obstante, es un esfuerzo válido como ejercicio mental, actividad académica e investigativa y como práctica reflexiva.

Para Bourdieu, la noción de “campo” alude a un espacio social de confrontación entre agentes o instituciones por el monopolio de un capital determinado: “En un campo, agentes e instituciones luchan según las regulaciones y las reglas constitutivas de este espacio de juego […] quienes dominan en un campo determinado están en condiciones de hacerlo funcionar en su beneficio, pero deben contar siempre con la resistencia, la contestación, las reivindicaciones, las aspiraciones políticas o no, de los dominados” (Bourdieu, 2014, p. 18).

Según este autor, existen distintos tipos de campos tales como el político, el educativo, el religioso, el del sindicato, el científico, el del Estado, entre otros, y cada uno posee sus particularidades aunque comparten elementos comunes, es decir, unas leyes generales: todos poseen una estructura, cada uno expresa diferentes competencias y existe además una confrontación por el monopolio de un tipo de capital específico que es particular para cada campo. En este caso concreto, la propuesta es desarrollar una reflexión sobre el campo ambiental.

La crisis ambiental planetaria se considera una crisis civilizatoria[2]  o crisis civilizacional[3]. ¿Cómo se produjo esta crisis? ¿Qué condiciones la hicieron posible? ¿Cómo se relaciona la crisis ambiental con la producción del campo ambiental? ¿Qué se entiende por campo ambiental? Para dar respuesta a estas preguntas se abordará la construcción del campo ambiental como un producto histórico-social. Un espacio de relaciones de confrontación, con propiedades particulares y autonomía –pero siempre en interacción con otros campos– constata así como distintos agentes y sus respectivas agencias, perciben, comprenden, actúan, realizan y ejecutan acciones frente a los bienes de la naturaleza. Intervenciones sobre los bienes que –al ser explotados desmedidamente– pueden provocar repercusiones sobre los sistemas de vida local y sobre la dinámica ecosistémica global.

La situación del deterioro ambiental del planeta Tierra ha promovido, por un lado, la unión, la cooperación y la solidaridad entre quienes comparten, defienden y exigen un cuidado y respeto ecológico con el planeta –como lo muestran el movimiento ambiental global, el ecofeminismo, los pueblos ancestrales– frente a otros grupos de humanos que comparten, compiten, defienden y ejercen acciones e influencias para imponer un sistema de valores cultivados que benefician el modelo de desarrollo que percibe la Tierra como un lugar abarrotado de riquezas que deben ser explotadas y usadas, es decir monopolizadas, y de la cual depende tanto su existencia corporativa, empresarialo estatal, así como también, el progreso humano (económico y social) como sostienen algunos entes como la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional.

Estos agentes, al ocultar los impactos y efectos ambientales, y al desmentir a quienes los acusan de promover tales daños, consideran que toda afectación a los ecosistemas en nombre del desarrollo, el progreso y la acumulación de ganancias es inevitable y necesaria. Por tanto, los daños causados al ambiente en nombre del progreso y el desarrollo son considerados “externalidades”; es decir, hace referencia a que los costes de las afectaciones a la naturaleza no se incorporan en el balance contable de los procesos productivos corporativos. En otra gran mayoría de agentes existe desidia, desinterés y negligencia.

Estas divergencias entre los distintos agentes, se muestran como miradas irreconciliables, puntos de vista distintos y distantes, que combaten en la arena política (el de la política local, nacional o global), en la arena científica y en el espacio geográfico (de los distintos niveles de la escala espacial –local, regional, nacional y global–), “con medios y fines diferenciados según sus posiciones en la estructura del campo de fuerzas” (Bourdieu, 1997, p. 49), defendiendo no solo su modo de ver y comprender la vida, sino también, el modo de agenciar los bienes proporcionados por la Naturaleza. Tales luchas son físicas y simbólicas, y sus efectos pueden repercutir en todos los niveles del sistema planetario, tanto en el presente como en el futuro. El propósito de éste libro es reflexionar sobre el campo ambiental.

Con el fin de comprender dicho propósito, este libro se estructuró en tres partes: 1) Se presenta la perspectiva constructivista estructural de Pierre Bourdieu; 2) Se atiende la idea de la crisis ambiental como una crisis civilizatoria y cómo ésta emerge en el campo ambiental; 3) Se propone una lectura del campo ambiental, como lugar de la contienda a través de conflictos ambientales entre agentes que tratan de acceder al monopolio de los bienes de la naturaleza.

Finalmente, se presentan algunas reflexiones que más que conclusiones, tratan de plantearse preguntas y cuestionamientos en la idea de promover un debate académico con los diferentes agentes sociales con respecto al campo ambiental.


Referencias citadas en el fragmento:

· Boff, L. (2002). El cuidado esencial. Ética de lo humano. Juan Valverde [trad.] Madrid: Trotta.
·Bourdieu, P. (1997). Razones prácticas: sobre la teoría de la acción. Barcelona: Editorial Anagrama.
·Bourdieu, P. (2014). Sobre el Estado. Cursos en el Collège del France (1989-1992). Barcelona: Editorial Anagrama.
·Fontaine, G. (2004). Enfoques conceptuales y metodológicos para una sociología de los conflictos ambientales. En: Cárdenas, M. y Rodríguez B., Manuel. Guerra, sociedad y medio ambiente. Bogotá: Editorial Foro Nacional Ambiental.
·Tangencial, T. (2002). Manifiesto por la vida por una ética para la sustentabilidad. En: Ambiente & Sociedade, 5(10), pp. 1-14.


[1] Este documento comprende que lo ambiental emerge de la relación entre las dinámicas sociales sobre los ecosistemas y de los ecosistemas sobre la sociedad. Lo ambiental no es solo el ecosistema, y lo ambiental no es solo lo social. Lo ambiental emerge de ese proceso de inter-retro-conexión socioecosistémico. Por tanto, lo ambiental implica un componente social. De esta manera, el campo ambiental se entiende como sinónimo de campo socioambiental. En algunos casos, se hará un uso indistinto de ambos conceptos. Sobre este asunto ver a Fontaine, Guillaume. Enfoques conceptuales y metodológicos para una sociología de los conflictos ambientales. En: Cárdenas, Martha y Rodríguez, Manuel. Guerra, sociedad y medio ambiente. Bogotá: Editorial Foro Nacional Ambiental, 2004, p. 506.
[2] Concepto utilizado en el documento “Manifiesto por la vida” (Tangencial, 2002).
[3] Para Boff “El síntoma más doloroso, ya constatado hace décadas por serios analistas y pensadores contemporáneos, es un difuso malestar de la civilización. Aparece bajo el fenómeno del descuido, de la indiferencia y del abandono, en una palabra, de la falta de cuidado” (Boff, 2002, p. 18). Para David Harvey, por ejemplo, lo más llamativo de las crisis no es tanto la trasformación total de los espacios físicos, sino los cambios espectaculares que se producen en los modos de pensamiento y de comprensión, en las instituciones y en las ideologías dominantes, en las alianzas y en los procesos políticos, en las subjetividades políticas, en las tecnologías y las formas organizativas, en las relaciones sociales, en las costumbres y los gustos culturales que conforman la vida cotidiana. Las crisis sacuden hasta la médula nuestras concepciones mentales y nuestra posición en el mundo. Y todos nosotros, participantes inquietos y habitantes de este mundo nuevo que emerge, tenemos que adaptarnos al nuevo estado de cosas mediante la coerción o el consentimiento, aunque añadamos nuestro granito de arena al estado calamitoso del mundo por causa de lo que hacemos y de cómo pensamos y nos comportamos (Harvey, 2014, pp. 11-12).